Por Mariela Pérez Valenzuela
Corresponsal jefe en República Dominicana
En un contexto internacional dominado por el cálculo político y la conveniencia, ese gesto no solo denuncia la injusticia de la medida, sino que reafirma que la empatía y la defensa de los derechos de los pueblos continúan siendo actos de dignidad y resistencia.
No es una demostración menor. Mantener una posición firme de apoyo a un país pequeño, asediado y resistente, implica asumir un compromiso ético y político. Durante esta semana, el Movimiento Rebelde, el Frente Amplio, el Partido Comunista del Trabajo, la Asociación Máximo Gómez de Cubanos Residentes en República Dominicana y la Campaña Dominicana de Solidaridad con Cuba reiteraron lo que para ellos es una causa justa: poner fin a una política que, tras más de seis décadas, afecta profundamente la vida cotidiana del pueblo cubano.
El bloqueo —calificado por la mayoría de los países del mundo como ilegal, unilateral, injusto, criminal y violatorio del derecho internacional- no solo constituye un castigo colectivo, sino también una muestra del poder hegemónico que aún pretende imponerse en nuestra región.
A lo largo de los años, sus efectos se tradujeron en limitaciones materiales, pero también en una batalla por intentar desacreditar el ejemplo de soberanía y resistencia que representa Cuba.
Resulta significativo que el respaldo expresado en la República Dominicana provenga de sectores diversos: partidos de izquierda, movimientos sociales, organizaciones sindicales y cubanos residentes.
Esa convergencia refleja que el reclamo por su fin trasciende fronteras y es, ante todo, una defensa de la dignidad humana y del derecho de cada nación a decidir su destino sin presiones externas.
El dirigente sindical Juan Hubieres, presidente del Movimiento Rebelde, denunció a Prensa Latina las maniobras de chantaje empleadas por Washington para socavar el apoyo internacional a la Resolución que pide poner fin al bloqueo y que, una vez más, será presentada ante la Asamblea General de la ONU el martes próximo.
Su afirmación no es gratuita: el canciller cubano, Bruno Rodríguez, advirtió recientemente sobre las presiones ejercidas por Estados Unidos sobre varios gobiernos, con el objetivo de alterar la votación que, históricamente, condenó el bloqueo por abrumadora mayoría.
Esa práctica diplomática de coerción —que contradice el principio de igualdad soberana de los Estados— revela hasta qué punto la política exterior de Washington se apoya más en la imposición que en la persuasión.
Cada año, el mundo entero reafirma que el cerco contra Cuba carece de justificación moral ni política, y, sin embargo, el mismo país que se erige en defensor de la democracia y los derechos humanos persiste en violarlos con impunidad.
La presidenta del Frente Amplio, María Teresa Cabrera, recordó que República Dominicana ha mantenido una postura digna en cada votación de Naciones Unidas.
Su llamamiento al gobierno de Luis Abinader para que ratifique su voto a favor de Cuba tiene una carga simbólica importante: no se trata solo de un acto diplomático, sino de la reafirmación de una política exterior coherente con los valores de independencia y autodeterminación que históricamente han guiado a los pueblos del Caribe.
El respaldo expresado por la Asociación Máximo Gómez de Cubanos Residentes en la República Dominicana añade un componente emocional y humano a esta historia.
Para quienes viven fuera de Cuba, el cerco económico no es una abstracción política, sino una realidad que afecta a sus familias y limita los vínculos entre los pueblos. Su denuncia de la “infame campaña de descrédito” emprendida por Estados Unidos evidencia que el bloqueo también se libra en el terreno de la información, mediante la manipulación mediática y la guerra psicológica.
Del mismo modo, el Partido Comunista del Trabajo recordó que la lucha contra el bloqueo no es solo un asunto cubano, sino una causa universal.
Su secretario general, Manuel Salazar, habló de ejercer presión hasta que se haga justicia, confiando en que la conciencia global prevalecerá sobre los intereses hegemónicos. Esa confianza en la humanidad, aunque parezca utópica, ha sido siempre la fuerza moral que sostiene las grandes transformaciones.
Resulta inevitable preguntarse: ¿por qué persiste el bloqueo después de varias décadas de condenas internacionales? La respuesta no está en Cuba, sino en la lógica imperial que busca castigar la independencia y el ejemplo.
Cuba representa, desde 1959, la posibilidad de un camino alternativo y para quienes se benefician del statu quo, esa posibilidad debe ser sofocada a cualquier precio.
EL COSTO HUMANO
De marzo de 2024 a febrero de 2025, el bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por Estados Unidos a Cuba generó pérdidas estimadas en siete mil 556 millones de dólares, un incremento de 49 por ciento respecto al año anterior.
Las medidas restrictivas continuaron afectando sectores estratégicos como la energía, la salud, la alimentación y la infraestructura y limitaron el acceso a insumos esenciales y aumentando los costos operativos del país.
El daño ocasionado por esa política de Estados Unidos a la economía en solo 16 días es de 336 millones de dólares, cifra que equivale al financiamiento para cubrir las necesidades del Cuadro Básico de Medicamentos del país, precisa el informe de Cuba.
Según cifras oficiales, los perjuicios acumulados desde su implementación superan los 170 mil millones de dólares, una cifra que refleja el impacto sostenido de más de seis décadas.
El costo humano es igualmente significativo. Más del 80 por ciento de los cubanos han nacido bajo estas restricciones, lo que genera un efecto generacional que se traduce en privaciones y dificultades constantes.
La política de Washington ha limitado el acceso a medicamentos, equipos médicos y recursos básicos, afectando la vida cotidiana de las familias.
En adición, están las historias de varios miles de familias separadas. Detrás de cada estadística hay vidas reales, y es precisamente eso lo que hace de esa política unilateral un acto inhumano e injustificable.
La voz dominicana que se ha alzado en defensa de Cuba no es aislada. Es eco de una conciencia regional que reconoce que el destino de nuestros pueblos está entrelazado.
A pocos días de una nueva votación en la ONU, las palabras de Juan Hubieres resumen el sentir común: “El pueblo cubano se mantiene firme en su compromiso con la Revolución”.
Esa firmeza, acompañada del apoyo fraterno de naciones hermanas, demuestra que, aunque el bloqueo continúe, la solidaridad también se multiplica.
Hoy se reafirma en la República Dominicana un principio esencial: la justicia no se bloquea.
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