Junto a Azucena Villaflor, Mirta Baravalle y Nora Cortiñas, está ella, valiente e incansable, a pocos pasos de la Casa Rosada, en el lugar donde demandaron tantas veces la aparición con vida de sus hijos y comenzó la batalla por la memoria, la verdad y la justicia.
Pese a su partida física, la plaza y las calles la traen de vuelta en cada reclamo, en especial ante el creciente negacionismo y los discursos de odio, los ataques a la universidad que ella fundó, el incremento de la pobreza y un ajuste feroz sobre los sectores más vulnerables.
En cada manifestación están las Madres de Plaza de Mayo, la asociación que dirigió durante décadas y cuyas integrantes recuerdan cada jueves que rendirse no es una opción.
“El mayor legado de Hebe es y será siempre su enseñanza”, comentó a Prensa Latina la representante de esa organización, Carmen Arias.
Nos mostró que la lucha no se debe abandonar nunca porque no es por un rato, sino para siempre. Decía que eso lo aprendió de sus hijos, “como muchas otras cosas que ellos nos enseñaron”, afirmó.
Además, resaltó el ejemplo de su compañera y su constante labor en defensa de los derechos humanos en Argentina.
Ella tuvo el papel más importante para nosotros. Su recuerdo siempre está presente. A veces es doloroso y una se emociona, pero pensamos en ella cada vez que tenemos que decidir algo, qué diría, qué haría. Fue y será siempre una mujer valiente, amorosa, desinteresada, que pensaba primero en el otro, dijo.
Por su parte, el poeta, docente, periodista y militante de la asociación, Demetrio Iramain, declaró a esta agencia que el mayor legado de Bonafini es la impronta que le dio a Madres.
Se trata de una organización colectiva, producto de la lucha de un grupo de mujeres único en nuestra historia, madres de militantes políticos.
Ellas decidieron encarar una batalla muy importante que consistió primero en salir a buscar a los desaparecidos, después en reivindicarlos, y finalmente en socializar la maternidad, es decir, no recordar individualmente a cada uno ellos, sino a todos en conjunto, sin dividirlos por organización, pertenencia ideológica o método de lucha, explicó el autor del libro Hebe y la fábrica de sombreros, entre otros textos.
Los defendieron a todos por igual y los llamaron revolucionarios. La gran líder o la síntesis de esa construcción política es Hebe, explicó.
Bonafini fue la presidenta de Madres desde 1979, tras ser elegida por sus pares en la primera conformación de la asociación.
Ese cargo lo mantuvo hasta el último día de su vida, el 20 de noviembre de 2022. No era un puesto formal, sino que se validaba jueves tras jueves, hecho tras hecho, en todas las coyunturas que debieron atravesar, añadió.
Iramain recuerda que, para Bonafini, las mejores madres fueron Azucena Villaflor, María Eugenia Ponce y Esther Ballestrino, desaparecidas desde 1977 por las fuerzas del régimen.
Lo cierto es que esas tres mujeres, que fueron extraordinarias y absolutamente clave en la conformación del grupo, formaron parte del mismo por menos de un año, desde el 30 de abril hasta diciembre de 1977, cuando fueron secuestradas.
A partir de ahí surgió un núcleo que las reemplazó, dentro del cual está Hebe como figura más relevante. Su legado principal es haber construido, moldeado, dirigido y sintetizado a figuras muy heterogéneas y diversas, y conformado un movimiento político tan importante como todavía lo es Madres de Plaza de Mayo, apuntó.
Según el escritor, el papel de Hebe en la lucha por los derechos humanos está íntimamente ligado al que tuvieron las Madres.
Es una agrupación que se diferencia muchísimo de los demás organismos.
Para empezar, eligió como lugar para construirse, constituirse y desarrollar su lucha, la Plaza de Mayo, la calle, poner el cuerpo a la intemperie en plena dictadura militar, algo que no hizo ninguna otra organización de derechos humanos, señaló el escritor.
Eso se mantuvo incluso después de los secuestros de Villaflor, Ponce y Ballestrino, lo cual fue una gran prueba de fuego, indicó.
Muchos pensaban que era incorrecta la estrategia de marchar después de esos hechos, pero las Madres sostuvieron que era todo lo contrario, pues consideraban que había sido tan fuerte y efectiva esa presencia, esa ocupación política de aquel lugar, que la dictadura buscó escarmentarlas.
Decidieron persistir en ese camino y así lo hicieron. Varias no querían salir y ahí empezó el liderazgo de Hebe, quien iba casa por casa para convencerlas de seguir, como les había dicho Azucena. Evidentemente, tenían razón y nunca abandonaron la plaza desde entonces, añadió.
Para Iramain, uno de los aportes más relevantes de esas mujeres fue hacer de la defensa de los derechos humanos una lucha revolucionaria contra el sistema capitalista, pues “ambas cosas no pueden coexistir”.
Las Madres no se centran en dar testimonio del horror, la tortura y la muerte, ni en ocupar el lugar de víctimas, sino que ponen énfasis en lo que los desaparecidos hicieron, sus acciones revolucionarias, la solidaridad, el arrojo, la valentía y el altruismo que evidenciaban en su práctica política.
Eso fue lo que nos enseñaron y salieron a reivindicar. Pusieron siempre a aquellos jóvenes en el lugar de sujetos políticos y eso también es algo que las distingue y aporta a ese movimiento una singularidad muy grande, una subjetividad absolutamente clave, comentó.
Asimismo, consideró que Hebe es recordada hoy como una mujer valiente, coherente, que vivió como dijo, defendió su origen humilde, nunca le tuvo miedo a nadie y sintió un gran amor por sus hijos y una gran identificación con ellos.
En ese camino aprendió que su familia eran también los 30 mil detenidos-desaparecidos. Además, sobresalió por su coraje porque sabía que no quedaba otro camino en este país tan injusto, tan cruel a veces, señaló.
Siempre será recordada como una digna mujer de su pueblo, orgullosa de su origen y de los hijos que tuvo. Nunca permitió que se dijera una sola crítica o mentira sobre ellos.
Además, logró que aquella generación, la de los revolucionarios que están desaparecidos, esté hoy en un lugar muy alto y sea muy bien valorada social y políticamente.
Por supuesto que falta y ella siempre decía que era necesaria una gran reivindicación política, desde la más alta investidura del Estado, agregó.
Estoy seguro de que, a medida que pase el tiempo, Hebe será cada vez más importante y se podrá comprender mejor su gran aporte a la tradición de lucha de nuestro pueblo, aseguró.
UN TESTIMONIO DE LUCHA
Las Madres comenzaron a reunirse el 30 de abril de 1977 en la plaza e iniciaron así un extenso camino, a lo largo del cual serían perseguidas, vigiladas, detenidas, torturadas y, algunas de ellas, asesinadas, por no rendirse.
A partir de ese momento, no sin incontables obstáculos y amenazas, continuaron de manera incansable reclamando, no solo por el hijo propio, sino por las más de 30 mil víctimas del régimen instaurado por las llamadas Juntas Militares.
De esa manera, llegaron a conformar una de las más importantes fuerzas de resistencia en Argentina y sus pañuelos blancos se convirtieron en símbolo de oposición a la dictadura y de lucha contra la injusticia implantada por el nuevo mando, apoyado por Estados Unidos en el marco de la Operación Cóndor.
Desde entonces, cada jueves a las 15:30 marchan alrededor de la Pirámide de Mayo, no para que comprendan su dolor, sino para que entiendan su lucha.
Volver a la Plaza es como el encuentro con quienes nos faltan, un encuentro tácito, pero en serio, comentó Bonafini en una entrevista concedida a Prensa Latina meses antes de su fallecimiento.
Cuando bajamos de la camioneta, hay algo que nos conmueve, nos hace pasar los dolores y estamos bien, no sentimos nada. Pareciera que es un milagro, porque tenemos todas más de 94 años y cuando entramos allí estamos en otro mundo. La plaza es un lugar de encuentro, de lucha y de vida, aseguró.
Jorge Omar Bonafini tenía 26 años cuando fue secuestrado en febrero de 1977, en la ciudad de La Plata, y su hermano Raúl Alfredo, de 24, sufrió el mismo destino 10 meses después.
La esposa de Jorge, Maria Elena Bugnone, fue detenida en 1978.
Le cambiamos la historia a quienes querían que reconociéramos a nuestros hijos como muertos sin saber qué les había pasado, quiénes los habían asesinado y por qué. Ese encuentro cada jueves y ese sentirlos vivos es real. Ellos nos acompañan siempre en todo lo que hacemos, nos inspiran a hacer las cosas mejor y a crecer, declaró en su momento.
Por decretos del expresidente Raúl Alfonsín (1927-2009), en 1983 fue creada la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas.
En 1985 comenzó el proceso contra los dictadores Jorge Rafael Videla, Emilio Eduardo Massera, Orlando Ramón Agosti, Roberto Eduardo Viola, Armando Lambruschini, Omar Domingo Rubens, Leopoldo Galtieri, Jorge Anaya y Basilio Lami Dozo.
La sentencia de cinco de los nueve procesados fue considerada un hecho histórico y contra la impunidad del terrorismo de Estado.
No obstante, los familiares y amigos de las de víctimas de la dictadura continuaron demandando la continuidad de las investigaciones y la aplicación de la justicia contra todos los responsables de los crímenes cometidos.
Según recuerda la periodista y escritora Stella Calloni en artículos sobre el tema, ante presiones militares y políticas, en 1986 y 1987 fueron aprobadas por el Congreso las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, que establecieron la impunidad para centenares de acusados.
Los jefes militares quedaron en prisión, pero fueron indultados por el exmandatario Carlos Menem (1930-2021) entre 1989 y 1990.
Tras su llegada al gobierno en 2003, Néstor Kirchner (1950-2010) implementó medidas para separar de las Fuerzas Armadas a los responsables de aquellos hechos, transformar los centros clandestinos de detención y anular las leyes que permitieron a los culpables evitar las condenas correspondientes.
Desde entonces fueron procesados más de mil exmilitares y policías por delitos de lesa humanidad.
Hace tiempo que las madres dejamos de ir a los juicios porque no se llega a nada, indicó Bonafini.
Los militares te dicen todo lo que fueron capaces de hacer, pero no se aclara nada y, si alguna vez son encarcelados, los trasladan a instalaciones del Ejército o de la Marina, donde están con sus familias y tienen comida de la mejor. No es una prisión, señaló en esos días la fallecida activista.
Cuando menos te lo esperas están sueltos. Pese a los procesos iniciados hace 40 años, los mayores responsables no están verdaderamente detenidos, aseveró.
Para Hebe, la verdadera justicia “es que nuestros hijos vivan en cada compañero que levanta su bandera, en cada marcha y en los reclamos de los trabajadores y los pobres”.
Eso es lo que ellos querían. Se hará justicia cuando haya universidades para todos, cuando los niños no tengan hambre y cuando la gente defienda sus derechos, sobre todo, el de trabajar, afirmó.
Además de las numerosas pérdidas sufridas, las mujeres que decidieron convertir el dolor en fuerza y difundir la verdad de lo ocurrido durante la dictadura, fueron sometidas en aquellos años a horrores indescriptibles y al silencio punzante de una sociedad con miedo.
Uno de los momentos en que nos sentimos más amenazadas fue cuando secuestraron, torturaron, violaron y tiraron vivas al río a Azucena, Mary y Esther, y este pueblo no salió a reclamarlas. Nadie dijo nada, recordó Bonafini.
Las fundadoras de la Asociación fueron asesinadas con la colaboración de Alfredo Ignacio Astiz, quien fingió ser familiar de un desaparecido para espiar a las Madres.
En ese momento tomamos mayor conciencia de nuestra responsabilidad. No solo se habían llevado a nuestros hijos, sino también a nuestras compañeras. Cuando encontraron sus cuerpos, se descubrieron todos los crímenes cometidos contra ellas, apuntó Bonafini.
Pese a ese duro golpe, la lucha continuó y creció la necesidad de mostrar al mundo el terror perpetrado en Argentina.
Hebe reafirmó el compromiso de las Madres con los sectores más humildes y aseguró que volvería siempre a la Plaza de Mayo.
En cumplimiento de esa promesa, sus compañeras acuden a ese lugar cada semana a la misma hora, con los pañuelos blancos inspirados en los pañales de sus hijos, símbolos de lucha y amor.
En ese caminar, tomándonos del brazo, aferrándonos las unas a las otras, contándonos, también fuimos solidificando nuestro pensamiento, creciendo y tomando conciencia, afirmó Hebe en una conferencia en 1988.
“No nos interesa que recuerden a los desaparecidos y que quieran a las Madres. Nos interesa que acompañen a las Madres, pero, por sobre todas las cosas, que imiten a los desaparecidos. Que traten de ser como ellos, que lucharon por su pueblo, para su pueblo y con su pueblo”, dijo.
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