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martes 18 de junio de 2024
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Siniestro acontecimiento en Kenya

La Habana (Prensa Latina) El suicidio resulta una decisión autodestructiva individual, pero cuando es un acto colectivo asume otra connotación, la de peligroso problema social, cuando desideologización y confesión disputan la primacía global.

Por Julio Morejón Tartabull

De la redacciòn de Àfrica y Medio Oriente

Expertos forenses hallaron en suelo keniano un sitio devenido osario de centenares de fieles de Good News International Ministries (Ministerios Internacionales de las Buenas Noticias) de Paul Nthenge Mackenzie e identificada como secta suicida.

Detenido por las autoridades, el jefe del culto Shakahola responderá a graves delitos contra la integridad física y mental de seguidores.

Las versiones de la prensa keniana ampliaron detalles acerca de un proceso de convencimiento ideológico sobre la posibilidad del fin del mundo para cuyo advenimiento se requería un ayuno hasta fallecer.

En caso de negarse a obedecer, los seguidores de Nthenge Mackenzie podrían recibir golpizas e incluso morir a consecuencias de esas, lo cual rechaza el supuesto libre consentimiento a sufrir hambre de al menos 436 integrantes del grupo.

“El pastor enfrenta cargos de crueldad hacia niños, secuestro y asesinato, además de terrorismo. La mayoría de sus víctimas murieron de hambre, pero se dice que otras fueron asfixiadas, estranguladas o golpeadas hasta la muerte”, cita julieroys-com.

En las pasadas cuatro décadas África registró un notable aumento de grupos religiosos, que académicos asociaron con la variación ideológica causada por ausencia de modelos con vitales contenidos sociales suplantados por formas neoliberales de vida.

Además persisten fenómenos puntuales que engrosan ese proceso, entre otros la crisis de la convivencia tradicional que aùn enfrenta a comunidades etno-confesionales adversas pero con notorias gestiones proselitistas.

“Algunas de esas agrupaciones carecen de las características que (definen) a una iglesia. Acabamos de verlos surgir. No sabemos a qué escuelas teológicas asistieron sus líderes. Sólo los vemos emerger y buscar ser glorificados”, opinó Joachim Omollo Ouko, sacerdote católico de la archidiócesis de Kisumu, en el occidente del país

Según él, tales “líderes deberían ser interrogados y controlados”, la propuesta induce a decantar en ese universo lo aceptable y lo que no lo es para evitar tristes secuelas. Unida a la prohibición de las sesiones del culto de Mackenzie las autoridades tambièn proscribieron al Centro de Oración Nueva Vida, de Ezekiel Odero, predicador que la policía sospecha vinculado con lavado de dinero y otros delitos.

Asimismo excluyeron a la Iglesia de Cristo Helicóptero en la capital, Nairobi, misión dirigida por Thomas Wahome; y Kings Outreach Church, afiliada al Ministerio de Arrepentimiento y Santidad del teleevangelista de David Owuor.

A la de Wahome se le vincula con apropiación ilegal de tierras, que de comprobarse trasladaría el asunto del ámbito religioso al judicial, afirman juristas.

En África hay graves precedentes de crímenes masivos convocados por jefes religiosos, quienes para sus propósitos particulares invocaron a la divinidad.

CONDUCTAS HORRIBLES

Una secta terrorífica denominada Restauración de los Diez Mandamientos de Dios causó la muerte de más de 900 personas, conforme rememoró el sitio digital infobae.com sobre el hecho ocurrido en marzo del 2000 en Uganda.

Para feligreses e historiadores, ese fue el peor crimen de su tipo ocurrido en el país y evidenció la inseguridad a la cual podría conducir una incorrecta interpretación de la libertad religiosa.

Las víctimas resultaron quemadas en el interior del templo al cual previamente los homicidas le tapiaron puertas y ventanas. El fuego arrasó el lugar y muchos cadáveres quedaron calcinados aseguraron los forenses, tras hallar además una fosa común.

Fuentes de la Policía consideraron muy difícil determinar la cifra de muertos en aquel suceso, al que identificaron como uno de los mayores suicidios masivos en la historia reciente africana.

En Uganda cobró fuerza el Movimiento del Espíritu Santo – mesiánico- que de la serenidad litúrgica pasó a la violencia antigubernamental (1986-1987), pero la tendencia de esos grupos formados sobre plataformas religiosas llegó a un alto grado de peligrosidad con el agresivo Ejército de Resistencia del Señor (LAR, siglas en inglés).

En 2004, los partidarios del excatequista Joseph Kony “el mesías”, con su filosofía, de la crueldad masacraron a más de 200 desplazados en el campamento de Barlonyo. Durante tres horas de terror los atacantes destruyeron tambièn unas 480 cabañas.

El LAR, ahora en fase terminal y saqueando villas en la vecina República Democrática del Congo, se dedicó al secuestro de niños y adolescentes para reclutarlos como soldados, usarlos como porteadores de impedimenta o esclavos sexuales.

Esa aberración convoyó ignorancia con torcidas interpretaciones de preceptos cristianos, en medio de la tormentosa transformación de los principales paradigmas sociopolíticos y de reacciones fallidas a enmendar la falta de equidad humana.

Tambièn los defectos en la construcción ideológica dejan vacíos proclives a rellenarse con empeños doctrinales extremistas forjados por la realidad inmediata o que emergen en la lucha por el poder, como en Nigeria con el integrismo de Boko Haram.

El fanatismo religioso puede confluir con el terrorismo cuando suicidas cargados con explosivos se hacen estallar en lugares públicos para destrozar la fiabilidad de los estándares de seguridad de los Estados y así –dicen- apresurar el Apocalipsis.

arc/mt

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