Por Enrique González
Colaborador de Prensa Latina
A la vez, puede aumentar la cantidad de personas que se adhieren a la fe cristiana de una manera “desinstitucionalizada” pero comprometida con sus valores en el espacio público.
La recurrente simplificación hoy del cristianismo con los términos “conservador” o “progresista” tampoco da cuenta de los supuestos teológicos y espirituales de quienes viven la fe y la moral por “encima” de las ideologías políticas. Esto lleva a análisis miopes de las actuales relaciones entre religión y política.
No siempre se considera la incidencia de la religión y moral en los análisis electorales y procesos políticos. En Estados Unidos, ambas tienen un peso mayor en las decisiones políticas de lo que podemos imaginar.
Si bien Estados Unidos no es un Estado confesional, presenta un modelo de laicidad donde la presencia de lo religioso en la vida pública tiene una incidencia cultural muy singular y relevante.
En 2017, el día en que Trump asumió por primera vez la presidencia de Estados Unidos, el neopentecostalismo tuvo un relieve importante.
Trump nominalmente pertenecía a la iglesia presbiteriana (lo había confesado en 2011). Sin embargo, no ha frecuentado hasta hoy una iglesia en particular, ni se le conocen inclinaciones religiosas explícitas.
En 2020, curiosamente, se definió como un cristiano “no denominacional”. No obstante, sus opiniones fervorosas sobre algunos temas han motivado a varios telepredicadores de la prosperidad y han visto en él un “instrumento de Dios”, incluso entre católicos de movimientos carismáticos.
Así lo han defendido en público y oran por él importantes telepredicadores de gran audiencia. Otros evangélicos en cambio, consideran que es un “impío y superficial” que, simplemente, utiliza a la religión.
Debe considerarse que el reverendo Norman Vicent Peale (1898-1993) fue el mentor de Trump en el ámbito de la religión. Peale llegó a decir que era su mejor discípulo y, a su vez, Trump admiraba la capacidad oratoria y el pragmatismo del clérigo.
Trump es un “continuador” de la tradición de libros que mezclan testimonio personal con consejos para el éxito con “inspiración bíblica” y pensamiento positivo, que hoy dominan el mundo del management norteamericano de inspiración cristiana. Este tipo de ideas se apreciaron en los contenidos de los discursos de sus tres campañas.
Por otra parte, su “guía espiritual” ha sido Paula White. En 2008 Trump apareció en el programa Paula Today, que ella conduce, y confirmó las palabras y tesis de Trump sobre las claves del éxito: “Encuentra tu pasión y encuentra una manera para hacer dinero”.
Luego se convertiría en su referente espiritual. Esta relación ha quedado institucionalizada a partir de la reciente creación de la “Oficina para la Fe” en la Casa Blanca y donde Paula White juega un importante papel.
Desde el triunfo de Trump en 2016, comenzó a resurgir el nacionalismo cristiano blanco (NBC).
El lema de Trump, “Make America Great Again”, enciende el deseo de recuperar el país quitándoselo al “progresismo” y su ideología woke (se les asocia como promotores del secularismo y el relativismo moral, para volver a ser gobernados por valores cristianos).
Lo cierto es que de acuerdo a datos estadísticos confiables, en la pasada elección el 52 por ciento de los católicos votó por Trump, lo que muestra un sensible fortalecimiento de este voto, si lo comparamos con el 47 por ciento alcanzado en 2020. Téngase en cuenta que el catolicismo ahora representa en Estados Unidos a uno de cada cinco adultos.
También es cada vez más popular entre la joven derecha estadounidense. Esta tendencia podría constituir la columna vertebral del Partido Republicano en los próximos años.
Un factor decisivo para el anterior resultado estuvo en la presencia y postulación, en su momento, del actual vicepresidente J. D. Vance. Este representa al “integrismo católico”.
Valga significar que la selección de Vance tuvo la clara intención (perfectamente lograda) de atraer a los votantes del “medio oeste”. Su presencia, a opinión de más de un experto, significa una especie de “renacimiento cristiano” de Trump. Cuando hablamos de Vance apreciamos que se trata de un cristiano, pero bautizado católico apostólico romano a los 33 años. Hablamos del segundo vicepresidente católico en la historia de Estados Unidos.
La presencia de Vance podría conducir a una transformación radical del trumpismo y, por lo tanto, del Partido Republicano.
Vance forma parte de un movimiento que ha provocado un cisma dentro del Partido Republicano. Es partidario de “un gran gobierno”. Sin embargo, este no se basaría en valores liberales sino que funcionaría como una forma de Estado confesional que exaltaría valores que pretenden ser cristianos, en realidad, a veces muy distantes de los propugnados por el Vaticano.
Fue Vance especialmente apoyado por la organización “Catholic Vote” (cuyo director y posible nuevo embajador ante la Santa Sede, Brian Burch, es un defensor del uso de la fe con fines políticos, a través de la citada organización) que influyó decisivamente en los favorables resultados de Trump en cuanto al voto católico se refiere.
Aunque la visión de Vance está en línea con la más tradicional del Partido Republicano, en lo referente a la retirada de los asuntos mundiales, la reindustrialización y el freno a los flujos migratorios, también tiene una posición pronatalista y está más dispuesto a participar en las guerras culturales sobre educación, que el propio Trump.
Vance es un miembro autodenominado de la derecha “postliberal”, un movimiento político emergente que da la vuelta al guion conservador convencional y enfatiza en el bien de la comunidad sobre la libertad individual.
Este enfoque convertido, que está inspirado en la Iglesia católica y que es también objeto de controversia dentro de la misma, incluye el uso del poder estatal para asegurar sus objetivos, otro rompimiento con el procedimiento estándar de la derecha estadounidense.
Es de presumir que con Vance en la vicepresidencia, el postliberalismo no solo moldeará la política federal de maneras nuevas e inéditas, sino que también es probable que tenga un impacto en toda la perspectiva política de la derecha estadounidense, quizás especialmente entre los conservadores católicos.
Vance tiene influencias intelectuales además de los postliberales católicos, como las del filósofo ateo neorreaccionario Curtis Yarvin y el multimillonario libertario Peter Thiel. Pero el postliberalismo ocupa un lugar único en su arsenal intelectual, dado el vínculo con su fe católica relativamente nueva.
Cita Vance explícitamente la importancia de las perspectivas católicas adyacentes al postliberalismo en la historia de su propia conversión, como el relato de San Agustín sobre la depravación de las élites romanas en “La Ciudad de Dios”.
Sus puntos de vista sobre la política pública y sobre cómo debería ser el Estado óptimo están bastante alineados con la enseñanza social católica, y la enseñanza de la Iglesia fue “una de las cosas que lo atrajo” al catolicismo en particular.
Vance ha dicho que San Agustín influye en sus posiciones políticas, y el vicepresidente eligió al doctor de la Iglesia como su santo de confirmación cuando ingresó en ella en 2019. Esa conversión fue facilitada por dominicos de la Provincia de San José.
arb/EG