Por Roberto F. Campos
De la redacciòn de Economìa
Tales historias de la hotelería habanera forman parte de la estrategia de las autoridades que aprovechan el brillo de otros tiempos de esos establecimientos para alimentar la curiosidada de viajeros atraídos por un descanso activo de cara a la historia y la cultura.
El Capri, que reabrió sus puertas en diciembre de 2013, tiene un atractivo particular para quienes conocieron la Cuba de otros tiempos, o simplemente prefieren disfrutar de un lugar céntrico, aunque ese también es el caso de otros hoteles como el Nacional, Sevilla, o Riviera.
Ese cuarteto de instalaciones posee tiene un vínculo de antaño con la mafia, que se enseñoreó en La Habana en los años 40 y 50 del pasado siglo, hasta el punto de que en una de las películas de la saga El Padrino, se menciona al Hotel Nacional de Cuba y una reunión mafiosa ocurrida en 1946.
El Hotel Sevilla Biltmore, a un costado del Paseo del Prado, fue conocido como Gran Hotel Sevilla, inaugurado el 22 de marzo de 1908 y el primer establecimiento de lujo en La Habana.
Un lugar como ese incluye en la galería de sus huéspedes a significativas celebridades del mundo del arte como el tenor italiano Enrico Caruso o la diva estadounidense Josephine Baker.
El Sevilla tuvo su ampliación en 1924 y adoptó el nombre de hotel Sevilla Biltmore Havana City (hoy simplemente hotel Sevilla).
La arquitectura y decoración tanto del Nacional (abierto el 30 de diciembre de 1930) como la del Sevilla, impresionan por sus relieves, paredes y columnas, la estirpe de su posicionamiento, balaustradas y estilo, aún conservados.
DE HISTORIAS INTERESANTES Y VARIOS HOTELES
Pero el Sevilla fue también comandancia de un capo mafioso encubierto, que reinaría en un mundo de vicio y negocios turbios como lo fue Don Amleto Battisti y Lora que se apoderó de su administración a partir de 1939.
Desde esta casa de descanso, Battisti expandió su interés sobre todo en materia de juego, carreras de caballos, casinos, prostitución organizada, compañías de bancos y nexos con la mafia internacional. Fue tal su engarce con la realidad cubana que incluso tomò parte en la política nacional.
El hotel también estuvo en manos de la familia del calabrés don Amadeo Barletta Barletta que enraizó la delincuencia ede cuello blanco en Cuba. Y por si fuera poco, representó los intereses de Benito Mussolini en América, hasta incluso figurar para los historiadores como doble agente de inteligencia.
De procedencia italiana y fuertes vínculos estadounidenses, es perseguido en 1942 por el Burò de Investigaciòn Federal, de Estados Unidos, del cual escapò al abandonar el paìs caribeño, en particular, el hotel Sevilla, adonde regresò en 1946 para representar también a la General Motor, además de instalarse en la habitación 724 del hotel Nacional.
El hotel Capri aparece vinculado en 1955 mediante una ley del presidente Fulgencio Batista (Ley de Hotel 2070) que favorecía incentivos fiscales, prèstamos del gobierno y licencias de casinos.
Dicho proyecto corriò a cargo de Meyer Lansky, otro mafioso de creencias judìas que estableciò su cuartel general en el hotel Riviera.
El Capri, abierto en noviembre de 1957, resultó de los primeros de la zona moderna de La Habana, en la Calle 21, a solo dos cuadras del Nacional.
Su casino tuvo gran apogeo, y su piscina de la azotea se puede apreciar en filmes significativos como el de Carol Reed “Nuestro hombre en La Habana” o (después del triunfo revolucionario de 1959) “Soy Cuba”, de Mikhail Kalatazov.
El Capri destilaba mafia por los cuatro costados, pues su propietario era Santo Trafficante Jr., de Tampa, Florida, y su casino lo operaba Nicolás Di Costanzo y Charles Turín (conocido como Carlos Tourine, y Charley The Blade).
Quizás uno de los ejes mafiosos más importantes estaba en el Hotel Riviera, que iba de la mano ensangrentada de Meyer Lansky por su rècord de vìctimas y delitos.
Esos hoteles pertenecerían a una cadena más amplia que la mafia italo-estadounidense planeaba construir a partir de los años 50 del pasado siglo, que abarcarían el litoral habanero.
Incluso, se sumaban a tal idea el hotel Deauville, y la propia Marina Hemingway en la parte oeste capitalina, con una serie de clubes privados que por toda esa zona existían, pero el proyecto se frustró con la Revolución cubana.
El Capri agrandó su expectativa al cerrar en 2003 y recomenzar la reparación general en 2010. Con su reapertura, renaciò el interés por conocer de las anécdotas, historias y leyendas que atrapan a esas casas de descanso.
También habría que mencionar en ese panorama al hotel Habana Libre (Habana Milton en su momento), quizás la más céntrica y cosmopolita casa hotelera de toda Cuba, por encontrarse en la vía La Rampa, el lugar por donde transitan miles de personas diariamente, abierto también en los años 50.
Y es el caso reconocido por representantes de agencias de viajes, que estos hoteles tienen entre sus huéspedes siempre a estadounidenses, quienes burlan las restricciones de su gobierno, que ya lleva desde los 60 con barreras económicas y comerciales contra Cuba.
El Capri, a unos 10 minutos en coche de La Habana Vieja, y a media hora del aeropuerto internacional José Martí, dispone de 250 habitaciones en las calles 21 y N, y su Salón Rojo, que nunca dejó de funcionar, sirve para parrandas nocturnales, mucha música y baile cubanos.
A ese hotel lo acompañan fantasmas mafiosos como la del actor George Raft, a quien la imaginerìa de los turistas estadounidenses lo asocia con visiones de su presencia en los pasillos.
Tal estrategia, psicológica o literaria, por llamarla de algún modo, estimula a hospedarse en lugares como el Capri, el Nacional, el Sevilla, Habana Libre u otros de los tantos hoteles, unos más viejos que otros, ahora con su nuevo empaque, sin perder el estilo antaño.
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