Por Noel Domínguez
Periodista de Prensa Latina
Lealtad primera y más consecuente la que tuvo con su hermano menor Raúl, al enrolarlo desde muy temprano en sus aún utópicas gestas patrióticas. En una pronta ocasión fue a buscarlo a la natal hacienda de Birán y convenció al noble y emprendedor padre gallego Ángel Castro Argiz, que lo llevaba para La Habana.
Lealtad mostró para con su amigo Alfredo Guevara cuando cursaban ambos sus carreras de Derecho y Filosofía y Letras, respectivamente, en la Universidad de La Habana perteneciendo a la dirigencia de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU).
En esas circunstancias conminó a Guevara concurrir a un evento estudiantil en Bogotá y tras conocer al dirigente político Jorge Eliecer Gaitán, este fue asesinado. Quien años después sería el líder histórico de la Revolución cubana se unió a la revuelta popular que se originó, y ante la represión desatada, Fidel procuraba con angustia conocer el paradero y destino del amigo. Lealtad para con los caídos en el combate del asalto al cuartel Moncada el 26 de julio de 1953. Declarada la retirada de los asaltantes, uno de ellos, el espirituano Ricardo Santana Martínez, logró sacar a Fidel en medio de la balacera dando marcha atrás en su auto.
Aún jadeante del esfuerzo y a pesar del revés militar, Fidel quería atacar el cuartel de El Caney, para honrar a los compañeros.
Lealtad puso en práctica durante el juicio por los sucesos del asalto al cuartel Moncada en 1953, cuando desde su inicio, con dignidad desafiante, se declaró el único responsable a partir de la autoría intelectual de José Martí.
Lealtad en relación con la actitud del teniente del Ejército de Fulgencio Batista, Pedro Sarría Tartabull, quien tres veces protegió la vida de su prisionero Fidel Castro después de hacerlo cautivo en las inmediaciones de la Gran Piedra, donde lo atrapó dormido y desfallecido tras el asalto al Moncada.
Al triunfo revolucionario de 1959, Pedro Sarría no solo fue liberado por Fidel de la prisión de La Cabaña, adonde fue remitido por la dictadura batistiana dada su valiente y ética actitud contra los crímenes del régimen, sino que además lo ascendió al grado de capitán del Ejército Rebelde.
Igualmente lo nombró al frente de la Escolta del Palacio Presidencial, y tras su muerte en septiembre de 1972, el Comandante en Jefe se hizo presente en los funerales que le rindió honores militares y orientó se incluyera su retrato escultórico en el Museo Histórico 26 de Julio, en el antiguo cuartel santiaguero.
Lealtad ratificó en México durante el exilio y la organización de la expedición armada para desembarcar en Cuba en 1956, cumpliendo su promesa de ser “libres o mártires”.
Un grupo de los jóvenes que se preparaban militarmente en forma clandestina fueron detenidos por el Gobierno mexicano, con el riesgo de que tuvieran que abandonar el hermano país.
Todos fueron liberados excepto uno acusado de comunista y de agente extranjero por haber visitado la embajada de la Unión Soviética y acopiar propaganda, además de que se había vencido su visa de turista.
A pesar de haberlo conocido y reclutado para incorporarlo a la jornada poco tiempo antes, lo visitó en la prisión y le aseguró que no partirían sin él, pese a la negativa del argentino de que no pusiera en riesgo la expedición.
Cumplido el compromiso, Ernesto Guevara de la Serna, el inmortal Che Guevara, fue el primer guerrillero ascendido a comandante en la Sierra Maestra durante la guerra nacional de liberación.
Lealtad enarboló durante la azarosa navegación del yate Granma desde México hacia Cuba, cuando uno de sus timoneles, Roberto Roque Núñez, cayó al agua en medio de la noche.
En esas circunstancias y poniendo en riesgo el objetivo trazado, Fidel empleó todo el tiempo necesario para rescatarlo tras impartir la orden de que “de aquí no nos vamos hasta encontrarlo”, propósito que se cumplió.
Lealtad en audacia, optimismo y heroicidad a toda prueba fue su reencuentro con Raúl en Cinco Palmas después del desembarco, del revés de Alegría de Pío, y de varias jornadas de persecución del enemigo. Su archiconocido “¿Cuantos fusiles tienes?… Ahora sí ganamos la guerra”, lo atestigua.
LUEGO DEL TRIUNFO REVOLUCIONARIO
Lealtad ratificó respecto a quien fue jefe de la Plana Mayor de la Agrupación de Tropas Soviéticas destacadas en Cuba durante la Crisis de Octubre de 1962, mayor Iván Minovich Guerchénov.
Ese oficial en uno de los momentos más agudos de la también denominada Crisis de los Misiles incumplió la orden del mando soviético y conminó a una batería coheteril a derribar un avión espía U2 de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos que sobrevolaba la zona conocida como Veguita Tres en Banes, actual provincia de Holguín, el sábado 27 de octubre de 1962.
Tras ese acontecimiento, cada vez que el Comandante en Jefe de la Revolución cubana visitaba a Rusia, se interesaba porque le buscaran al susodicho militar, para así comprobar que su lealtad a Cuba, por encima de las órdenes de su mando, no le había traído mayores contratiempos.
Guerchénov se mantuvo activo y alcanzó rangos superiores en las Fuerzas Armadas soviéticas.
Lealtad fue la que lo inspiró a predicar con su ejemplo al ser el primero en donar sangre para los damnificados por el gran terremoto de Ancash, Perú, que el 31 de mayo de 1970 provocó unas 70 mil muertes. Cuba fue el primer país que brindó asistencia humanitaria en el lugar de los hechos al hermano pueblo peruano.
Lealtad mostró hacia su amigo presidente Salvador Allende, cuando en cumplimiento de su invitación lo visitó en Santiago de Chile poco después de la instauración del Gobierno de la Unidad Popular.
En esa ocasión le llevó de regalo, como buen visionario, un fusil AK-47 Kalashnikov y del cual el mandatario héroe no se separó hasta que murió combatiendo el 11 de septiembre de 1973 en el Palacio de la Moneda contra el golpe militar encabezado por Augusto Pinochet.
Lealtad puso de relieve durante su visita en plena guerra al Sur de Vietnam y en la caravana que se dirigía de una posición a otra de los combatientes del Vietcong hizo detener su despliegue para que atendieran a tres niños vietnamitas gravemente heridos en un bombardeo.
Esos hechos ocurrieron el 15 de septiembre de 1973, cuando cruzó el paralelo 17 para visitar, en plena guerra, las zonas liberadas en Vietnam del Sur, con lo cual se convirtió en el único jefe de Estado extranjero que realizó ese acto solidario. Expresó que por Vietnam los cubanos estaban dispuestos a dar hasta su propia sangre.
Pudiéramos remitirnos infinitamente a las lealtades de Fidel para con otras decenas de personalidades disímiles, hasta con el entonces presidente de Estados Unidos Ronald Reagan (1981-1989). Respecto a este último, se trasladó a Estados Unidos la información que Cuba poseía sobre la gestación de un atentado en 1984.
Fidel Castro y su legado no son de mármol gris ni blanco, su combate es contemporáneo. Está vivo con su encomienda perenne de lucha. A los jóvenes debe llegar así, fresco y directo. No en monumentos.
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