lunes 1 de septiembre de 2025

Luís Fernando Veríssimo, el artista que retrató Brasil

São Paulo, Brasil (Prensa Latina) Conocí a Luís Fernando Veríssimo en casa de sus padres, Mafalda y Érico Veríssimo, en el arborizado barrio de Petrópolis de Porto Alegre en 1974, tras mi salida de prisión. Fui a agradecerle a Érico las varias cajas llenas de libros que había enviado, a petición mía, a la biblioteca de la penitenciaria de Presidente Venceslau (S. Paulo), donde la dictadura me había aislado entre los presos comunes durante casi dos años.

Frei Betto*, colaborador de Prensa Latina

Interesado en releer “O Tempo e o Vento”, que estaba en posesión de Pedro, mi compañero de celda, le insistí durante semanas para que lo terminara. Un día me confesó que había estado posponiendo la entrega del libro porque le había gustado tanto que había comprado cuadernos gruesos para copiar a mano cada volumen de la trilogía. Me impactó tanto que le conté el incidente en una carta a Érico. Semanas después, envió cajas con libros suyos y de otros a la penitenciaria.

Me encontraba a menudo con Lúcia y Luís Fernando en eventos literarios, tanto en su casa de Porto Alegre como en Recife, en el apartamento de Leda Alves y Hermilo Borba Filho, donde nos alojábamos la pareja y yo durante nuestras visitas a la capital de Pernambuco. Parecía como si las conversaciones en aquel salón, con vistas a la playa de Boa Viagem, ya vinieran con derechos de autor, listas para ser convertidas en una obra de teatro, un cuento, una crónica, una anécdota de bar o incluso en un discurso de graduación.

Una tarde, al ser cuestionado sobre la política del momento, Veríssimo dijo algo tan simple y devastador que, hasta el día de hoy, me parece una síntesis de Brasil: «El problema no es que estemos mal gobernados. El problema es que estamos bien gobernados por quienes no deberían gobernar». Lo dijo mientras removía su café, como si hablara del tiempo. Y luego, se quedó callado. En cualquier contexto, Veríssimo tenía la peculiaridad de estar presente y, al mismo tiempo, parecer un personaje en sí mismo, refugiándose en el silencio, absorto en su subjetividad como un monje budista. Era como si hubiera sido inventado por Henfil**, escrito por Millôr** e interpretado por Chico Caruso**.

En mis lanzamientos de libros en Río, en el ” Esch Café ” en Leblon, Veríssimo iba acompañado de Chico Caruso y Jaguar**. Entre amigos, parecía un polizón de barco que, al ser descubierto, no fue expulsado, sino invitado a dirigir la orquesta. Escuchaba más que hablaba, y cuando hablaba, lo hacía en frases cortas y secas, tan precisas que parecían ensayadas durante siglos de reflexión.

Invitado a dar conferencias, Veríssimo no se detenía en el tema; prefería dejar que el público lo cuestionara. Así, el carácter dialógico le daba vida al evento. Sobre todo cuando dejaba de parlotear, sacaba su saxofón e improvisaba una actuación de jazz.

Veríssimo escribía como quien toma café sin azúcar, a sorbos rápidos y calientes, a veces amargos, pero siempre pertinentes. Su humor político desafiaba todos los parámetros proselitistas. Ácido y contundente, tanto en sus textos como en sus caricaturas, estaba imbuido de inteligencia.

Fue un cronista que no solo escribió sobre Brasil; radiografió la condición humana. Sus personajes, como Ed Mort, el detective privado torpe, el Analista de Bagé, la Anciana de Taubaté, las Serpientes, la Familia Brasi y Dora Avante, expresan y reflejan nuestras facetas más ocultas, aunque a la vez ridículas y verdaderas. Veríssimo fue el genio de la banalidad, un elogio superlativo para un artista que tocaba más de siete instrumentos: escritor, humorista, dibujante, traductor, guionista, dramaturgo y novelista. También fue publicista y corrector en periódicos.

Fue el personaje disfrazado más convincente. Escribía sobre una pareja que se pelea por el control remoto y hacia como que pareciera que estaba narrando la Guerra de Troya. Describía una cena insulsa como si pintara el techo de la Capilla Sixtina. Y hacía reír a la gente. Reírse de verdad, reírse de sí mismos, reírse tanto que no sabemos por qué. En medio de la dictadura, en el universo verissimiano, reír no era una opción estética, era una forma de supervivencia.

Veríssimo no necesitaba grandes acontecimientos para escribir. Bastaba un estornudo, un atasco, un trozo de queso olvidado en la nevera, y voilá!, se convertía en crónica. Su genialidad residía en comprender que la vida cotidiana es un escenario donde todos actuamos sin ensayo, y que la risa es el aplauso involuntario de quienes reconocen su propia torpeza.

En las presentaciones de sus libros, los lectores quizá hubieran querido pedir la receta de la felicidad en pastillas en lugar de un autógrafo. Porque, en el fondo, todos sospechaban que escondía en el bolsillo la sencilla fórmula para reírse de las desgracias antes de que ellas se rieran de nosotros.

No piensen que Veríssimo era solo un cómico con un manual de erudición bajo el brazo. Poseía la elegante melancolía de los verdaderos cómicos. Sabía, como pocos, que la ironía es hermana de la tristeza, y que a veces la risa es solo una forma de decir que no tiene sentido llorar. Su secreto era reír y hacer reír con poesía, burlarse suavemente, tirar piedras con la mano enguantada.

Y pensar que lo había visto tantas veces y nunca le había preguntado cómo lograba mantener tanta ligereza en aquel cuerpo enorme. Quizás la respuesta fuera esta: aprenda a reírse de uno mismo con la seriedad de quien sabe que la vida, si no es divertida, no tiene gracia.

(Luis Fernando Verissimo falleció en Porto Alegre el sábado 30 de agosto a los 88 años. Con más de 80 títulos publicados, fue uno de los escritores brasileños contemporáneos más populares. Hijo del también escritor Erico Verissimo, una de las figuras más destacadas de la literatura brasileña).

rmh/fb

* Escritor brasileño y fraile dominico, conocido internacionalmente como teólogo de la liberación, autor de 60 libros de diversos géneros literarios. En dos ocasiones, 1985 y 2005, mereció el premio Jabuti, el reconocimiento literario más importante del país. En 1986 fue elegido Intelectual del Año por la Unión Brasileña de Escritores. Asesor de movimientos sociales como las Comunidades Eclesiales de Base y el Movimiento de Trabajadores Rurales sin Tierra, ha participado activamente en la vida política de Brasil en las últimas cinco décadas.

**Destacados caricaturistas brasileños

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