Por Boris Luis Cabrera
De la redacción de Deportes
Eran los Juegos Olímpicos de Atlanta 1996 y el niño cerró los ojos para viajar más de 6 mil kilómetros desde su natal Irlanda a ese escenario, donde se vio haciendo todo tipo de rutinas sobre la colchoneta.
Nadie en casa imaginó que a partir de ese día comenzaría a tejerse una de las historias más conmovedoras y desgarrantes, que quedaría guardada en los anales del deporte mundial como prueba irrefutable del valor de la voluntad humana.
Behan, no obstante, los demonios que lo atacaron sin piedad a lo largo de su vida, encontró fórmulas para resurgir de sus cenizas, convertirse en gimnasta y cumplir su gran sueño: asistir a unos Juegos Olímpicos.
Poco tiempo necesitó para demostrar que vino al mundo con el talento para realizar composiciones coreográficas mediante combinaciones de movimientos corporales simultáneos a gran velocidad.
Desde los ocho años de edad se encaramó en una barra y no fue necesaria la opinión de un especialista para saber que aquel niño tenía las herramientas naturales para dedicarse con éxito a la compleja disciplina de la gimnasia artística.
Solo había cumplido su primera década de vida cuando apareció el primero de muchos obstáculos en su carrera hacia el Olimpo: un tumor maligno en una de sus piernas.
La operación para extirparlo fue un fiasco al quedar afectado uno de sus nervios y los pronósticos médicos hablaban de terapias físicas y mentales ante la posibilidad de quedar postrado para siempre en una silla de ruedas.
Como dijo una vez el célebre científico Albert Einstein, «hay una fuerza motriz más poderosa que el vapor, la electricidad y la energía atómica: la voluntad», y aquel niño, en medio de los malos presagios y la burla de sus compañeros de clases, se paró un día como el bíblico Lázaro y regresó al gimnasio sin la más mínima secuela.
El milagro no fue obra de ningún Cristo salvador, era el resultado de la tenacidad de un ser humano formado con un carácter guerrero del que pocos mortales pueden presumir.
Ocho meses después de su total recuperación los malos espíritus volvieron a la carga y mientras realizaba su rutina de ejercicios se golpeó la nuca con la barra, cayó inconsciente al colchón y sufrió un traumatismo craneoencefálico severo.
«Se puede quitar a un general su ejército, pero no a un hombre su voluntad», dijo el filósofo chino Confucio, y así lo demostró Behan, quien luego de dos largos años de fisioterapias, con perdidas del equilibrio y desmayos, volvió a aparecer por la puerta del gimnasio en busca de su sueño.
La lista de desgracias continuó alargándose cuando a los 20 años de edad, a las puertas de convertirse en un deportista profesional, se desgarró el ligamento cruzado anterior de la rodilla derecha.
Seis meses más tarde, después de su rehabilitación y listo para representar a su país en el Campeonato Europeo de 2010, la misma lesión en la otra rodilla volvió a llevarlo a una cama.
Behan dudó y pareció flaquear en su empeño por primera vez desde que se inspirara viendo a aquellos hombres haciendo piruetas por televisión, pero otra vez burló al destino y retomó el camino que se había propuesto completar desde su inocencia infantil.
En medio de una situación económica precaria y gracias al dinero que recolectaron familiares y amigos a través de la venta de pasteles y otras actividades, el joven irlandés de 22 años compitió en el Campeonato Europeo en Berlín de 2011 y en la serie World Challenge Cup, donde ganó medalla de oro en el suelo, además de una plata y un bronce.
Nada podía detenerlo y luego de su cuarto lugar en el Mundial de Tokio de ese mismo año, ganó el ansiado boleto olímpico a la cita estival de Londres 2012 y todas las barreras que impedían la llegada al final de ese viaje se derrumbaron como un castillo de naipes.
Con ese resultado se convirtió en el segundo gimnasta en la historia de su país en obtener un pase a unas Olimpiadas y en una estrella mediática, válido para obtener una subvención monetaria del Consejo Irlandés de Deportes.
Después de su actuación en Londres, Behan se sometió a una nueva cirugía de rodilla, más tarde le extirparon parte del músculo cuádriceps izquierdo y en 2013 regresó al salón de operaciones por su inestabilidad en una pierna.
Una vez más los que pensaron que ese sería el capítulo final, se equivocaron. Dijo Mahatma Gandhi que la fuerza no viene de la capacidad corporal, sino de una voluntad férrea, y el héroe de esta historia volvió a salir a escena.
Compitió en los mundiales de China 2014 y Glasgow 2015, donde aseguró un puesto en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016 y se convirtió en el único irlandés con dos participaciones bajo los cinco aros.
Allí, un fallo en el aterrizaje le dislocó la rodilla y lo dejó sin posibilidades de acceder a la final, pero pudo terminar su ejecución en el suelo bajo el aplauso agradecido de todos los presentes.
Con 27 años cumplidos, Kieran Behan tuvo que finalizar su carrera con la satisfacción de haberles demostrado a sus semejantes que no hay obstáculo en el mundo capaz de detener a los seres humanos cuando se proponen un objetivo en la vida.
Después del regreso a su tierra natal, agasajado por sus coterráneos, dedicó sus energías a transmitir sus experiencias a las nuevas generaciones y actualmente es el entrenador nacional de la selección juvenil de Austria.
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