“Sushi y también croissant” pudiera parecer un acertijo o tal vez el nombre de una atrevida receta multinacional, pero es solo una frase para ilustrar el desafío de Francia en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020.
Más allá de las imperantes condiciones meteorológicas, cualquier día, de cualquier mes, se repiten las imágenes de decenas de corredores por las calles de la capital de Estados Unidos, como una muestra de quienes realizan algún tipo de actividad física.
Una de las grandes aspiraciones de cualquier atleta es competir en los Juegos Olímpicos para representar a su país, siempre con ese plus que obliga a pensar un poco más allá: obtener una presea… conquistar la dorada.
Desde antaño muchas argentinas han llenado de gloria al deporte latinoamericano, pero hay una en particular que hoy hace historia más allá del deporte, una pequeña gigante orgullo de esta nación austral: Paula Pareto.
Pese a su población superior a los mil 350 millones de habitantes, India todavía está muy lejos de ser potencia deportiva mundial.
Cuando uno nace y (sobre)vive entre la violencia, la miseria y otros estigmas centroamericanos, la gloria olímpica no es precisamente una prioridad, y menos en países donde la realidad impone un duro deporte: la “lucha” cotidiana por la subsistencia.
Existen razones para pensar en disímiles variantes de medallas para Centroamérica y el Caribe en Tokio 2020. Los sueños de ver ondear la bandera de los cinco aros están intactos y la región lucha contra todos los demonios con el claro designio de asaltar el Olimpo.
Tokio 2020 camina sobre una cuerda floja y su destino parece determinado por el azar de una moneda. La metrópoli espera sus segundos Juegos Olímpicos, pero un amasijo de interrogantes suscita un clásico examen de resiliencia hasta para el más común de los mortales.
Un viaje de 16 horas con escala en Marruecos parecía la última valla a saltar, camino a los Juegos Olímpicos de Moscú en 1980. El vuelo desde La Habana hacia la capital de la entonces Unión Soviética llevaba pasajeros variopintos, pero los más sonoros eran cubanos y mexicanos.
Los antiguos griegos, organizadores de los primeros Juegos Olímpicos en el año 776 a.C., no imaginaron jamás que estos se convertirían, con el paso de los años, en el evento deportivo más espectacular y movilizador del orbe.
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