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sábado 23 de noviembre de 2024
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Ramona de Sáa: una vida para la danza

La Habana (Prensa Latina) Aunque muchas veces el éxito de los artistas impide visibilizar la labor del maestro, Ramona de Sáa marcó a tantas generaciones de bailarines, dentro y fuera de su Cuba natal, que ni la muerte, este 17 de abril, menguará ese legado.

Por Martha Sánchez

De la redacción de Cultura

La maestra de Carlos Acosta y otros grandes danzarines cubanos es una de las figuras legendarias de la historia de la escuela cubana de ballet. Como bailarina, pedagoga y animadora cultural su huella ya es de por sí indeleble.

La danza invadió cada fibra de sus miembros, moldeó el cuerpo, ocupó el alma de esta mujer, irremediablemente. Tanto absorbió su vida que el otorgamiento del Premio Nacional de Danza correspondiente al año 2006 no perturbó en absoluto su regia rutina de clases y ensayos.

Tiempo para celebraciones, ninguno. Para Ramona de Sáa, como para cualquier danzante, el mundo comienza y termina sobre un tabloncillo. Solo allí descubría sus verdaderas angustias y coqueteaba con el placer. Así se lo hizo saber a Prensa Latina cuando acudimos a entrevistarla, al momento de recibir el Premio.

“La danza me suscita amor, energía, satisfacción de vivir y ganas de querer vivir para ella. Confieso que me ha mantenido viva. Desde que murió mi esposo, con quien tuve una relación de 40 años muy bonita, lo que me ha ayudado a seguir existiendo es la Escuela”, reveló.

Cheri, como le llaman los más allegados desde la niñez, fue una de las figuras claves del actual sistema de enseñanza del ballet en Cuba.

Dirigió la Escuela Nacional de Ballet durante décadas y ostentó el Título de Doctora Honoris Causa del Instituto Superior de Arte, el Premio Nacional de la Enseñanza Artística en Cuba y varios galardones internacionales en reconocimiento a su calidad como maître.

¿Qué razones llevaron al Maestro Fernando Alonso a considerarla la quinta joya del ballet cubano, la joya de la enseñanza del ballet en Cuba? Son fáciles de dilucidar en este diálogo.

-¿Cuándo descubrió que quería dedicarse a la danza?

-Un día llegó una oferta de becas a la Escuela pública número 16 de La Habana, que era donde estudiábamos mi hermana gemela y yo, en 1950, y a la maestra que atendía la apreciación artística se le ocurrió hablar con mi madre para que nos presentara.

En la entrevista fuimos muy graciosas y contamos que nos gustaba la danza porque una prima nuestra estudiaba ballet en el conservatorio municipal. Además, les dijimos que con frecuencia, los domingos, se ponía música en la casa y nos encantaba movernos ad libitum (a voluntad), sin nada programado. Margarita y yo recibimos las becas y de esta forma comenzamos a estudiar ballet.

A los 14 años hicimos nuestra primera gira artística con la Compañía, el Ballet Alicia Alonso (hoy Ballet Nacional de Cuba), por los países de Sudamérica: Argentina, Brasil, Chile, Uruguay.

Llevábamos poco tiempo estudiando ballet, pero tanto Alicia como Fernando estuvieron de acuerdo en ponernos a bailar desde muy jovencitas, a Mirta Plá, a mi hermana Margarita, a mí. Así comenzaron las carreras de toda una vida.

-¿Qué momento de la época fundacional del ballet cubano no podría borrar nunca de su memoria?

-Primero tendría que tener en cuenta que cuando empezamos, todas las chicas de mi generación eran muy jóvenes. Ninguna tenía preocupaciones como una casa, matrimonio, hijos, porque ya cuando uno adquiere un compromiso la vida le cambia.

Aquella primera etapa fue preciosa, tuvimos una atención especial de parte de los maestros.

En mi mente conservo grabada la forma en que Alicia y Fernando intentaron educarnos no solo para que nos desenvolviéramos bien en el arte del ballet sino para la vida en general.

Eso marcó irremediablemente nuestro modo de pensar. Aunque éramos muy jóvenes nos otorgaban tareas de gran importancia.

-En 1963 una lesión severa en una rodilla le impidió continuar bailando y usted de inmediato se entregó al magisterio. Hasta hoy Ramona de Sáa ha dedicado más tiempo a la pedagogía que a realizarse ella misma como bailarina, ¿alguna vez le ha pesado esta decisión?

-Desde que dejé de bailar, por una lesión en la rótula que con el tiempo se hizo crónica, muchos me preguntan: ¿sientes alguna frustración? Les digo que no.

Yo me he sentido plenamente realizada en mi labor como pedagoga. Y es cierto, durante algún tiempo el trabajo del maestro fue como una especie de incógnita, estaba pero pocos lo veían.

-Generaciones de bailarines cubanos expresan satisfacción y orgullo de haber sido moldeados por Ramona de Sáa. Ver una función del Ballet Nacional de Cuba es también, en parte, presenciar algunos de sus logros. ¿Es consciente de ello?

-He coincidido con varios de mis estudiantes en algunas representaciones tanto en Cuba como en el extranjero y realmente experimento un gran regocijo al darme cuenta de que ahí también está mi mano.

Hasta el momento nunca he dejado de impartir clases. Eso es importante en mi carrera, la experiencia en el aula la he mantenido siempre, asuma la responsabilidad que asuma, porque noto que cada vez que impacto una clase aprendo.

En cada una, trato de pedirle algo nuevo a mis estudiantes y soy muy detallista, intento trabajar con la individualidad para que cada uno ponga de manifiesto las características que forman parte su carácter en el baile.

-¿Por qué pone similar empeño en ayudar a sus estudiantes tanto en los problemas técnicos dentro del salón como en los personales fuera de este?

-Un profesor no puede aislarse de los problemas individuales de sus alumnos porque cada uno de ellos es una personalidad diversa que se desenvuelve básicamente en dos ámbitos: el familiar y el de la escuela.

En el nuestro, los maestros intentamos ayudarlos para poder extraer su talento como bailarín e intérprete. Si nos alejásemos y fuéramos solo a lo técnico no estaríamos ayudándolo como joven, no podríamos llegar a él y mucho menos influenciarlo.

-¿Podría señalar algún suceso en su trayectoria danzaria que le transformó la vida definitivamente?

-A los 23 años yo asumo la dirección de la Escuela Nacional de Ballet, cuya sede entonces quedaba en Cubanacán. Y cuando el maestro Fernando Alonso me llamó para darme la noticia de este nombramiento (en 1968), porque él era el director, yo sentí un temor grandísimo.

Era muy joven, y sin dudas, a partir de aquel momento mi vida dio un vuelco. Las ocupaciones eran diversas y las preocupaciones no eran solo las de impartir una clase de ballet y que saliera bien, o pensar en un montaje, era toda la organización docente de un colectivo de alumnos, profesores y trabajadores.

-¿Qué utilidad tienen los Encuentros Internacionales de Academias de Ballet que usted promueve cada año, en el mes de abril, desde 1993?

-El evento permite el intercambio sano, y sin dudas muy provechoso, de conocimientos entre maestros, bailarines y estudiantes de ballet de cualquier parte del mundo.

Los participantes siempre ganan porque el cubano se caracteriza por entregarse y los extranjeros sienten que no vienen a perder el tiempo, aprenden hasta con lo que nuestros niños bailan en los pasillos.

Los Encuentros se han ido ampliando con la participación de varios países, al último asistieron 46 academias de 17 países. Es un evento que se promueve por sí solo.

Además, el certamen cuenta, cada dos años, con un jurado de prestigio encabezado por el Maestro Fernando Alonso, como presidente de honor.

Entre los jueces constituye un honor para Cuba haber podido contar en distintas ocasiones con maestros de la talla de Jane Hackett, directora de la Central School of Ballet, Inglaterra, Frank Andersen, director del Real Ballet de Dinamarca.

También Mónica Panader, directora del Ballet de Luxemburgo, Francia, Débora Hees, de Canadá, Germana Herba, de Italia, Rosa Fulgado, de España y Paula Castro, de Brasil, entre otras personalidades del mundo de la danza.

-¿Qué actividades suscitan mayor interés en los Encuentros de Academias?

-Las clases magistrales de profesores como Fernando Alonso, o las conferencias de especialistas en psicología, historia, biología, anatomía, entre otros.

Los disímiles talleres de danza, las clases de ballet, dúo clásico, puntas, repertorio, danzas de salón, danzas de carácter, maquillaje, preparación física, es muy amplia la oferta.

-En los Encuentros de Academias se mezclan bailarines de distintos países, pero indudablemente sobre los escenarios y sobre los salones de la Escuela la distinción entre cubanos y extranjeros es muy evidente. ¿Qué distingue a los cubanos?

-La formación que tienen dentro de su país, el sistema de enseñanza artística tan sólido en el que crecen.

Los cinco años de nivel elemental donde dan clases todos los días, los tres años de nivel medio, después el nivel superior con las exigencias que mantiene.

Algunos jóvenes continúan bailando, otros estudian en el Instituto Superior de Arte para convertirse en profesores, pero hay una característica desde el punto de vista de la enseñanza en la que insistimos en cualquier instancia y es la sistematización.

Este aspecto importante, en otros países por la realidad social no la han podido aplicar.

Por otro lado les golpea la ausencia de la imagen masculina en sus países, en especial en Latinoamérica.

Muchas de las jovencitas que vienen aquí lo hacen para tener la experiencia de bailar con un bailarín hombre, para participar por primera vez de una clase de dúo clásico y poder toparse con las exigencias del pas de deux.

Eso en sus países no lo pueden hacer por los prejuicios, porque el varón tiene, por las normas sociales, que dedicarse a otra profesión, o el padre no lo deja, o tiene que esforzarse por ganar dinero para sustentar a su familia.

La realidad social de Cuba es muy distinta a la otros países y es normal que ello se refleje también en la danza.

-¿Cuánto de novedoso puede tener una función de la Escuela Nacional de Ballet con respecto a una del Ballet Nacional de Cuba?

-A pesar de que tienen objetivos diferentes, pienso que en ambas podemos encontrar novedad.

Desde hace años estamos intentando que la Escuela tenga un repertorio propio, sin dejar de enseñar en las clases de repertorio las obras básicas de la tradición clásica mundial, como “Coppélia”, “Don Quijote”, “El Corsario”, “La bella durmiente”, “Cascanueces”, “El lago de los cisnes”, “Giselle” y otros.

Incluso, tratamos de que nuestra oferta dentro del clásico sea amplia y creo que lo hemos conseguido.

-En el mundo tan dinámico de hoy y tan avasallado por la globalización y los cambios continuos ¿qué tendencias avizora Cheri en la escuela cubana de ballet?

-Estamos trabajando para mantener nuestras conquistas; pero no podemos aislarnos de un fenómeno que invade hoy el mundo. Estamos y tenemos que estar conscientes de que existe.

Nuestro deber es preparar a los estudiantes para enfrentarlo. Ahí reside la preocupación mayor, en prepararlos bien.

Hay que alimentarles la conciencia de que viven en un mundo complejo, en una sociedad en la que existen millones de problemas internacionales, donde las edades de hacer en el mundo danzario son cada vez más jóvenes.

La globalización es un fenómeno que amenaza lo particular y esto determina la existencia de una escuela. Así que aspiramos a educar correctamente a nuestros estudiantes para que preserven la escuela cubana de ballet.

-¿Qué sueños le faltan por realizar?

-Graduar a mi grupo de varones con el nivel que aspiro, y que la Escuela cada vez continúe respondiendo al estatus internacional que tiene bien ganado.

-¿Qué consejo le brindaría a los jóvenes estudiantes de ballet?

-Mi consejo para los jóvenes es que aprovechen el tiempo al máximo porque la carrera es corta. Y, sobre todo, disfruten esta profesión que precisa de mucha voluntad, amor y espíritu para poder concretarse.

arc/mml/msm

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