Aunque son poco conocidas, esas construcciones ancestrales de piedras fueron erigidas, según estimaciones, entre los años 400 y 1660 y están localizadas a unos 70 kilómetros de Quito, en la zona del Chocó Andino.
Cuentan que en esos espacios hundidos de formas diversas los chamanes o “yachaks” realizaban ceremonias y cultos al Sol y la Luna, mientras los sabios las utilizaban como espejos y observaban el cielo reflejado en el agua para sus estudios astronómicos.
La especialista Flor Sánchez, del Instituto Metropolitano de Patrimonio, declaró a Prensa Latina que las evidencias arqueológicas existentes en Tulipe propician una serie de relatos entre quienes habitan cerca de ese lugar.
Hay quienes están convencidos de que esta zona es un portal hacia otras dimensiones, que está conectado con otros sitios importantes de México, por ejemplo, pero los expertos no avalan esas teorías, comentó Sánchez.
Con esas creencias, en la actualidad algunas personas acuden a Tulipe a hacer rituales y para eso solicitan los permisos correspondientes, aunque está prohibido ingresar a las piscinas por ser un lugar sagrado y para mantener su estado de conservación.
Ni siquiera en el tiempo de los yumbos todo el mundo ingresaba en las piletas, eran al parecer destinadas a las élites de ese pueblo, precisó la conocedora.
En total son siete piscinas. De las ubicadas en la parte central del complejo, dos son rectangulares y otras dos tienen una parte superior curva.
La quinta es un polígono irregular con 19 ángulos y la sexta es muy pequeña, por lo que posiblemente cumplía una función práctica, como el almacenamiento de agua para todo el conjunto, pues todas las piscinas están unidas por una red bien diseñada de canales.
Más alejada está la séptima piscina, que es circular y sus paredes incluyen un doble graderío a modo de anillos concéntricos, donde al parecer evocaban al sol y realizaban ritos de purificación.
Algunos relatos apuntan que esas piscinas, relativamente cerca de la línea que divide al planeta en dos hemisferios, pueden haber sido un observatorio astronómico al aire libre, donde el agua acumulada reflejaba la Luna y las constelaciones, una forma de atrapar en ese espacio la tierra y el cielo.
Cada año, el 20 de marzo, se celebra en Tulipe la fiesta del Equinoccio, ritual de la cosmovisión andina que da inicio al año agrícola y en estos tiempos son los indígenas quienes llevan ofrendas a las deidades para garantizar la abundancia de las cosechas.
EVIDENCIAS CULTURALES Y MÍSTICAS
El complejo que muestra las evidencias culturales del pueblo yumbo comprende tres hectáreas de terreno y se divide en dos partes: el museo, que es un espacio de difusión, y en el exterior las piscinas o centro ceremonial, donde están ubicadas las revelaciones arqueológicas.
A pocos metros de esas estructuras pasa el río Tulipe, aunque se presume que el agua utilizada en los ritos no provenía de ahí sino de elevaciones cercanas y terrazas artificiales construidas con el fin de captar la lluvia.
La mística de los yumbos se mantiene en toda esa zona y se percibe también en los petroglifos, grabados antiguos en piedras en los cuales predominan los círculos, un símbolo de la perfección, y espirales, en representación de lo cíclico y del movimiento tan comunes en la cosmovisión precolombina.
Cerca de allí perviven algunas tolas, pirámides truncas de aproximadamente 20 metros de altura hechas con tierra y otros materiales, que según los relatos servían tanto de viviendas como de áreas ceremoniales o con fines funerarios.
Podemos decir que en Tulipe se unen las nociones de la naturaleza con el equilibrio del cosmos, y así lo entendieron los yumbos, señaló Flor Sánchez, la experta y guía.
Relató cómo ese pueblo se vio obligado a emigrar tanto por la erupción de los volcanes Guagua Pichincha y Pululahua en la segunda mitad del siglo XVII como por la colonización española.
ANTES CENTRO CEREMONIAL, HOY MUSEO
Para perpetuar la historia de los yumbos en Tulipe, no sólo están las evidencias arqueológicas, sino un museo que recibió honores internacionales, como el Premio Reina Sofía de Conservación y Restauración del Patrimonio Cultural (2011).
Entre 2001 y 2004 el Fondo de Salvamento del Patrimonio Cultural, conocido ahora como Instituto Metropolitano de Patrimonio, realizó un extenso proyecto de excavación y restauración del sitio bajo la dirección de Hólguer Jara.
Gracias a su trabajo, el 24 de marzo de 2007 se inauguró el espacio museográfico conformado por tres salas en las que se muestra el medio ambiente y la ubicación geográfica de Tulipe, y cerámicas, entre otros objetos originales y réplicas.
Asimismo, exponen cómo los yumbos fueron principalmente un pueblo agrícola y de comercio, que también cazaban y elaboraban artesanías.
Ellos solían cargar canastas que sujetaban a sus frentes para transportar pescado, yuca, plátano verde, papayas o carne y al parecer eran personas robustas, según muestran modelos de cera expuestos en el museo y confeccionados a partir de estudios forenses de restos humanos hallados en la zona.
La cultura yumbo dejó un legado histórico, arqueológico y mitológico por su familiarización con la astronomía, la geometría y la arquitectura, aunque aún existen dudas sobre algunas de sus costumbres.
Si bien el sitio fue descubierto en este siglo XXI, su historia atrapa hoy a cientos de personas que acuden a visitar ese espacio ancestral donde las interrogantes fomentan los mitos y leyendas alrededor de los yumbos.
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