Gustavo Espinoza M.*, colaborador de Prensa Latina
Y es que la lucha que libra ahora Cuba entera, no se explicaría si no hubiese ocurrido la insurgencia de 1868, cuando en la Mayor de las Antillas se proclamó la batalla por la Independencia del Poder español y se instauró el primer “Gobierno en Armas” de América Latina.
Luego de la guerra que allí se iniciara, y que durara diez años, vendría una segunda hazaña: la gesta de José Martí, que fue en su tiempo la definitiva, y que consagró la liberación del país del opresor yugo colonial. La muerte del Apóstol en mayo de 1895 y la presencia de la soldadesca yanqui impidieron que esa hazaña se coronara con el éxito requerido.
Como se sabe, el dominio español fue sucedido por un singular dominio de los Estados Unidos de Norteamérica, que luego pretendió perpetuarse a través de dos grilletes oprobiosos: la Enmienda Platt y la Base Naval de Guantánamo. Si bien la primera naufragó en 1934, la segunda aún se mantiene para escarnio de la Soberanía de los estados y la dignidad de los pueblos.
El corolario de este proceso orientado a confirmar la libertad de Cuba fue sin duda la operación maestra liderada por Fidel Castro y sus compañeros, y ejecutada el 26 de julio de 1953 en Santiago de Cuba, y que pasó a la historia con el épico nombre del Asalto al Cuartel Moncada.
En esa circunstancia, como se recuerda, Fidel y un selecto grupo de combatientes revolucionarios atacaron las instalaciones de esta histórica estación militar- la más importante de la isla y la mayor fortaleza militar de la dictadura batistiana-. El objetivo declarado de los insurgentes era apoderarse de las armas que se hallaban en los depósitos de la instalación, y marchar hacia la Sierra Maestra, para iniciar la lucha guerrillera que les permitiera derrocar a la dictadura y establecer en Cuba un régimen más justo y humano.
El ataque fue repelido y los combatientes revolucionarios fueron derrotados. 82 de ellos murieron en la contienda y otros varios, capturados vivos, fueron bestialmente asesinados después por el régimen asesino.
El propio Fidel fue encarcelado, recluido en Isla de Pinos y sometido a un juicio histórico en el que derrotó abrumadoramente a sus jueces con un alegato que pasó a la memoria de los pueblos con un nombre emblemático: “La historia me absolverá”.
Dos años más tarde, Fidel alcanzaría la libertad y saldría de su país rumbo a México. Allí, ya en compañía de Ernesto “Che” Guevara, prepararía el desembarco del Granma, en diciembre de 1956, y escalaría a la Sierra para copar el país y quebrar la resistencia de Batista y sus lacayos.
Dos años de valerosa lucha guerrillera fueron suficientes para quebrar a la dictadura instaurada contra la voluntad del pueblo. El 31 de diciembre de 1958 Batista huiría aterrado y se iniciaría en Cuba una nueva etapa de la lucha liberadora, que hoy se yergue gracias a la férrea voluntad de los cubanos.
Y es que ahora, Cuba se levanta como una dura roca resistiendo los embates del Imperio. No solamente que sobrevive a duros años de brutal bloqueo imperialista, sino también a los inmensos retos del mundo contemporáneo.
En América, Cuba es el único país socialista; y en el mundo, es una verdadera fortaleza de coraje y de dignidad que enaltece la causa de los pueblos.
Nadie duda hoy que Cuba ha encarado con firmeza y creatividad los problemas más acuciantes de su pueblo, y que, con un profundo espíritu internacionalista, respalda y apoya firmemente las luchas de todos por el progreso, la liberación y el desarrollo, que es abanderada de la paz, de la amistad y la solidaridad, así como de la verdadera justicia social
Evocando el Moncada en el año 2003, Raúl Castro diría: “El 26 de julio de 1953 abrió una nueva fase en la historia de Cuba: la fase de la acción armada como método principal de lucha contra la tiranía batistiana y contra el dominio semicolonial extranjero sobre nuestro país. Aquel no era el asalto a una fortaleza para alcanzar el poder con la acción de centenar de hombres: era el primer paso de un grupo decidido para armar al pueblo de Cuba e iniciar la Revolución”
Hoy el mundo mira con admiración y respeto pleno a la Revolución Cubana y se dispone a asegurar su derecho a construir la libertad para su pueblo enfrentando con firmeza la agresividad creciente del Imperio.
Hoy también los hombres del Moncada, los que cayeron con las armas en la mano, viven en el corazón de los pueblos: Boris Luis Santa Coloma, José Luis Tasende, Raul Gómez García, Renato Guitart, Fernando Chenard, Abel Santamaría; fueron algunos de los que entregaron sus vidas para que ahora su pueblo fuera libre, y para que sobre América Latina se encendiera nuevamente la llama de la libertad y la justicia
Pero no es sólo El Moncada, que hoy se recuerda, el que generó la gesta de Cuba. Fueron también los 66 años de Revolución victoriosa que sobrevive a los pérfidos embastes del Imperio.
Y es que ahora, más que nunca, la Casa Blanca se empeña en destruir a Cuba y ahogar a su pueblo para anexarse libremente ese territorio y convertirlo en una nueva colonia. La voracidad Imperial, no tiene límite y su afán de dominio que hoy amenaza a Cuba se extiende a América entera.
Por América, entonces, es que Cuba resiste, En la batalla que hoy libra, se podría definir la suerte de todo el continente, el destino del proceso liberador latinoamericano, la lucha de gobiernos autónomos que buscan Independencia y soberanía, el afán de los pueblos por forjar su propio destino.
Derrotar entonces el desdichadito “Memorando Trump”, acabar con la tristemente célebre “lista de países que promueven el terrorismo”, y que incluye aviesamente a Cuba, es el primer deber de los pueblos del mundo y está adscrito a la lucha por terminar por el bloqueo genocida instaurado hace más de seis décadas contra la Patria de Martí y de Fidel.
Si la lucha del pueblo de Cuba no conoce de treguas, tampoco deben tener tregua las acciones solidarias de los pueblos en defensa de este país hermano nuestro, independiente y soberano, que lucha por la paz y la justicia.
rmh/gem
*Periodista y profesor peruano. Presidente de la Asociación de Amigos de Mariátegui y director colegiado de Nuestra Bandera. Excongresista y ex secretario general de la Confederación General de Trabajadores del Perú.