Su influencia resulta evidente en muchos aspectos de la vida cotidiana. Formas y conceptos dentro de la literatura, las artes, la filosofía, la educación, la política y la ciencia tienen su raíz en la Grecia clásica o Antigua Grecia.
Así denominan diversos historiadores a la civilización que floreció del año 1200 al 146 a.n.e., en el extremo nororiental del mar Mediterráneo, en los territorios que ahora ocupan Grecia, Turquía, e islas como Creta, Chipre, Rodas y Sicilia (Italia).
Durante el período arcaico (750-500 a.n.e.), dos ciudades-estado se robaron el protagonismo: Esparta y Atenas, distinguidas por diferentes modelos de organización política, la primera con un régimen aristocrático y la segunda por su apego a una forma entonces novedosa: la democracia, basada en el poder del pueblo y la participación ciudadana.
De Atenas llegan muchas más referencias hasta nuestros días porque figuras históricas como Heródoto, Jenofonte, Anaxágoras, Pitágoras, Tales, Sócrates, Platón y Aristóteles eran atenienses o proatenienses.
Estos nombres por sí solos nos conducen a cruzar un sinfín de materias aparentemente (y solo en apariencias) poco relacionadas, desde la historia y la matemática hasta la filosofía, la literatura y el teatro.
La literatura devino fuente de inspiración para muchas generaciones posteriores en diversos países; sobresalen la épica reflejada por Homero en obras monumentales como La Ilíada y La Odisea, junto a la tragedia griega centrada en temas universales como la justicia, la venganza, el amor y la muerte.
Para el filólogo y experto en cultura clásica Carlos García Gual, “lo interesante de los clásicos es esa capacidad que tienen de ofrecer en diversos momentos históricos diferentes interpretaciones, algo muy característico de la tradición griega”.
“Las aventuras que hemos vivido a través de los libros, las reflexiones que nos hacemos al leer a los grandes pensadores del pasado, eso es un camino de libertad y de profunda alegría”, asegura el académico de la Real Academia Española, artífice de la legendaria Biblioteca Clásica de Gredos.
Si repasamos las motivaciones de millones de creaciones literarias, teatrales, plásticas, danzarias, musicales y cinematográficas, sin dudas llegaremos al origen en ese interesante pueblo milenario cuyas concepciones repercuten incluso en la política contemporánea.
El interés de los filósofos griegos por comprender el mundo natural los llevó a desarrollar teorías sobre la naturaleza y el universo, a ser pioneros en la clasificación de los seres vivos y en la elaboración de teorías sobre la evolución.
Los nombres de diversos eruditos de la Grecia clásica que se dedicaron el estudio de la matemática por medio de la demostración empírica y la utilización de la lógica como principales métodos para arribar al conocimiento, continúan vigentes en los temarios de colegios y universidades de todos los países.
No hay persona que no haya oído hablar del teorema de Pitágoras, el teorema de Tales o la letra griega π (pi), cuyo valor fue calculado por Arquímedes, por solo citar tres ejemplos.
Por cierto, Pitágoras acuñó el vocablo “filosofía” en el siglo VI a.n.e., proveniente del griego filos: amor y sophia: sabiduría, para designar al estudio de problemáticas diversas como el conocimiento, la mente, la consciencia, la ética, el lenguaje, la belleza y la moral, entre otros.
Directamente relacionada con la matemática, la proporción y la simetría calaron hondo en los diseños arquitectónicos que destacan por su elegancia y armonía.
Todavía existen en pie templos griegos visualmente impresionantes, teatros al aire libre con forma semicircular y pleno aprovechamiento de la acústica natural, junto a otras edificaciones que sobreviven al paso del tiempo gracias a técnicas bien definidas de construcción y el empleo de materiales duraderos.
De la necesidad de fijar una relación entre cada una de las partes del edificio nacieron los estilos arquitectónicos dórico, jónico y corintio.
Uno de los principales templos dóricos que se conservan, construido entre los años 447 y 432 a.n.e. en la Acrópolis de Atenas, es el Partenón, consagrado a la protectora de la ciudad, Atenea.
El culto a los dioses devino una parte esencial de la vida cotidiana y la cultura en la Grecia Antigua, montones de templos y santuarios dedicados a las deidades lo demuestran.
Convencidos de que los dioses tenían control sobre los fenómenos naturales y podían influenciar el destino de cualquier ser humano, los griegos los veneraban con rituales propios y los reflejaron en el arte, la literatura, la filosofía.
Algunos de los más populares fueron Zeus (rey de los dioses y gobernante del cielo), Hera (esposa de Zeus y reina de los dioses), Poseidón (dios del mar), Atenea (diosa de la sabiduría y la guerra), Afrodita (diosa del amor y la belleza), Ares (dios del inframundo) y Hermes (dios mensajero y del comercio).
Junto a ellos, aparecían con frecuencia en los relatos Dionisio (dios del vino y la fertilidad) y Apolo (dios del sol, la música y la profecía), con festividades específicas en su honor.
Las características más llamativas de los dioses griegos eran su antropomorfismo, la inmortalidad, la posesión de poderes sobrenaturales, mientras los mitos reflejan complicadas relaciones familiares y reacciones emocionales, además de frecuentes interacciones con humanos.
Uniones consensuales y no consentidas entre un dios y un mortal dieron lugar a semidioses como Aquiles y Heracles (conocido como Hércules por los romanos), igualmente con un lugar destacado dentro de la cosmovisión de la época.
La prosperidad económica produjo rápidos aumentos de población en los siglos VIII y VII, que a su vez desencadenó un fenómeno migratorio y, como consecuencia, la difusión de la cultura y lengua griega más allá de los límites geográficos.
El imperio romano se propuso conquistar Grecia y la convirtió en un protectorado romano en el año 146 a.n.e., la fusión cultural resultante conllevó a los historiadores a hablar de una cultura greco-romana.
Mientras Grecia entraba en un periodo de decadencia económica en el que muchas de sus ciudades quedaron despobladas, la cultura griega comenzó un proceso de encumbramiento gracias a la admiración profesada por los romanos.
Horacio, el principal poeta lírico y satírico en lengua latina, sentenció: “Grecia cautiva a su salvaje conquistador”.
Autores romanos trascendentales como Virgilio y Séneca se inspiraron en la literatura griega, e incluso emperadores se educaron en esa cultura como Adriano, considerado como el tercero de los cinco buenos emperadores (Nerva, Trajano, Adriano, Antonino Pío y Marco Aurelio) que gobernaron con justicia.
La población de Grecia fue cambiando hasta convertirse en una de las más cristianizadas del imperio romano; la Grecia clásica pasó a constituir un capítulo del pasado, aunque nada pudo frenar su influencia en disímiles disciplinas.
En los siglos XV y XVI ocurrió en Europa Occidental un periodo de transición entre la Edad Media y los inicios de la Edad Moderna, que sería reconocido con el nombre de Renacimiento y se caracterizaría por reivindicar ciertos elementos de la cultura clásica griega y romana.
La vuelta a los valores de la cultura grecolatina condujo a una nueva forma de ver el mundo y al ser humano, con novedosos enfoques en los campos de las artes, la política, la filosofía y las ciencias, y facilitó el desarrollo tecnológico y la evolución del pensamiento.
Todo a partir de aquellas “semillas” elegantemente cultivadas en la Antigua Grecia, que dan frutos hasta nuestros días.
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