Por Julio César Mejías Cárdenas
Jefe de la redacción de Deportes
Pocos brindan favoritismo al más alto de estatura (1,93 metros), el trinitario Hasely Crawford, incluso con pronósticos de ser precedido por el italiano Pietro Mennea y los dos grandes ausentes de la final: el cubano Silvio Leonard y el estadounidense Steve Williams, ambos lesionados.
Riddick había llegado con la mejor marca de esa temporada (10,05 segundos), secundado por Williams (10,08), Quarrie y Borzov (ambos con 10,16) y este último avalado además con su condición de doble campeón olímpico (100-200 m) en la edición anterior de Munich 1972.
Leonard venció a Crawford un año atrás en la final de los Juegos Panamericanos acogidos por la capital mexicana, pero se lesionó apenas iniciadas las competencias en la urbe canadiense.
Mennea, uno de los mejores especialistas en 200 m —bronce olímpico cuatro años antes en Munich— también se presentó con una marca mejor que el ídolo caribeño (10,20 por 10,21).
Tras el disparo de salida, Quarrie, mucho más bajo de estatura que Crawford, tomó la delantera gracias a una impresionante arrancada, que dejó prácticamente sin opciones a Riddick y al veterano Borzov.
Sin embargo, pasados los 50 metros, la afición se entusiasmó con el fuerte acelerón del trinitario, quien desde ese instante no sólo sobresalió por su evidente mayor estatura sobre sus rivales —sólo Borzov se le acercaba— sino por el contundente remate final que le dejó con el oro y tiempo de 10,06.
Crawford olvidó entonces el percance de Munich 1972 cuando se lesionó en la final apenas dejar el bloque de arrancada y confío en su habitual potencia entre los 60 y 90 metros de carrera para relegar al jamaicano Quarrie al segundo lugar con 10,07.
Tampoco cometió deslices como los que le privaron del oro de los juegos continentales de Ciudad de México ante el cubano Leonard.
Fue esta, por cierto, la segunda final olímpica del hectómetro en que Estados Unidos quedaba fuera del podio —el bronce se lo agenció Borzov (10,14)— pues antes ocurrió en Amsterdam 1928 cuando las preseas quedaron en manos del canadiense Percy Williams, el británico Jack London y el alemán Georg Lammers.
Después tampoco ningún norteño resultó medallista en esta distancia en Moscú-1980 (no participaron) y cuando fueron anfitriones por cuarta ocasión en Atlanta-1996.
El triunfo de Crawford abrió la senda dorada olímpica de Trinidad y Tobago, nación conformada por dos islas principales y varios islotes, en su mayoría deshabitados, ubicadas todas al norte de la desembocadura del río Orinoco, en la costa septentrional de Surámerica.
Antes de su hazaña, en Tokio 1964, Wendell Mottley (plata en 400 m) y Edwin Roberts (bronce en 200 m), además del relevo 4×400 que ambos integraron ganador de bronce, psoeyeron la actuación más descollante para ese archipiélago caribeño en Juegos Olímpicos.
Crawford, nacido el 16 de agosto de 1950 en San Fernando, segunda ciudad más importante del país —precedida por la capital Puerto España— debutó en lides de alto nivel con un quinto lugar en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Panamá 1970.
Ese propio año ganó su primera medalla en competencias de elevado rango: bronce en los Juegos de la Mancomunidad Británica, efectuados en Edimburgo, la capital escocesa.
En Montreal 1976, también avanzó a la final de los 200 metros, en la cual un tirón muscular le hizo llegar último.
Realmente el doble hectómetro no era su fuerte, pues su potencia disminuía considerablemente más allá de los 120-150 m, ni tampoco logró armonizar con la veleidosa curva inicial de dicho evento, hecho a la medida, por ejemplo, para su contemporáneo el italiano Mennea, bronce olímpico en Munich 1972, campeón en Moscú 1980, bronce en el Mundial de Helsinki 1983 y recordista mundial (19,72 segundos) de 1978 a 1996.
Después de coronarse en Montreal, Crawford volvió a destacar en 1978 con otras dos medallas en los Juegos de la Mancomunidad Británica: bronce en 100 m —precedido por Quarrie y el británico Allan Wells, campeón olímpico en Moscú dos años después — y plata en el relevo 4×100.
Su última presea en la alta competición fue el oro conquistado como integrante de esta última prueba en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de La Habana 1982.
Ni en los Panamericanos de San Juan 1979, ni en los Juegos Olímpicos de Moscú 1980 y Los Angeles 1984 logró avanzar siquiera a semifinales.
Luego de su victoria olímpica fue premiado con la Cruz Trinitaria y en la actualidad el estadio más importante del país lleva su nombre.
Tras su éxito, apenas surgieron otros velocistas de su talento en la nación caribeña, hasta la aparición de Ato Boldon, quien ubicó a Trinidad y Tobago en el medallero olímpico con sendas preseas de bronce en 100 y 200 m en Atlanta 1996.
Si bien no logró erigirse campeón como Crawford, Boldon se consagró como el máximo medallista olímpico trinitario al conquistar plata (100) y bronce (200) en Sydney 2000.
En Atenas 2004, el nadador George Bovell (bronce en 200 m estilos) mantuvo al país caribeño entre los ganadores de preseas.
Mientras en Beijing 2008, los velocistas sumaron par de preseas: una plateada de Richard Thompson en los 100 m y de oro para la cuarteta del relevo corto (Keston Bledman-Marc Burns-Enmanuel Callender y Thompson), que concluyó en la segunda posición, pero ascendió a la primera por la descalificación de la estafeta de Jamaica por el dopaje de Nesta Carter.
Hasta la fecha, la cita de Londres 2012 resultó la más productiva para el deporte trinitario, con el tercer oro en su historia olímpica, gracias al jabalinista Keshorn Walcott y otras tres preseas, una de plata y dos de bronce.
La plateada correspondió al relevo corto, integrado por los mismos corredores que cuatro años atrás y otra vez favorecidos por la descalificación de una cuarteta rival, en este caso la de Estados Unidos que llegó en la segunda posición, pero el dopaje de Tyson Gay les sacó del podio.
Las de bronce correspondieron a Lalonde Gordon en la vuelta al óvalo y el propio Gordon junto a sus compañeros Jarrin Solomon, Ade Alleyne-Forte y Deon Lendore en el relevo 4×400.
Walcott repitió podio en Río 2016, esa vez de bronce, en tanto que en Tokio 2020 la delegación trinitaria se fue en blanco.
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