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sábado 23 de noviembre de 2024
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ESCÁNER: Origen y persistencia del genio creativo egipcio (+Fotos +Video)

El Cairo (Prensa Latina) Misterioso para algunos, grandioso para todos, el Antiguo Egipto evoca maravillas de un pasado remoto; la cultura contemporánea comprende innumerables elementos que tuvieron su origen en el espíritu creativo de ese pueblo hace alrededor de cinco mil años.
Por:
Ruth Lelyen
Corresponsal en Egipto

Ya sea a través de los monumentos que aún se conservan o de la literatura que nos ha llegado, sorprende encontrar que aquellos egipcios, desde las primeras etapas de su historia, se planteaban las mismas interrogantes filosóficas y prácticas que todavía hoy la humanidad intenta resolver.

Cuenta en sus crónicas el historiador griego Heródoto de Halicarnaso (siglo V a.n.e.) que los prodigios encontrados en el país del Nilo “superan toda ponderación”.

Reconoce con respeto que mucho del conocimiento manejado por los griegos de su época -astronómico, geográfico, agrícola, arquitectónico, médico- había sido alcanzado siglos antes por los egipcios.

Tales avances fueron posibles gracias a dos aliados naturales: el sol, al que nombraron Ra y fue central en la mitología y vida cotidiana, y el Nilo, al que los primeros pobladores llamaban simplemente “El Río”, pero luego los griegos bautizaron como Neilos hasta derivar en el nombre actual.

Enfrentados a un ambiente desértico, estos grupos humanos dependían para su supervivencia de los cambios de estaciones, por lo cual era inevitable que considerasen al sol creador del mundo y fuente de la vida, y estructuraran todo su universo conceptual y religioso en torno a los movimientos del astro.

En entrevista con Prensa Latina, el arqueólogo egipcio Mohammed Abdelgawad, estudioso de la historia y cultura de su país, destaca el impacto que tuvo en el pensamiento de los primeros habitantes de la región el transcurrir de los momentos del día, lo que los llevó a hacer asociaciones filosóficas que hoy podríamos considerar dialécticas.

Contemplar el amanecer, el mediodía y el ocaso les hizo reflexionar sobre los ciclos de la vida -nacimiento, madurez, vejez y muerte-, y cómo esta se reinicia una y otra vez, comenta Abdelgawad.

De la observación de los movimientos solares emergieron ingeniosos métodos agrícolas y calendarios astronómicos que les ayudarían con los cultivos, pero especialmente un complejo sistema religioso que englobaba campos tan diversos como la mitología, la medicina, la ciencia, la escritura y la psiquiatría, y de los que aún bebe nuestra civilización.

Pero es sin dudas la ventura geográfica de contar con uno de los ríos más largos del mundo (seis mil 650 kilómetros) lo que impulsó desde los inicios el genio creativo de este pueblo, hasta el punto que el propio Heródoto expresara: “Egipto es un don del Nilo”.

De la supervivencia a la ciencia

No solo el río proporcionaba suficiente agua para la gente y sus sembrados, sino que, tras sus ciclos anuales de crecida, en sus riveras se depositaba un limo negro que mantenía fértiles los terrenos, asegurando con ello prosperidad y abundancia de cultivos.

Tener garantizada la subsistencia permitió que este pueblo se dedicara a crear en distintos campos del saber, señala Abdelgawad.

Destaca, entre ellos, el desarrollo de técnicas agrícolas y de regadío (canales, sistemas elevadores de agua, medidores), celebradas en todo el mundo antiguo por su eficiencia en climas secos y que se transmitieron ininterrumpidamente a lo largo de los siglos.

Con el fin de aprovechar al máximo las crecidas del Nilo, los sacerdotes encargados de la irrigación estudiaban diariamente el nivel de sus aguas y llegaron a descubrir que, por término medio, este fenómeno se producía cada 365 días, precisa el experto.

Si a los que vivimos en el siglo XXI nos suena de algo esa cifra es porque el calendario actual, con ligeras modificaciones, aún se basa en el que inventaron los egipcios: aquel según el cual un año está formado por 12 meses, de 30 días cada uno, más cinco que se añaden al final del ciclo.

Y es que, como explica Abdelgawad, los egipcios fueron grandes matemáticos que aplicaron esta ciencia para entender a profundidad la geografía de sus territorios y elegir los lugares donde construirían sus pirámides y templos, lo que les permitió profundizar, a su vez, en el campo de la astronomía.

La cautivadora arquitectura de este pueblo es otra de las áreas donde se aplicaron las ciencias y el arte con tal nivel de exactitud y complejidad que fue imposible para el tiempo frenar su perdurabilidad material y espiritual.

Y no gracias únicamente al empleo de la piedra, que garantizaba la preservación a largo plazo de las construcciones, sino también porque cada bloque, tallado con precisión milimétrica, se ensamblaba para formar superficies perfectas donde los artistas -a través de pinturas y jeroglíficos- contaban historias que hoy leemos.

Las edificaciones egipcias -las pirámides son el símbolo más reconocible, pero les acompañan templos, esfinges, mastabas, sarcófagos- reflejan una visión del mundo que une, en la expresión artística, lo divino que trasciende y lo sólido que permanece, pensamiento de gran valor filosófico, el cual permeará nuestra cultura a lo largo de la historia.

Esa dualidad se muestra también en su religión; a simple vista se le clasifica como politeísta -sin dudas crearon un complejo panteón de dioses-, pero al mismo tiempo diversos documentos y jeroglíficos refieren la existencia de un dios único, que se identifica con Ra y se manifiesta de maneras múltiples en las distintas divinidades, señala el especialista.

Dicha cosmovisión se encuentra en la base de muchas de las mitologías e ideas religiosas que se desarrollaron posteriormente en las sociedades humanas, agrega.

No menos relevante resulta el desarrollo alcanzado por el pueblo egipcio en la medicina, la cual necesariamente estuvo imbricada con la magia y tuvo su basamento en la observación directa de los enfermos y sus dolencias, así como en las prácticas funerarias.

Según Abdelgawad, el mayor testigo de que los egipcios fueron excelentes médicos es la momificación, pues se cuenta con momias de hace tres mil 500 años, pero también hay instrumentos quirúrgicos grabados en las paredes de los templos, algunos de los cuales se conservan en el Museo de El Cairo y en el Museo de las Civilizaciones.

Lo cierto es que este antiguo país ya ostentaba doctores especializados -dentistas, oculistas, cirujanos- quienes combinaban sus conocimientos fisiológicos con invocaciones mágicas a dioses y figuras protectoras, además de ofrecerles a los dolientes compendios médicos con recetas y prescripciones.

La inventiva egipcia que nos acompaña

A través de textos, pinturas murales, inscripciones de tumbas y artefactos del antiguo Egipto, sabemos hoy que el pueblo del Nilo alcanzó un dominio sin precedentes en la tecnología, lo que le permitió realizar inventos tan eficaces que trascendieron milenios y son parte de la modernidad.

Algo tan cotidiano como la pasta de dientes fue creado por los egipcios en el siglo IV a.n.e. mediante la mezcla de pimienta, sal pulverizada, menta, uñas de buey, mirra y diferentes flores. Desde luego, para aplicar este producto protector de la dentadura también inventaron el cepillo.

Los fans a la cerveza no imaginarían que los orígenes de tan popular bebida datan de aquellos tiempos remotos, en los que -según la leyenda- su elaboración fue enseñada por el dios Osiris, símbolo de la agricultura, y con la protección de Isis, diosa de la cebada.

Un dato curioso es que hasta los soberanos dominaban el arte de la preparación. Ramsés II, conocido como “el faraón cervecero”, contribuyó activamente a la implantación de la cerveza y a la sostenibilidad de las fábricas.

El primer sistema de correo postal del que se tiene conocimiento es el del Egipto Antiguo, que funcionaba a modo de red de comunicación estatal, permitiendo el traslado de documentos de un lugar a otro del reino ya en el año 2400 a.n.e.

En realidad, la lista de artículos y productos cuya presencia en nuestras vidas damos por sentado sin saber que fueron creaciones egipcias sería interminable.

Algunos son el papel y la tinta, los cosméticos, la menta para el buen aliento, el pan, el sabroso helado, el espejo de mano, los condones para evitar la concepción, el tejido, las prótesis ortopédicas, la cerámica ricamente ornamentada y las alfombras, entre otros.

Todo pasa y todo queda

Han pasado siglos desde que la sociedad faraónica dejara de existir; sin embargo, sigue estando viva en el Egipto actual gracias a la importante labor turística desplegada en el país, de modo que visitantes del mundo pueden conocer directamente su arte, arquitectura, escritura y religión.

Monumentos y museos -destacan el Valle de los Reyes, la Necrópolis de Giza, las ruinas de Saqqara, los templos de Abidos, Abu Simbel y Edfú, la isla de Philae o los museos de El Cairo y de Luxor- preservan la riqueza cultural de una nación que supo anudar con destreza la hebra que nos entreteje con el pasado.

En 2021, se inauguró en la capital cairota el Museo Nacional de la Civilización Egipcia, un gran complejo que traza su recorrido desde la Prehistoria hasta la actualidad, deteniéndose en los períodos antiguos y las etapas de dominación griega, romana y otomana.

Quizás sea la sala de las momias, que atesora los cuerpos embalsamados de 22 faraones (Ramsés II, Tutmosis III, la reina Hatshepsut, entre ellos) y conmueve profundamente a los visitantes, el mayor símbolo de la inteligencia y fantasía del pueblo egipcio, así como de su nexo con el presente.

Esa transmisión ininterrumpida de conocimientos y emociones deviene conversación infinita que sostiene la humanidad con los pueblos más antiguos del mundo, entre los cuales los pobladores del valle del Nilo representan no solo el comienzo de la historia, sino también la creatividad imperecedera de nuestra civilización.

arb/rlf

Colaboraron en este trabajo:
Amelia Roque
Editora Especiales Prensa Latina
Alberto Salazar
Jefe de la Redacción Asia y Oceanía
Laura Esquivel
Editora Web Prensa Latina
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