Por Osvaldo Cardosa
Corresponsal jefe en Brasil
Por primera vez, el bloque -originalmente formado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica— reunió a 11 miembros titulares, 10 socios invitados y una decena de observadores internacionales.
El foro resultó un espacio multilateral de alto nivel que propició un necesario llamado al cambio.
Hubo jornadas intensas de debates, gestos políticos y discursos que buscan marcar el rumbo de un nuevo orden planetario, con el Sur Global como protagonista.
En su papel de anfitrión, Brasil aprovechó la ocasión para alzar una voz que ya no pide espacio, sino que lo ocupa, y lo hizo con palabra firme y serena en boca de su presidente, Luiz Inácio Lula da Silva.
“Nos corresponde a nosotros ocuparnos de esto”, afirmó Lula en la plenaria sobre medio ambiente, salud y la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Clima (COP30).
Su frase resultó más que una exhortación, fue el eje moral de una cumbre que apuntó a transformar el modelo de desarrollo sin dilaciones.
Brasil, que organizará la COP30 en noviembre en Belém, capital del norteño estado de Pará, quiere que esa cita sea histórica.
Será la primera vez que una Conferencia de las Partes se celebre en plena Amazonia, pulmón verde del mundo y termómetro del futuro climático.
En esa línea, Lula advirtió sobre la aceleración del calentamiento global y el riesgo de que los bosques tropicales lleguen a un punto de no retorno.
La solución, señaló, pasa por triplicar las energías renovables, duplicar la eficiencia energética y asegurar una transición justa.
El mandatario brasileño propuso una reorganización urgente de las prioridades globales: justicia climática, salud pública y financiamiento sostenible. “No hay derecho a la salud sin inversión en saneamiento, educación y vivienda”, subrayó, reivindicando un mayor margen fiscal para los países del Sur.
La crítica a las desigualdades estructurales fue otro eje de su discurso.
En un mensaje directo, denunció que enfermedades como el cólera o el mal de Chagas aún matan porque afectan a pobres y no a ricos. “Si estas dolencias afectaran al Norte Global, ya estarían erradicadas”, refirió.
Acusó a las élites globales de ignorar las enfermedades que asolan a millones en África, América Latina y Asia. Padecimientos evitables que persisten por indiferencia estructural.
“En Brasil y en todo el mundo, los ingresos, la educación, el género, la raza y el lugar de nacimiento determinan quién se enferma y quién muere”, denunció.
La cita no se limitó a declaraciones. Se ratificó el apoyo al liderazgo de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y se celebró el avance concreto de la Red de Investigación sobre la Tuberculosis, respaldada por el Nuevo Banco de Desarrollo (NBD, financiera del Brics) y el organismo sanitario de Naciones Unidas.
El Objetivo de Desarrollo Sostenible número tres (ODS tres), relativo a salud y bienestar, fue reivindicado como un compromiso ineludible.
RETOS AMBIENTALES
De igual manera, Brasil consolidó su imagen como líder ambiental. El embajador André Corrêa do Lago, secretario de Clima, Energía y Medio Ambiente de la Cancillería, valoró el apoyo unánime a la COP30 por parte del Brics.
“Fortalecer el multilateralismo y combatir el cambio climático son nuestras prioridades comunes”, señaló el también presidente de la COP30.
También el evento mostró la ambición inclusiva del bloque: participaron, entre otros, los máximos dirigentes de la ONU (António Guterres), OMS (Tedros Adhanom Ghebreyesus), Organización Mundial de Comercio (Ngozi Okonjo-Iweala), así como Dilma Rousseff, titular del NBD.
Por otra parte, el presidente anfitrión hizo un llamado a consolidar una nueva gobernanza multilateral, en el que organismos como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial o el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas dejen de funcionar bajo lógicas coloniales.
La redistribución del poder global fue otro de los pilares centrales del encuentro. “No podemos hablar de democracia global mientras unos pocos países decidan por todos”, sostuvo el jefe de Estado brasileño.
GUERRAS Y PAZ
La defensa de la paz también estuvo presente. Lula recordó que el Sur Global sufre las consecuencias de conflictos ajenos y exigió detener la carrera armamentista.
Admitió que el planeta atraviesa el período más inestable desde la Segunda Guerra Mundial, con beligerancias generalizadas y sin una autoridad legítima que pueda mediar.
“El Consejo de Seguridad de la ONU, que debería ser el paradigma para intentar prevenir estas guerras, es el promotor”, refirió.
Cuestionó la pérdida de credibilidad de Naciones Unidas y su incapacidad para actuar frente a conflictos como los de Iraq, Libia, Ucrania y la Franja de Gaza.
“Nadie pide permiso para hacer la guerra. Van, toman decisiones y la llevan a cabo. Y la ONU pierde autoridad para negociar”, aseguró.
Para Brasil, la cumbre fue una puesta en escena del nuevo rol que quiere jugar en el mundo: mediador del Sur Global.
En palabras de Lula, “tenemos que reorganizar las prioridades del planeta. La salud de las personas, la vida y la paz deben estar por encima del lucro y la guerra”.
La cita de Río no fue solo un foro de jefes de Estado, sino una plataforma de relanzamiento para una nueva diplomacia Sur-Sur que combina ambición con sensibilidad.
El desafío será ahora convertir las palabras en políticas, y las políticas en esperanza concreta para millones de personas.
Y para el Brics, irremediablemente ampliado, la lección es contundente: no hay paz sin justicia ambiental, ni justicia sin desarrollo equitativo. El Sur ha hablado, y esta vez el eco no podrá ser ignorado.
arb/OCS