Por Martin Hacthoun
Editor jefe de Prensa Latina
Sus discípulos ganaron más medallas y trofeos que ninguna otra disciplina deportiva en la isla ya fuera en Juegos Centroamericanos y del Caribe, Panamericanos, Olímpicos, torneos mundiales u otros internacionales.
Los dirigidos por Sagarra comenzaron la cosecha dorada, plateada y bronceada a partir de la mitad de los años de 1970; las de George y Veitía desde finales de los 80 hasta la primera década del siglo XXI.
Veitía enfermó gravemente tras sufrir un accidente cardiovascular en España, desde donde tras un largo período hospitalario fue trasladado a La Habana en octubre pasado, ya muy debilitado.
Muchos se entusiasmaron de que podría recuperarse, pero en la noche del 5 de diciembre su cuerpo cargando 75 años no resistió más. En los círculos deportivos se conocía que la pérdida de su esposa Mercedes, un año antes, le afectó mucho.
La revista digital deportiva Jit refirió que en las últimas jornadas de hospitalización, su estado de salud se deterioró debido a complicaciones asociadas a la diabetes y el alto riesgo cardiovascular, que marcaron la gravedad hasta el fatal desenlace.
Como judoca, deporte en el que se inició a los 15 años, Veitía fue titular cubano y medallista panamericano en la división de 93 kilos, pero sus grandes lauros los obtuvo como preparador.
Durante 30 años, el legendario Veitía formó, entrenó y dirigió a mujeres judocas que lo quisieron como a un padre. Cinco de ellas se consagraron campeonas olímpicas, 10 subcampeonas y otra decena conquistó la medalla de bronce.
Inolvidable fue el ippón que le aplicó su pupila Legna Verdecia a la japonesa Noriko Narazaki, en ese momento monarca mundial, en la disputa por el oro en el tatami de Sydney, cuando estaba detrás en el marcador y faltaba 1:45 minutos del final del espectacular combate.
Precisamente, Verdecia es fiel exponente de la formación por Veitía, figura icónica en el judo mundial y considerado uno de los mejores entrenadores de todos los tiempos.
La pequeña Legna, de los 52 kilogramos, llegó a Sydney con el aval de ser la judoca cubana más ganadora de medallas de oro del cuatrienio (16 en 21 certámenes) en los torneos Clase A en Europa, en los que acumuló en ese periodo, junto a las 16 medallas de oro, dos plata y tres bronce, con 93 victorias y solo cinco derrotas.
“Todo se lo debo al Profe Veitía”, dijo a este cronista en la entrega de los premios en uno de los salones del hotel Riviera, cuando fue escogida entre los 10 Mejores Atletas de Latinoamérica en la Encuesta Deportiva de Prensa Latina aquel año.
En Sydney 2000, frente a potencias como Japón, China, Francia y exponentes de inmensa fuerza de Rusia, España, Brasil, Surcorea y Estados Unidos, las cubanitas bajo el mando del “Profe” se coronaron campeonas por equipo.
En Mundiales la cosecha dorada ascendió a 16 títulos, además de 15 de plata y 27 bronceados. En Panamericanos y Centroamericanos, a partir de finales de la década del 80 hasta su retiro en 2015, sus elencos regresaron a casa como campeones por países.
Esos honores convirtieron a Cuba en una potencia del judo femenino internacional.
El ilustre entrenador recibió la Orden al Mérito Deportivo, además de otros reconocimientos y distinciones como la condición de Héroe del Trabajo de la República de Cuba, y en 2018 fue seleccionado para integrar el Salón de la Fama del Judo Mundial.
Veitía partió, pero queda su método de preparación en el que aplicó los avances de la ciencia deportiva y permanece la gloria alcanzada que servirá de inspiración a futuras generaciones de entrenadores y judocas.
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