El imperio se extendió mediante la conquista y asimilación de pueblos hasta dominar un territorio que se extendía por el norte hasta la actual Colombia y por el Sur hasta el norte de lo que hoy son Argentina y Chile.
Pero también estaba carcomido debido a la división por el poder, secuela de una guerra civil entre los hijos del inca Huayna Cápac, Huáscar, nacido en Cusco, capital del imperio, y Atahualpa, nacido en Quito, hoy capital de Ecuador.
Estaba fresca la victoria de Atahualpa, nominado por Huayna Cápac, sobre Huáscar, nombrado por los consejeros de Cusco, y la consiguiente muerte del derrotado.
Por eso un hermano de Huáscar, Manco Inca, se alió a los conquistadores, aunque después, al negarse estos a reconocerlo como el nuevo Inca, encabezó una larga guerra contra los españoles
Los invasores engañaron al Inca Atahualpa y terminaron matándolo por impío (cuentan que, cuando le dieron la Biblia como la luz de la verdad, se sintió estafado y la arrojó al suelo, lo que marcó el inicio del artero ataque de la caballería invasora), tras recibir el pago de un rescate en oro y plata exigido a cambio de respetarle la vida.
La historia del Tahuantinsuyo, nombre quechua del imperio, comienza a inicios del siglo XIII y el primer Inca, Manco Cápac, según la leyenda, salió del lago Titicaca (el Sol) junto a su esposa, Mama Ocllo, y el dios Inti le ordenó buscar Q’osqo (el ombligo del mundo).
La máxima divinidad andina le entregó una barra de oro, para que cuando pudiera hundirla en el suelo fundara allí la capital del imperio, donde está actualmente la ciudad de Cusco, principal atractivo turístico del país y considerado uno de los destinos de mayor importancia en América Latina.
En la urbe, cuyo trazado original es la silueta de un puma, se encuentran vestigios de los palacios de piedra incas, sobre los cuales los españoles construyeron templos católicos y hasta muros de calles, además de tradiciones y otras expresiones culturales -como la vigencia del idioma quechua-, siendo su máxima expresión el llamado santuario inca de Machu Picchu.
En las afueras de la ciudad está Sacsayhuamán, una especie de muralla defensiva formada por enormes piedras de hasta 120 toneladas sobrepuestas y unidas sólidamente, sin argamasa alguna.
Tierra adentro, en el Valle Sagrado de los Andes, se encuentran las ruinas de Ollantaytambo, entre las que destaca el Templo del Sol, construido también con enormes piedras talladas con herramientas artesanales, aunque recientemente se consideró posible que los incas fabricaran piedras artificiales.
En la región Apurímac, al norte de Cusco, está la ciudadela de Choquequirao, similar a Machu Picchu, pero a donde es difícil llegar por lo escarpado de su acceso.
Como todos los imperios, los incas se expandieron por la fuerza, pero con la política de integración denominada los mitimaes, consistente en trasladar a una parte de la población conquistada a territorios incas consolidados y reemplazarla en su lugar de origen con habitantes incas, en una especie de fusión de culturas.
La administración del imperio se basaba en un Estado fuerte donde todos pagaba tributos mediante tiempo de trabajo para el imperio, el carácter comunitario de todos los bienes y la redistribución de los recursos para todos los pueblos, en la medida de sus necesidades.
El imperio, además, asumió los logros de los pueblos conquistados, como la construcción con piedras sobrepuestas, tomada de la cultura Tiwanacu o Tiauanacu (ubicada en lo que hoy es Bolivia), la cerámica, la textilería, la orfebrería y otras destrezas.
El territorio estaba dividido en cuatro suyos (regiones): Chinchaysuyo (noroeste), Antisuyo (noreste), Contisuyo (suroeste) y Collasuyo (sudeste), que unidos formaban el Tahuantinsuyo.
Los suyos estaban enlazados por una red vial que abarcaba a todo el Imperio, el Camino Inca, todavía existente en gran parte y que como Machu Picchu fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
También tenían una red de tambos, donde los viajeros descansaban y reponían fuerzas, amén de un sistema de almacenamiento de granos en oquedades de las montañas, que se mantenían en buenas condiciones por el viento frío de las alturas; una especie de reservas para alimentar a la población en situaciones de desastres.
Quedan muchos misterios por descifrar de lo que fue el Imperio de los Incas, como el quipus, un sistema de registro de información todavía en estudio y consistente en delgadas cuerdas de lana con nudos.
El imperio tuvo una vigencia de más de dos siglos, tiempo en el cual fue gobernado por 14 incas, entre los que destaca Pachacútec, guerrero y conquistador que expandió el Incanato hasta su consolidación.
La sucesión de los incas se mantuvo entre los nativos a lo largo del tiempo, siendo uno de ellos José Gabriel Condorcanqui, Túpac Amaru II, quien encabezó la más grande rebelión indígena contra el dominio español, en 1780.
El apego de los cusqueños a sus tradiciones y el orgullo por los antepasados se expresa cada 24 de junio en la fiesta del Inti Raymi (Fiesta del Sol), una gran escenificación de la grandeza del Tahuantinsuyo, en el escenario natural de la explanada de Sacsayhuamán, con el impresionante marco de muralla de bloques gigantescos de piedra.
El principal actor, rigurosamente seleccionado, es obviamente el que hace el papel del Inca y cuentan los cusqueños que sienten que, en esa fecha y en esa representación, se reencarna en quien lo interpreta.
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