Por Verónica Núñez Lastres
Colaboradora de Prensa Latina
Trompetista, amante del piano y a punto de graduarse como director musical de sonido en la Universidad de las Artes (ISA), en esta capital, se acercó al mundo de la producción durante su carrera, cuando empezó a tener acceso directo a sonidistas y soporte tecnológico.
Confesó que se acercó al reparto por cuestiones económicas; producía jazz y otros géneros cuando vio a varios colegas incursionando con éxito en esa tendencia; aunque hay quienes la ven como un atraso profesional, él considera que se puede trabajar y a la vez seguir superándote como músico.
Andy Despaigne se convirtió en productor del dúo Charly & Johayron alrededor de 2021; aún no eran tan populares como en la actualidad, pero su canción Tequila y limón gustaba entre el público juvenil.
En sus palabras, el reparto tiene una estructura muy sencilla: empieza, viene el bloque, el intro, coro, bloque de rapeo, coro, crédito, pauta, coro de nuevo y crédito; es un ritmo simplificado de la timba, de la música cubana.
Explicó que una orquesta de música popular que toque timba tiene entre 13 y 14 músicos; las de reparto casi la misma cantidad de instrumentistas, porque lo que se hace en vivo con los reparteros es timba.
Esta tendencia musical es polémica en Cuba; por lo general aborda temas vinculados a la violencia, la cosificación de la mujer, la marginalidad, la sexualidad, con letras explícitas y muchas veces vulgares; ha protagonizado debates intensos entre expertos de la industria y en redes sociales.
Sin embargo, es innegable su éxito popular y comercial dentro del país; los cantantes reparteros llenan de público los lugares donde se presentan y sus canciones se reproducen incluso en medios de comunicación.
Esta dicotomía centró la conversación con Despaigne, para conocer su punto de vista como músico, productor y consumidor de reparto.
-¿Cuáles crees que han sido los factores clave que han impulsado el crecimiento del reparto?
-Es complicado, creo que el crecimiento está en que habla sobre las problemáticas que tienen como tal los barrios, marginales, por así decirlo, de Cuba.
Ritmos y letras pegajosos, potables, que se dicen en la calle; las personas se sienten representadas porque están consumiendo algo que ellos mismos están viviendo.
El repartero escribe, por ejemplo, de un joven que le quitó la novia a otro y temas así; también habla de violencia, droga, de quién es más guapo (rudo), más valiente; es de alguna manera una forma de vivir para un gran número de jóvenes.
Gran parte del éxito radica en que, en sus inicios, el reparto fue más accesible al público que otros géneros; los costos de entrada a los eventos eran más baratos.
-¿Cuáles son los principales retos que enfrenta para posicionarse internacionalmente?
-Es una tendencia tan cubana, que internacionalmente no llama mucho la atención; influye que nosotros somos un país sin tanto alcance al mercado extranjero, sobre todo de Estados Unidos; esto limita mucho que el producto de nosotros no salga un poco más allá.
Otro aspecto son las letras, un tema complicado; los reparteros hacen música para cubanos; cuando tratan de escribir con perspectiva más internacional, no gusta en Cuba y si no gusta en tu nación, no trasciende a ningún lugar.
Como productor, creo que todos mis compañeros están trabajando en usar más sonidos internacionales, como los de Anuel, Peso Pluma, Jay Cortez, para de alguna manera influir en el algoritmo, en la industria.
-Una de las críticas principales al reparto radica en el contenido, muchas veces obsceno. ¿Qué opinas al respecto?
-Yo creo que esa situación se puede cambiar, se ha demostrado; hay artistas jóvenes que están haciendo reparto bastante consumible, letras que se pueden distribuir por cualquier medio oficial de este país o de cualquier parte del mundo sin problema, y no dejan de expresar la realidad.
Sí existe una tendencia de hablar lo que se consume en la calle, entre muchas cosas, sobre violencia, prostitución, drogas; yo no entiendo por qué, pero hay un público que lo escucha y entre más chabacanas son las letras, más gustan.
Sin embargo, la estructura musical, como dije antes, es muy sencilla, no hay muchas letras que decir y entonces la aprovechan para agredir los derechos de las mujeres, hablar de violencia o temas similares de manera chabanaca y despectiva.
-¿Cómo describirías su impacto en la industria musical cubana?
-El impacto ha sido inmenso, con gran popularidad y preferencia en el país, no solamente en los jóvenes, sino también en los adultos, porque es como un ciclo, un bucle.
Sales a la calle y en las cafeterías, en un taxi, está el reparto; es constante; llega un momento en que tú, inconscientemente, escuchas una canción, te gustó y la descargaste en tu teléfono.
No quiero decir que el reparto haya degradado otros géneros populares de Cuba, pero sí hay muchas personas que prefieren consumir los conciertos de reparto que los de otros artistas que son ejemplos en la música popular bailable.
De alguna manera eso es beneficioso y a la vez un poco enredado, porque para mí la mejor manera de construir una cultura es que todo esté muy equilibrado; el mismo joven que escucha reparto, quiero que escuche una canción romántica, de trova o popular bailable.
Los cantantes de reparto intentan mejorar un poco las letras para que sean menos chabacanas, aunque siempre va a existir quienes siguen apostando por ese tipo de canciones, y les funciona, porque tienen un público y un mercado.
Pero también están los que quieren salir de la lista nacional, y para lograrlo saben que tienen que cambiar sonidos, letras, ser un poco más versátiles; crear música que no solamente entiendan los cubanos.
El impacto de esta tendencia ha sido tan grande que algunas instituciones culturales de este país han empezado a comercializarla en gran parte de sus espacios televisivos, de radio y en los centros recreativos.
El reparto intenta representar al cubano, tanto musicalmente como en sus letras; y la gente cuando se siente identificada, lo hace suyo, parte de su vida y yo creo que ese es su impacto principal.
-¿Crees que perderían el éxito si sus letras fueran menos chabacanas y en muchas ocasiones groseras?
-Yo creo que esa es una característica del reparto, no las letras chabacanas en sí, sino hablar del pueblo; la popularidad no depende del artista, sino del público que lo consume.
Nosotros mismos como consumidores aceptamos que tenga letras así, creo que si se les quitan, no pierde su esencia; de alguna manera los artistas tienen que poder decir lo que se está viviendo sin llegar a la falta de respeto.
Una persona que tenía mucho talento para lograr eso era Juan Formell y los Van Van; hay que componer y escribir lo que dice el pueblo, pero con una medida en las letras, porque los niños las escuchan, personas mayores que vivieron otra época de la música están oyendo eso.
Hay que respetar también el arte y la cultura, porque tenemos una inmensa cultura musical, muy respetada en el mundo entero y no podemos ser los que la echemos a perder; creo que eso se puede hacer de una mejor manera.
arb/mml/vnl