Por Odette Díaz Fumero
Corresponsal en Rusia
El director de cintas cinematográficas como “Inocencia” (2018) y “AM-PM” (2023), entre otros filmes cubanos, se sabía un pelotero frustrado, pero también un testigo de una época donde un nombre reinaba con la fuerza de un puño: Teófilo Stevenson (1952-2012).
“Teófilo, como se titula la película, no es una biografía”, insiste Gil en diálogo exclusivo con Prensa Latina. “Es un acercamiento a la heroicidad”. Y lo es, porque más allá de las tres medallas olímpicas, del mito del peso completo, el director buscó filmar la historia del hombre.
A ese ser humano de carne, sudor y abnegación que desde el cuadrilátero se convirtió en un símbolo que no solo representó al deporte de la isla caribeña, sino que encapsuló el espíritu de una nación que vibraba, y todavía vibra, con cada golpe noble.
Tras sortear otros compromisos creativos, Gil volvió a la idea original, una película que no solo evocara al campeón, sino a todo un país en los años 70 del pasado siglo, tiempo álgido de la Guerra Fría. “No era fácil”, reconoce.
El cine en Cuba carga con sus propias complejidades, y las condiciones materiales no son las mejores, no es un secreto para nadie. Para lograr esta cinta luego de más de cuatro décadas había que recrear rings, zapatillas, guantes de época que ya no existen. Sin embargo, sobró entrega y se logró con el esfuerzo de muchos.
“En el mundo hacer cine es un lujo. En Cuba, en estas condiciones, es más que un lujo”, confiesa el creador. Pero hubo una fuerza mayor: el amor compartido por el séptimo arte y por la historia.
Así se unió un equipo, con una mística que Gil describe como “de orfebres”, y con la bendición de instituciones como el Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Recreación de Cuba, y el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos.
DEL CASTING Y LOS PERSONAJES
Para Gil el rostro del personaje de Roberto, que encarna al comisionado de boxeo nacional, lo tuvo claro desde el inicio, el actor Jorge Martínez.
Los demás fueron llegando por casting, y uno de ellos, el protagónico, lo hizo por obra casi documental. Alejandro Phillips, el joven que encarna a Teófilo, apareció de manera inesperada y mágica.
“Yo soy aquel estudiante de medicina que arrancó la flor en el cementerio en tu documental del 92”, le recordó un día un amigo que por azar encontró durante una función en el centro cultural Nave Oficio de Isla, ubicado en La Habana, quien se desempeña como vicedecano de la Universidad de las Artes (ISA) de Cuba, y le pidió ayuda para encontrar a “Teófilo”.
“Me llevó a Phillips y la conexión fue inmediata. Sin pruebas, un muchacho que entonces cursaba el tercer año del ISA”. Gil supo que era él al instante.
Y Phillips se entregó: aumentó de peso, entrenó con campeones, vivió el boxeo desde adentro. Y recibió algo más, la aceptación de la familia de Stevenson, en la comunidad de Las Delicias en Puerto Padre, en la oriental provincia cubana de Las Tunas, relata el realizador.
Ahí, frente a la tumba del campeón, ocurrió un momento que Gil no olvida. “Fue mágico. Como si una fuerza nos rodeara”, recuerda. La viuda, la hija que vive en México, los familiares… todos vieron algo en este pupilo. Lo llamaban “Teófilo”, le hablaban como a él. Le miraban las manos y decían: “así las tenía él”.
Cada detalle pesó. Desde el casting dirigido por Alfredo Felipe hasta la incorporación de Kike Quiñones en el papel de Alcides Sagarra, el maestro de los puños, figura clave en la narrativa del filme.
Pese a ser el último actor que llegó a la película, tiene un gran peso dramático, y además exalta el papel de este gran entrenador de la escuela cubana de boxeo.
Gil se empeñó en tejer una historia coral, donde cada hilo sostiene la imagen de un país que ha respirado boxeo desde siempre.
CUBA Y RUSIA UNIDAS POR TEÓFILO
Filmar en Rusia, en el sitio exacto donde Stevenson obtuvo su tercera medalla olímpica, fue cerrar un círculo, remarca Gil, al tiempo que enfatiza que el equipo técnico de los históricos estudios cinematográficos Mosfilm del gigante euroasiático, “fue como uno solo con el cubano”.
Stevenson es también parte de la historia de la colaboración de la extinta Unión Soviética con Cuba, la cual se extendió en todos los ámbitos, y él la exaltó en el deporte, con la figura del entrenador soviético Andréi Chervonenko.
Él fue el primero en colaborar con el boxeo de la mayor de las Antillas y en ser directamente su maestro, este vínculo también tiene reflejo en el filme mediante la actuación del artista ruso Aleksey Ryzhkov.
“Una experiencia de entrega, rigurosidad y profesionalidad que marcó también el tono emocional de la producción, donde culminamos el proceso de grabación de las últimas escenas y textos. Una experiencia que permitió comprender a todos que el cine, cuando nace del alma, trasciende idiomas.
“El proceso en general fue largo. Doloroso, a veces. Lleno de momentos en los que todo pudo desmoronarse. Pero llegó a término. Y ahora solo queda esperar”, narra Gil visiblemente emocionado.
“La gente no sabe todo lo que pasa detrás”, admite. “Lo que verá es una película. Pero esperarán una buena película. Y eso es una responsabilidad tremenda”. Porque Stevenson, dice el director, no es solo un personaje. “Es parte del imaginario colectivo. Todo cubano tiene su Stevenson”.
En ese sentido, recuerda que la cinta no es una biografía. Contiene elementos de su vida, pero también incorpora experiencias de otros boxeadores. Es una historia construida desde el alma, desde la necesidad de honrar la épica, de narrar una leyenda con respeto, con dignidad.
Y mientras se aproxima el momento de la pantalla grande, Gil se aferra a una certeza: “El cine es un arte importante. Costoso, sí, pero necesario. No podemos perder estas oportunidades”.
Cada película tiene su historia, su encanto, su aprendizaje. La de Teófilo no es la excepción. Es una ofrenda. Un sueño largo que, finalmente, se convierte en imagen. Y que, como los golpes del campeón, busca llegar al corazón del pueblo cubano y del mundo.
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