martes 2 de septiembre de 2025

Primera Declaración de La Habana, tan vigente hoy como en 1960

La Habana (Prensa Latina) La Primera Declaración de La Habana, aprobada por más de un millón de cubanos el 2 de septiembre de 1960, condenaba enérgicamente la intervención criminal durante más de un siglo de Estados Unidos en América Latina.

Por Pedro Rioseco*

Colaborador de Prensa Latina

Su vigencia, a 65 años de ser aprobada multitudinariamente a mano alzada en la llamada entonces Asamblea General Nacional del pueblo cubano, sigue siendo un colosal grito de rebeldía y combate frente a las agresiones y arrogancia del imperio estadounidense.

Cuando el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz sometió a votación el texto leído por él, la Plaza se sacudió con la aprobación por más de un millón de cubanos, dispuestos a defender la Revolución al costo de sus propias vidas si fuese necesario por principios que mantienen hoy plena vigencia.

Tensando cada vez más su política hostil, el Gobierno norteamericano tres meses antes había cancelado la compra de azúcar a Cuba, con la intención manifiesta de ahogarla en la miseria y el hambre.

Pero, frente a esa brutal agresión económica, la respuesta revolucionaria fue la nacionalización de todas las grandes empresas extranjeras radicadas en la Isla.

La Primera Declaración de La Habana fue una viril réplica a la Declaración de San José, de la Organización de Estados Americanos (OEA), para expulsar a Cuba de ese foro, y donde el Canciller de la Dignidad, Raúl Roa García, denunció los ataques, falacias y maniobras de Estados Unidos contra la Isla.

Recuerda la Declaración que los pueblos de Nuestra América, como la llamó José Martí, más de una vez han visto invadido su suelo en México, Nicaragua, Haití, Santo Domingo o Cuba.

Condena “el robo de los imperialistas yanquis de extensas y ricas zonas, y países enteros como Puerto Rico, convertido en territorio de ocupación, que han sufrido el trato vejaminoso de los infantes de marina”.

“Esa intervención, afianzada en la superioridad militar, en tratados desiguales y en la sumisión miserable de gobernantes traidores, ha convertido a lo largo de más de 100 años a América, la América que Bolívar, Hidalgo, Benito Juárez, San Martín, O Higgins, Sucre y Martí quisieron libre, en zona de explotación, en traspatio del imperio financiero y político yanqui, en reserva de votos para los organismos internacionales, en los cuales los países latinoamericanos hemos figurado como arrias del Norte revuelto y brutal que nos desprecia”, agrega.

“La aceptación, por parte de gobiernos que asumen oficialmente la representación de los países de América Latina, de esa intervención continuada e históricamente irrebatible, advierte la Declaración, traiciona los ideales independentistas de sus pueblos, borra su soberanía e impide la verdadera solidaridad entre los países americanos, lo que obliga a esta Asamblea a repudiarla”.

A continuación, rechaza el “intento de preservar la Doctrina de Monroe, utilizada hasta ahora, como lo previera José Martí, para extender el dominio en América de los imperialistas voraces”.

Ratifica también la política de amistad de Cuba con la entonces Unión Soviética, China y todos los pueblos del mundo.

Y proclama que “la democracia sólo existirá en América Latina cuando los pueblos sean realmente libres para escoger, cuando los humildes no están reducidos por el hambre, la desigualdad social, el analfabetismo y los sistemas jurídicos, a la más ominosa impotencia”.

Igualmente, declara ante América “el derecho de los campesinos a la tierra; del obrero al fruto de su trabajo; de los niños a la educación; de los enfermos a la asistencia médica y hospitalaria; de los jóvenes al trabajo; de los estudiantes a la enseñanza libre, experimental y científica; de los negros y los indios a la dignidad plena del hombre; de la mujer a la igualdad civil, social y política; del anciano a una vejez segura”.

También promulga “el derecho de los intelectuales, artistas y científicos a luchar con sus obras por un mundo mejor; de los Estados a la nacionalización de los monopolios imperialistas para rescatar sus riquezas y recursos nacionales; de los países al comercio libre con todos los pueblos del mundo; de las naciones a su plena soberanía”.

Asimismo, “de los pueblos a convertir sus fortalezas militares en escuelas, a armar a sus obreros, campesinos, estudiantes, intelectuales, al negro, al indio, a la mujer, al joven, al anciano, a todos los oprimidos y explotados, para que defiendan, por sí mismos, sus derechos y sus destinos”.

Postula “el deber de los obreros, campesinos, estudiantes, intelectuales, negros, indios, jóvenes, mujeres y ancianos, a luchar por sus reivindicaciones económicas, políticas y sociales, así como el deber de las naciones oprimidas y explotadas, a luchar por su liberación y el deber de cada pueblo a la solidaridad de hermanos con todos los pueblos oprimidos, colonizados, explotados o agredidos en cualquier lugar del mundo que estén”.

Finalmente, Cuba reafirma en la Primera Declaración, su fe en que “la América Latina marchará pronto unida y vencedora, libre de las ataduras que convierten sus economías en riqueza enajenada al imperialismo norteamericano y ratifica su decisión de trabajar por ese común destino latinoamericano”.

arb/prl

*Fue corresponsal jefe de Prensa Latina en Nicaragua y concurrente en El Salvador, Guatemala y Honduras durante 10 años; corresponsal jefe en República Dominicana, Ecuador y Bolivia. Creó y dirigió la Editorial Génesis Multimedia que hizo la Enciclopedia Todo de Cuba y 136 títulos más. Anteriormente fue director del periódico Sierra Maestra en la antigua provincia de Oriente, ayudante del ministro de Cultura Armando Hart; jefe de la Redacción Internacional de la revista Bohemia con coberturas internacionales en más de 30 países y es autor del libro Comercio Electrónico, la nueva conquista. Dirige la revista Visión de la UPEC y es presidente de su Grupo Asesor.

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