El proceso conlleva un incremento del porcentaje de europeos en la estadística global sobre ese indicador, con tendencia a amplificarse durante las próximas cuatro décadas, lo que, unido al aumento de la población de la tercera edad, traerá consecuencias en varias esferas de la vida y el desarrollo.
Al respecto, la Organización de Naciones Unidas (ONU) lanzó una serie de directrices para orientar a los países afectados, a los cuales pide que tengan en cuenta este hecho a la hora de implementar sus políticas sociales.
La pandemia de Covid-19 y su mayor incidencia en adultos mayores, entre otros factores, hizo que la Comisión Europea lanzara lineamientos para exigir el desarrollo de un Marco Estratégico para la Transversalización del Envejecimiento con vistas a asegurar su consideración e integración sistemática en las políticas públicas.
Pero esas intenciones chocan con obstáculos como la falta de conocimiento y conciencia de las preocupaciones que trae el envejecimiento y las necesidades de los diferentes grupos de edad, incluidas las personas mayores. También la falta de compromiso, recursos políticos, y la experiencia limitada en la integración sistemática del envejecimiento.
Las doctoras Dixie Edith Trinquete y Matilde de la Caridad Díaz, directora y especialista del Centro Cubano de Estudios Demográficos, respectivamente, definieron, en declaraciones exclusivas a Escáner de Prensa Latina, las causas de este fenómeno en el llamado viejo continente.
En este contexto surge un fenómeno descrito como transición demográfica, entendida como el cambio que experimentan las poblaciones de altas a bajas tasas de natalidad y mortalidad.
Por otro lado, la disminución de la mortalidad normalmente precede a la reducción de la fecundidad, lo que resulta en un crecimiento de la población durante el período de transición.
Además, el rápido envejecimiento de la población de la Unión Europea, la región más afectada en todo el orbe por este fenómeno, amenaza con socavar la competitividad del bloque, exacerbar la escasez de mano de obra, inflar los presupuestos públicos y ahondar las desigualdades regionales.
Un reciente informe sobre el cambio demográfico emitido por Eurostat, la Oficina Estadística de las Comunidades Europeas en Luxemburgo, y publicado por la CE, presenta un panorama alarmante de la profunda transformación social y económica provocada por la disminución de la población activa.
El país más afectado es Italia, donde el creciente número de pensionistas no se corresponde con el de recién nacidos y en ese contexto los esfuerzos del Gobierno de derechas de Giorgia Meloni por impulsar la natalidad no lograron hasta ahora revertir la tendencia demográfica.
Le sigue España, donde todos los indicadores estadísticos alertan además que la natalidad tampoco promete un futuro esperanzador, pues en 2023 hubo allí 322 mil 75 nacimientos, la cifra más baja desde 1941, según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística.
Ese dato puede explicar el aumento de la edad media recogido por Eurostat, ya que cada vez hay menos nacimientos y una esperanza de vida más elevada.
Así, la mayoría de las regiones del llamado viejo continente verán duplicadas en los próximos 30 años su población mayor de 60 años. Por otra parte, las personas cuyas edades superan los 80 años, se incrementarán drásticamente.
El continente muestra una tendencia notable ya desde hace varios años y expresado en las gráficas de población que cada vez son más anchas en los años de jubilación y más estrechas en las edades de trabajar.
Los estudios indican que esa tendencia no se va a cambiar de dirección, más bien seguirá hacia el camino del envejecimiento y en la población laboralmente activa puede conducir a nuevas formas de trabajo y a un incremento de cargas sobre la masa trabajadora para mantener la creciente mayoría que no lo será.
Según el informe de Eurostat, esta tendencia acarreará también profundas consecuencias para los sistemas de protección social, particularmente las pensiones y también subirá significativamente el gasto en sanidad.
La implementación de políticas inclusivas y que tengan en cuenta esa realidad resulta vital ante una realidad que lejos de revertirse parece marcar tendencia, no solo en Europa, sino en todo el orbe, con excepción de África y algunas regiones de Asia.
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