Por Orlando Oramas León
Corresponsal jefe en Uruguay
Según un informe de SEG Ingeniería, basado en datos de la empresa estatal de electricidad (UTE), el país sudamericano produjo el pasado año 14.290 gigavatios-hora, superior a los 10.662 GWh conseguido en 2023. Fue el segundo mayor registro en ocho años.
Poco más de la mitad de ese total correspondió a energía hidráulica, con 7.178 GWh, es decir, un 50,2 por ciento y más del doble que en 2023 (109,22 por ciento). La segunda fuente energética fue la eólica, con un 33,1 por ciento producto de 4.728 GWh, valor levemente inferior al del año pasado (0,31 por ciento).
Más atrás quedó la biomasa, con 1.823 GWh (12,8 por ciento y un aumento interanual del 60,34 por ciento). La energía solar aportó 428 GWh (tres por ciento del total).
Entre tantos números resultan llamativos los correspondientes a la generación térmica, aquella que quema combustibles fósiles y lanza gases de efecto invernadero a la atmósfera.
En 2024, de la chimenea de la termoeléctrica “José Batlle Ordoñez” apenas salió humo. Por esa vía se produjeron 133 GWh, solo 0.9 por ciento de la generación total y una importante reducción respecto a 2023, del 85,86 por ciento.
Mucho han cambiado las cosas desde que Uruguay entró al siglo XXI con una matriz compuesta por las centrales hidroeléctricas y las de generación térmica.
La base era la hidráulica, pero el país era muy dependiente del ciclo de lluvias y de la importación petrolera. De hecho, en 2023 el país sufrió una intensa sequía que agotó sus embalses y deprimió la actividad de las hidroeléctricas.
VOLUNTAD POLÍTICA COMPARTIDA
A partir de junio de 2024 Uruguay vivió intensas jornadas electorales que culminaron el 24 de noviembre con la elección del frenteamplista Yamandú Orsi como presidente electo. En octubre fueron elegidos los senadores y diputados al Congreso.
Fueron meses de polarización política, aunque de consenso en cuanto a las líneas estratégicas generales de la política energética uruguaya. En el tema energético hay voluntad política sobre la estrategia del país, dijo a Prensa Latina Fitzgerald Cantero, quien fuera director de Energía en el Ministerio de Industria, Energía y Minería hasta el momento en que entró de lleno en la campaña electoral por el oficialista Partido Nacional.
Refirió la aprobación en 1997 de una ley de marco regulatorio que puso fin al monopolio estatal en la generación de electricidad pese a dos referendos fallidos en su contra.
En 2005, con el gobierno del Frente Amplio del presidente Tabaré Vázquez, comenzó la amplificación de la matriz energética con ayuda de la tecnología y las primeras generaciones no convencionales a través de la biomasa. Luego le siguieron la eólica, más tarde la fotovoltaica y “se consolidó la política de Estado”.
“Podemos discutir si más megas, menos megas, si más eólica o solar, si hay que instalarlo hoy o en dos años, son debates técnicos válidos y bienvenidos. Pero hay una visión compartida de que la expansión va a ser sobre las energías renovables, y entre ellas, la mayor que será instalada en los próximos años será solar. Y eso tampoco está en discusión”, apuntó Cantero.
EFICIENCIA ENERGÉTICA
Conseguir la eficiencia energética cual propósito mayor va acompañado de metas como electrificar procesos con casi el 100 por ciento de energías renovables, descarbonizar la economía y, en un horizonte a más largo plazo, sustituir en lo posible los combustibles fósiles importados por energéticos de producción nacional, limpios y verdes.
Uruguay no tiene gas ni petróleo. Su única refinería estuvo paralizada varios meses por mantenimiento capital. Son miles de hogares, negocios y empresas que utilizan gas para la cocción de alimentos, la calefacción y otros usos.
“Creemos que la eficiencia debe ser considerada como un recurso energético más, como si tuviera una central hidráulica, una granja solar o un parque eólico”, valoró Cantero.
La interconexión eléctrica con Brasil y Argentina es también un tema de eficiencia. Cuando la sequía de 2023 Uruguay importó energía pues le era más económico y amigable con el medio ambiente que dejar prendidas las calderas de la termoeléctrica.
Hoy la situación es diferente. La presidenta de UTE, Silvia Emaldi, aseguró que la empresa recabó ganancias por más de 300 millones de dólares por la venta de electricidad, sobre todo a Argentina.
Destacó además los avances del nuevo parque solar en Punta del Tigre, que consolidará la estructura de producción de energías renovables.
A eso le sumó la instalación de 350 estaciones de carga para vehículos eléctricos en las autopistas y afirmó que “se prevé que Uruguay ya tenga nueve mil circulando por todas las rutas nacionales”.
La electromovilidad es una de las líneas estratégicas de la segunda transición energética uruguaya.
Luego de la industria, el transporte es el gran consumidor de derivados del petróleo y el responsable del 60 por ciento de las emisiones uruguayas de CO2 a la atmósfera. De hecho, la paulatina renovación de la flota de ómnibus de Montevideo se está ejecutando con unidades eléctricas que ya son parte cotidiana del paisaje metropolitano.
HIDRÓGENO VERDE
El futuro energético apunta hacia el hidrógeno verde y la obtención combustibles ecológicos y sostenibles.
Casi un año después de asumir un memorando de entendimiento, el gobierno uruguayo firmó acuerdo de implementación para ejecutar un proyecto de hidrógeno verde con la empresa internacional HIF Global.
Se trata de la instalación de una planta de producción de hidrógeno verde y combustibles sintéticos en Paysandú, al noroeste de aquí, con una inversión final de seis mil millones de dólares.
Pero el presidente Luis Lacalle Pou decidió que la Administración Nacional de Combustibles, Alcoholes y Portland (Ancap) quedara fuera de la participación inversionista, previamente establecida en un porcentaje máximo del 30 por ciento de la ejecución.
Ello provocó la renuncia del presidente de Ancap, Alejandro Stipanicic, y críticas de referentes del gobierno entrante del Frente Amplio.
A la par, el gobierno uruguayo licitará cuatro áreas del mar territorial para construir granjas eólicas a fin de desarrollar la producción de hidrógeno verde, un camino nuevo y caro, para el cual Uruguay busca inversión foránea y da sus primeros pasos.
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