Por Gustavo Espinoza M.*
Colaborador de Prensa Latina
Al constituirse este núcleo modestamente denominado “Comité Organizador”, se adicionó un documento titulado “Principios Programáticos del Partido Socialista”, que fuera recogido por Ricardo Martínez de la Torre, y publicado inicialmente en el tomo II de sus “Apuntes para una Interpretación Marxista de la Historia Social del Perú”.
En verdad que la fundación del movimiento y el contenido de esta Declaración constituyen un solo acto. Se justifican y se entienden como elementos complementarios de una sola acción, aquella que estuvo orientada a forjar una vanguardia política en nuestra patria, capaz de abrir un horizonte transformador a la realidad entonces vigente y que aún impera en nuestro tiempo.
No se entiende, entonces, el uno sin el otro. Ambos, se suman, y añaden un solo contenido que tiene vigencia en nuestros días.
La Declaración de Principios tiene entonces una importancia capital para comprender los propósitos del Amauta y su afán por construir una herramienta de lucha que se proyecte en el tiempo y que cumpla con los deberes que la historia impone a los grandes procesos sociales.
Confirmando el enfoque marxista que lo orienta, el documento subraya el sesgo internacional de la economía, que complementa con el carácter internacional del proletariado. Fenómenos inherentes a la sociedad capitalista en su estadio imperialista.
Al mismo tiempo, embrida dos procesos complementarios: la Revolución de la Independencia del yugo español, y la Revolución Socialista, un “movimiento mancomunado de todos los pueblos oprimidos por el capitalismo”.
Así se anudan dos claves que devienen en consustanciales: la Revolución Social como transformación de las estructuras caducas y obsoletas heredadas del pasado; y el Socialismo, que se habrá de construir con la suma de voluntades humanas de los trabajadores de todos los países. Para abordar esos propósitos, el Manifiesto resalta el papel de la ideología -el Marxismo Leninismo- al que el Partido Socialista “adopta como su método de lucha”.
Enhebrar conceptos como Revolución, Socialismo y Clase Obrera para diseñar el carácter y el contenido de la lucha de nuestro tiempo, constituye una suerte de profecía que complementa con una formulación confirmada por la historia y que se torna urgente en nuestro tiempo cuando de todos los rincones del país se clama ante la ausencia de valores, la carencia de ética y el imperio de la inequidad: “Sólo el Socialismo puede resolver el problema de una educación efectivamente democrática e igualitaria”.
Consciente de la complejidad de los acciones a abordar, el Programa de Mariátegui diferencia las tareas de la Revolución Democrático-burguesa, de los objetivos de la Revolución Socialista. Aunque hoy se habla de dos etapas de un proceso único, nadie puede negar que la táctica revolucionaria impone, en uno u otro caso, significativas variantes.
En la parte final del Programa se plantean los deberes específicos del Partido: “El Partido Socialista del Perú es la vanguardia del proletariado, la fuerza política que asume la tarea de su orientación y dirección en la lucha por la realización de sus ideales de clase”.
Se formula esta aseveración no como una orden que deban acatar los ciudadanos, sino como un reto que el Partido debe empeñarse en cumplir en cada recodo del camino. Y es que sólo un Partido que, en los hechos, juega el rol de vanguardia, cumple la indicación que sintetiza el Amauta.
De este modo, Mariátegui confirmó su condición de comunista a carta cabal. Algunos -para disminuir su esencia- lo adjetivan de “heterodoxo”, “contestatario”, “iconoclasta”. Eso no le resta nada.
Mucho se ha discutido respecto a lo que ocurrió después de 1930 con el Partido que nos legara José Carlos. Ese partido cambió de nombre con la aquiescencia del Amauta, y pasó a denominarse Partido Comunista.
Y estuvo presente en las batallas contra dictaduras siniestras de nuestra historia: Sánchez Cerro, Benavides, Odría y Alberto Fujimori, alumbrado por destacados luchadores sociales como Jorge del Prado o Isidoro Gamarra, y que entregó la vida de sus mejores hijos, como Pedro Huilca.
Lo acreditan imbatibles combates en distintas épocas, pero también el movimiento estudiantil de los años 60, el accionar de la clase obrera en los 70, y la unidad de las fuerzas progresistas construida en los 80. Más allá del prejuicio y la mezquindad, con aciertos y errores, constituye una verdad innegable.
Hoy la dispersión y la desorientación han cundido. Los retos de nuestro tiempo son mayores y exigen una actitud más amplia y constructiva. Demandan una Conciencia de Clase definida y lúcida. No se pueden, por eso mismo, abordar con voluntades aisladas. Hay que forjar herramientas más poderosas.
El Partido de los Comunistas Peruanos constituye exigencia apremiante para hacer honor al legado del Amauta y luchar exitosamente contra el Imperialismo, la oligarquía nativa y la Mafia que oprime hoy a los peruanos. La reunificación de los comunistas asoma como la primera tarea.
arb/gem
*Periodista y profesor peruano. Presidente de la Asociación de Amigos de Mariátegui y director colegiado de Nuestra Bandera. Excongresista y ex secretario general de la Confederación General de Trabajadores del Perú.