Por Roberto F. Campos
De la redacción de Economía
Fotos del autor
A tan solo 500 metros de la ciudad de Trinidad, Patrimonio Cultural de la Humanidad, sobre las faldas y cima de una colina que posee un conjunto de cavernas y hermosos jardines, se halla este alojamiento.
La característica más notoria del lugar consiste en la posibilidad de abarcar con la vista toda la ciudad y un hermoso paisaje costero.
Ideal para vacaciones en familia, lunas de miel y circuitos, posee 114 habitaciones de las cuales 104 son estándar y 10 junior suite. Todas con aire acondicionado, caja de seguridad, teléfono, acceso a Internet y TV satélite.
Ahora bien, al margen de la reseña turística, lo que importa de esta instalación es su historia y, sobre todo, el esmerado desempeño de sus empleados que, pese a las dificultades económicas del país mantienen no solo a flote a Las Cuevas, sino que lo ubican como un lugar perfecto para estar, con gastronomía esmerada.
Son habituales visitantes de Francia, Reino Unido, Alemania y Países Bajos, quienes reconocen el lugar y por eso son repitentes.
La calidad de los servicios y el confort de las habitaciones distingue al hotel Las Cuevas del Grupo Cubanacán que pone a la mano de sus huéspedes los atractivos de Trinidad y su cercanía con el Valle de los Ingenios, también Patrimonio de la Unesco.
Realza el producto turístico la renovación de las diferentes áreas recreativas como el bar piscina con ofertas variadas, la terraza con espectáculos nocturnos y la discoteca Ayala que abre sus puertas toda la semana.
HISTORIAS DE HISTORIAS
Casi a mitad de la senda de piedra que conduce al hotel Las Cuevas, una estatua del Padre las Casas da la bienvenida al caminante. Dos indios arrodillados a sus pies confirman lo que puede leerse en la placa, Fray Bartolomé de las Casas (1454-1566). Misionero dominico español, dedicó su vida y obra en favor de los indígenas americanos. Se le conoce como el protector de los indos.
El monumento, develado el 6 de junio de 1955, identifica al primer centro turístico construido en Trinidad con categoría de motel en esa época. Y es que la instalación se concibió al principio como aldea india con cabañas diseminadas en la ladera de una loma.
Grutas naturales complementan el entorno, resalta entre ellas la Cueva Maravillosa, que se convirtió en celda, escondite, hasta los últimos días de Caucubú, la india más hermosa del cacicazgo de Guamuhaya.
Allí encontró refugio cuando la persiguió el conquistador español Vasco Porcayo, que la quería hacer suya.
El proyecto del motel lo concibió y llevó a cabo Manuel de Jesús Bécquer Medina, segundo historiador de Trinidad.
Se dice que los indios llevaban hasta la entrada de su caverna las mejores frutas y las más bellas flores, costumbre que se mantuvo hasta la muerte del último taíno de esos lugares.
Cuenta la leyenda que, en las noches de luna llena, cuando los vientos del norte hacen murmurar los árboles de la loma, aparece su imagen a la entrada.
Bécquer Medina fue figura principal del movimiento que se organizó en 1940 en aras de la conservación de la ciudad, dato aportado en su momento por la doctora en Ciencias del Arte Alicia García Santana, historiadora e investigadora.
Otra curiosidad del lugar lo es la Discoteca o Disco Ayala, en una cueva natural, perteneciente a un amplio sistema cavernario, a 45 metros bajo tierra, donde se ejecutaron algunas acciones imprescindibles para adaptarla al servicio recreativo.
Ese centro nocturno es toda una novedad, su capacidad, según estudios de especialistas del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (CITMA), ronda los 600 clientes.
Entre luces multicolores, música tecno, salsa y baladas, apenas se percibe allí el transcurrir de la noche.
Se trata de una cueva natural, dotada de una leyenda. La gruta sirvió de guarida a Carlos Ayala Agama, un maleante que vivió a finales del siglo XIX en Trinidad, tristemente célebre por sus crímenes, por los cuales el sistema judicial lo condenó a pena de muerte.
Y pese a su oscuro pasado, dicho escenario constituye en el presente un espacio de alegría y complemento de un bello hotel que domina con vista panorámica una de las ciudades más relevantes para el turismo cubano, Trinidad.
TRINIDAD DE CUBA
Es un lugar verdaderamente interesante, sobre todo para quienes quieren conocer sitios vinculados con la cultura cubana. Se trata de Trinidad de Cuba, la ciudad que mejor conserva la arquitectura colonial en el país.
La parte vieja de la villa impresiona por sus piedras de río, repartidas entre las calles, capaces de recrear la mirada con añejamientos y permitir a la imaginación un viaje al pasado.
Las piedras constituyen el símbolo clave, pues enlazan mar, río y ciudad, encanto adicional y particular de la villa de Trinidad o La Santísima Trinidad, impecable muestra de estilos a partir de balaustradas, barandas, rejas, dibujos, sillas, portales y techos de tejas rojas acanaladas.
El 23 de diciembre de 1413, en su trasiego hacia la bahía de Jagua, llegó el Adelantado Diego Velázquez de Cuellar a la futura Trinidad. Luego escuchó, junto a 20 de sus hombres, la primera misa del lugar oficiada por Fray Juan de Tesin, su capellán.
Entonces nombró a la ciudad Manzanilla y permaneció allí hasta fines de ese año. La villa fue próspera, pero en 1518 Hernán Cortes casi la despuebla en su empeño de buscar seguidores para la conquista de México.
De 1579 a 1585 fue repoblada por españoles y se le concedió el título de ciudad.
Tabaco, cueros y carnes saladas caracterizaron el comercio del centro urbano. Desde 1673 el azúcar fue su signo que pobló el territorio de haciendas e ingenios, hasta tener su Valle de los Ingenios o la Torre Manaca-Iznaga como símbolos del auge del dulce.
En la segunda mitad del siglo XVIII se añaden la cera, la miel y el café a sus renglones económicos, haciéndola nuevamente prospera. Es 1720 la época del auge y un nuevo declive en 1857.
Fue olvidada, y ello permitió que hoy conserve de mejor forma la arquitectura colonial. En la zona operan además los hoteles Ancón y Costa Sur, y otros nuevos como es el caso de Meliá Península o Mystique.
En la ciudad está la casa donde pernoctó el científico alemán Alejandro de Humboldt -considerado el segundo descubridor de Cuba, tras Cristóbal Colón.
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