Por Adis Marlén Morera Ruiz
Redacción de Cultura
El artista participó en la edición 44 del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano para presentar la cinta argentina-uruguaya “El viento que arrasa” (2023), ganadora del premio que concede la Federación Internacional de la Prensa Cinematográfica (Fipresci), y en la que interpreta a un mecánico.
Sobraron motivos para que Prensa Latina colocara su mirada sobre él y conversara en exclusiva acerca de ese universo que le rodea, enriquecido por una vasta filmografía francesa y por dar vida al capitán Vidal en El laberinto del fauno (2006), de Guillermo del Toro.
Sergi López consideró que le debe mucho a Francia, pero sobre todo a conocer personas en un momento determinado que le cambiaron la vida.
Me encontré con Manuel Poirier, un director francés que escribió un guion donde había un personaje de 25 años con acento español, yo acababa de llegar a Francia con mucho acento y le pareció ideal para ese rol, destacó.
A partir de ese momento, realizador e intérprete fusionaron virtuosismo en múltiples películas, entre ellas Western, la cual conquistó el premio del jurado en el Festival de Cannes, en 1997.
Sus dotes interpretativas le valieron prestigio internacional y valiosos reconocimientos, entre otros, el Premio Pasinetti-Mejor actor en el Festival Internacional de Cine de Venecia (1999) por Una relación privada y el César a Mejor actor en 2001 por Harry, un amigo que os quiere. Su actuación en este filme le mereció en 2000 el premio al mejor actor europeo.
UN HOMBRE AFORTUNADO
Visiblemente emocionado habla de la suerte que llegó a su vida en manos de Manuel Poirier y de Francia: gracias a eso, hoy formo parte de un imaginario colectivo del cine francés cuando no soy francés y nunca lo seré, puntualizó.
En su opinión, tiene mucha culpa el hecho de que en Francia consideran al cine como un patrimonio nacional, “y para alguien que se dedica a esto es una suerte”.
Nunca se imaginó entre los rostros más destacados del séptimo arte, los personajes y el éxito lo abrazaron casi por azar del destino.
Fue un poco por accidente, en los años 90 me trasladé a París para estudiar teatro. La secretaria de la escuela, que había estado casada con un catalán y les tenía a ellos más cariño, me mostró un cartel donde buscaban a un actor con acento español para una película, significó.
Sobre esa anécdota, cuenta que no había hecho un casting en su vida y fue solo por curiosidad. “Nunca quise hacer cine, me encontré con Poirier que buscaba un personaje parecido a mí, le gustó y nos entendimos”.
Aunque en aquella época, igual que ahora, se movió con majestuosidad por disímiles películas y personajes, confiesa haberse sentido como un farsante, pensaba que no hacía un cine verdadero al ser amigo de un director que lo llamaba para sus proyectos, algo que acabaría en algún momento, imaginó.
No obstante, su carrera artística continuó en ascenso, y como afirmó “estar en Francia con este acento que, en lugar de un defecto significó una virtud, otorgó cierto encanto a los personajes. Todavía hago cine sin entender cómo ocurrió, pues como dices tú, nunca me atreví a soñar lo que me pasaba”.
A su juicio, el cine es demasiado costoso y dependes de las propuestas de otros, por lo que le parecía muy lejano y complicado. “Nunca fue pensado estratégicamente, sin embargo, ahora sí creo que me dedico a esto”.
Es innegable su capacidad para apropiarse con naturalidad de los más variados roles. Para esta reportera, admiradora de El laberinto del fauno y de su bien lograda personificación del capitán, resulta imposible asumirlo tal cual es, un hombre amable y con una vis cómica increíble.
¿Cómo logra desdoblarse con tanta facilidad?, le pregunté.
Quizás porque antes de hacer teatro y cine, incursioné en el teatro de aficionados con una obra religiosa que montaban en mi pueblo en la época de navidad. Asumir el rol de Satanás o cualquier personaje diferente, ha sido para mí como un juego, puntualizó.
Representar a un fascista en El laberinto del fauno, que no sonríe y mata a una niña como si matara a un mosquito son cosas muy terroríficas, en ningún momento me lo planteo, me siento muy lejos del capitán Vidal, soy un tipo simpático, más bien extrovertido, aseguró.
Se fía mucho de la primera lectura al personaje, mencionó, algo que en su opinión se complementa dialogando con los otros actores y con el director, quien le indica cómo debe mostrarse en la escena.
Durante su estancia en La Habana fue testigo de la hermandad que aquí se respira y del inmenso corazón que late por hacer realidad un sueño en común: el cine latinoamericano.
Hay mucha riqueza y mujeres, más que cuando era joven, y eso está bien. También miradas diversas con personas cinéfilas y con jóvenes realizadores, quienes apuestan a un cine contemporáneo y experimental, aseguró.
Percibo cierta hermandad, siento que hay algo más legítimo entre las personas, entre toda Latinoamérica. Compartís un corazón muy fuerte con miradas distintas, y es bueno ver a jóvenes que creen que el mundo puede cambiar, puntualizó.
Desde su visión, ¿cómo valora el cine que se realiza actualmente?
Encuentro que el cine, como el mundo, atraviesa por un momento muy difícil, pues el capitalismo y la manera de consumir el audiovisual son tan desenfrenados que al final necesitamos contenido y todo vale, es decir, antes tenía una parte más imaginativa y arriesgada, argumentó.
Añadió que “el cine necesita perpetua y continuamente preguntarse de qué habla y para qué sirve. Pienso que este, como el teatro y la literatura, deben tener una vocación transformadora”.
De Cuba y de los cubanos, ¿qué se lleva?
De los cubanos que sois unas máquinas, veo la complicada situación y como continuáis acogiendo a los extranjeros con una sonrisa, la capacidad que poseéis, humana y humanísticamente, refirió.
Lo que tenéis con la cultura, el cine, la música, la literatura y la pintura, en España, Europa y Occidente es un mercado. En cambio, aquí te percatas de esta educación socialista, colectiva, de que existe algo que nos une, lo cual me parece una potencia fuerte y necesaria, y ahí está, continúa siendo una elección venir a Cuba, aseguró.
Ha transitado por múltiples personajes, sin embargo, se inclina por los negativos, “me encanta interpretar a un fascista en El laberinto del fauno, donde el fascismo es el peor monstruo, que hacer uno muy positivo en una película que hable bien al respecto”.
Actualmente están en proceso de montaje dos películas en las que interviene, una de ellas se titula Maldoror, del cineasta belga Fabrice Du Welz, y en la que encarna a Marc Dutroux, un asesino en serie y pedófilo que conmocionó a toda Bélgica al guardar a niños de 8 y 12 años en un sótano.
La otra lleva por título La tierra negra, del español Alberto Morais, aquí da vida a un hombre con una mirada de bondad y un poder sobrenatural sobre las personas. También adelantó un proyecto sobre una ballena, con un director de cine francés dedicado al trabajo con los animales.
Casi al finalizar, no olvidé preguntarle cómo define su carrera, a lo que respondió: más que un sueño, diría que desbordante, mucho más de lo que jamás soñé.
Sergi López posee la virtud de perpetuarse en el imaginario de millones de cinéfilos, a través de una brillante interpretación en un filme aclamado por el público y la crítica. Vale pues homenajearlo con las palabras finales de uno recurrente en esta entrevista.
(..) y que dejó detrás de sí pequeñas huellas de su paso por el mundo, visibles solo para aquel que sepa dónde mirar.
arb/amr