“Tan es así que el 2 de diciembre de 1959 un memorando del entonces jefe de la CIA para América Latina, coronel Joseph Caldwell King, advertía al director de la agencia Allen Dulles que la mejor manera de acabar con la Revolución cubana era asesinar a Fidel Castro”, explicó en exclusiva con Escáner el general de división retirado Fabián Escalante.
Según las valoraciones del exoficial de inteligencia, “Fidel tenía mucha capacidad para atraer a las masas y por eso es que, a partir de ese momento, se sucederán múltiples intentos por eliminarlo físicamente”, dijo quien fuera uno de los fundadores de los Órganos de la Seguridad del Estado en Cuba y su jefe entre 1976-1996.
En el propio 1959 se produjeron varios intentos de magnicidio, sobre todo por elementos del círculo de Rolando Masferrer que creyeron que matar a Fidel sería fácil, incluso llegaron varios de ellos a La Habana, merodearon por el antiguo Palacio Presidencial, algunos fueron apresados; su objetivo les resultó imposible, apuntó Escalante.
Vale recordar que Masferrer fue el matón cubano que defendió la tiranía de Fulgencio Batista (1952-1958) a golpe a asesinatos, y terminó muriendo el 31 de octubre de 1975 en la ciudad estadounidense de Miami, cuando al accionar el encendido de su automóvil explotó una bomba y voló en pedazos.
Pero debe quedar claro -puntualizó- que los complots para acabar con la vida del líder de la Revolución cubana datan desde muchos antes del triunfo del 1 de enero de 1959: quisieron asesinarlo cuando fue detenido tras el asalto en 1953 al cuartel Moncada.
Después, en la época de la guerrilla, cuando ya el Ejército Rebelde estaba en proceso de formación, la tiranía, los guardias de Batista, contrataron a un campesino para que en la primera oportunidad le disparara a Fidel.
Finalmente, fracasados todos estos intentos, se preparó una confabulación, en la cual participó el Buró de Investigaciones de la Policía Nacional, dirigido por el coronel Orlando Piedra, y agentes del Buró Federal de Investigaciones (FBI) de Estados Unidos.
“Para tales fines nombraron a un norteamericano nombrado Allen Robert Nye que viajó con ese propósito a Cuba. Estamos hablando de los días finales del año 1958”, apuntó Escalante.
Pensaron que llegar a las filas rebeldes sería un suceso de tal naturaleza que Fidel Castro se entrevistaría con Nye, un momento que aprovecharía para disparar contra el Comandante en Jefe y huir.
“Tenía un grupito de guardias disfrazados de campesinos que lo seguían a todas partes, que deberían resultarle un factor de apoyo. Estamos hablando del 24 de diciembre de 1958, pero el hombre fue capturado por las tropas rebeldes”, comentó.
COMIENZA LA OBSESIÓN
En la investigación que realicé contabilicé 634 complots desde 1958 hasta 2000, afirmó Escalante al comentar que “estos fueron de distinta naturaleza e iban desde una reunión de varios elementos en la que empezaban a hablar y a pensar que la solución del problema cubano se resolvía matando a Fidel”.
Los servicios de seguridad nuestros -agregó- tenían la consigna de que todo aquel que hablara de eliminar físicamente a Fidel había que detenerlo y procesarlo.
“Eso dependía de la implicación que tuvieran. De esos 634, 167 eran planes que contenían todos los elementos, es decir, tenían ideado el lugar, las armas, el dinero, el plan de fuga”.
Hay evidencias que sustentan cómo los actores antes mencionados comienzan a fraguar sus planes para asesinar al líder cubano durante el primer viaje que dio a Estados Unidos en septiembre de 1960.
“Es ahí cuando se ponen de acuerdo, hay documentos escritos en los que constan que con el apoyo de la CIA fabricaron polvos para que le dañaran la barba, idearon un tabaco explosivo, hubo una bomba en el Central Park en la tribuna mientras hablaba a los emigrados cubanos, que fue por cierto descubierta por la propia policía neoyorkina”, explicó.
Por ejemplo, relató el general Escalante, “un agente de la CIA fue a ver al jefe de la policía de Nueva York, responsabilizado con la protección de Fidel, y le piden colocar un tabaco envenenado en su habitación y él dijo que no estaba ahí para matarlo, que ese hombre era el líder de un país y que su función era protegerlo”.
El incidente se recogió en documentos desclasificados sobre el tema, añadió.
“A partir de ese momento -acotó- se empiezan a fabricar por los laboratorios de la CIA toda clase de venenos, artilugios, balas envenenadas, es inenarrable”.
Pero de todos estos planes, “lo más peligroso, sin lugar a dudas, fue el bazucazo que se le pretendió dar a la tribuna en el antiguo Palacio Presidencial”, afirmó el autor de más de una decena de libros, entre ellos, 634 maneras de matar a Fidel: Planes de la CIA y La Mafia para asesinar a Fidel Castro.
Ese plan fue diseñado por Antonio Veciana y la CIA, en la persona de David Atlee Phillips, quien fue jefe de la división del hemisferio occidental de la agencia.
La idea concebida -argumentó- era dispararle a Fidel en octubre de 1961 a propósito del recibimiento del entonces presidente Osvaldo Dorticós (1959-1976), en medio de un gran acto en el que dispararían contra la tribuna.
Narró que ellos estaban en un edificio cercano donde se atrincheraron en un apartamento que fue rentado previamente y después de lanzar el bazucazo pensaban mezclarse con la multitud para crear un incidente con una granada de fragmentación y, como iban vestidos de milicianos, tratarían de escapar.
¿Qué sucedió?, pues los servicios de seguridad desarticularon ese complot y como estaban detrás de la pista de esos personajes, los detuvieron a casi todos dos o tres días después, recordó Escalante.
Otro intento de magnicidio abortado fue el de las pastillas envenenadas que en 1963 llegaron a las manos de María Leopoldina Grau Alsina y Ramón Grau Alsina Alsina, sobrino del expresidente de Cuba Ramón Grau San Martín (1933-1934, 1944-1948).
Ambos pertenecían a la Organización Auténtica, un grupo contrarrevolucionario dirigido por la CIA, puntualizó el escritor e investigador cubano.
“Aquellas pastillas las distribuyeron por distintos lugares -precisó-, uno de ellos fue el hotel Habana Libre y se las entregaron a Santos de la Caridad Núñez, un barman de cafetería, en una bolsita; su misión era guardarlas allí en el refrigerador en espera del día en que fuera Fidel”.
Relató Escalante que efectivamente “Fidel llegó en una ocasión, fue a visitar a un extranjero que se alojaba en el hotel y como a las cuatro de la madrugada pidió un batido de chocolate”.
Pero un contratiempo hizo que la bolsita de nylon con las pastillas se rompiera y se esparciera el veneno dentro de la nevera cuando el barman trató de cogerlas.
La operación AM-LASH, de la CIA en la que iban a participar los excomandantes del Ejército Rebelde Rolando Cubela y Ramón Guín, fue otro de los intentos de atentado contra la vida del líder de la Revolución cubana.
El propósito era inocular un veneno a Fidel a través de una aguja muy fina durante una concentración en la que participaría y hablo de una época en la que todo el mundo estaba a su lado, comentó.
El acto estaba previsto en El Cacahual el 7 de diciembre de 1963 y era un plan conectado con una operación en la que participaban distintos grupos de mercenarios que se entrenaban en Nicaragua.
PESE A PLANES ABORTADOS
En esos complots de Estados Unidos participaron además de los contrarrevolucionarios cubanos, la CIA y el FBI, la mafia y el sindicato del juego por los importantes intereses económicos que tenían en Cuba y que fueron afectados por la Revolución desde los primeros días.
“Una de las medidas dictadas por la Revolución fue liquidar el juego, y eso afectó a los zares del crimen organizado norteamericano que en complicidad con Fulgencio Batista habían hecho de la isla un paraíso de la prostitución, del tráfico de drogas y del juego”, señaló.
En 1961, después del fracaso de los planes a los cuales me referí antes, la CIA decidió que tenía que institucionalizar el asesinato de Fidel y creó un departamento que se denominó ZRRIFLE, cuya fachada era un departamento de comunicaciones, al frente del cual estuvo William Harvey, un veterano oficial de la CIA, explicó el también ex viceministro del Ministerio del Interior.
“Harvey probó suerte con una iniciativa. Estaban los preparativos de Girón (en referencia a la invasión mercenaria organizada y financiada por Estados Unidos por Playa Girón) andando y es cuando se mandan para Cuba aquellas pastillas envenenadas”, rememoró.
“Primero fueron cápsulas, después este mismo veneno, botulina sintética, mezcladas en un pomo de aspirinas Bayer. Todo esto vino para Cuba y fracasó”, indicó.
Hubo también una denominada Operación Generosa en marzo de 1961, que tenía previsto colocar una bomba y detonarla durante una reunión del líder cubano en el entonces Instituto de Ahorro y Vivienda, pero aquello se fue por la borda por causas ajenas a la voluntad de sus organizadores.
Escalante puntualizó que después de la derrota de los mercenarios en Girón en menos de 72 horas, en abril de 1961, pensamos que las autoridades estadounidenses recapacitarían; sin embargo, lo que ocurrió fue un estímulo a los planes violentos contra la vida del jefe de la Revolución.
“El 26 de julio de aquel propio año, la CIA ejecutó una gran operación que llamó Patty, y a la que nosotros denominamos Candela, que pretendía asesinar a Fidel en La Habana y a Raúl Castro en Santiago de Cuba”, acotó.
Varios historiadores coinciden en que ese engendro de la CIA para atentar también contra la vida de Raúl Castro marcó una etapa histórica en la guerra sucia declarada por el Gobierno de Estados Unidos contra Cuba en su propósito de aniquilar de un solo golpe a la jefatura de la Revolución.
Sin embargo, todo fue descubierto y desarticulado por los servicios de seguridad cubana, precisó Escalante.
El 22 de julio de 1961, los principales complotados fueron detenidos en el país y se ocuparon abundantes armas y pertrechos de guerra.
LA PRINCIPAL CORAZA
En 1975 un informe del Comité Selecto del Senado de Estados Unidos para el Estudio de las Operaciones Gubernamentales Respecto a las Actividades de Inteligencia, más conocido como el Comité Church, encontró “evidencias concretas de al menos ocho complots que involucraban a la CIA para asesinar a Fidel Castro entre 1960 y 1965”.
Décadas después, en 2007, la CIA desclasificó unas 700 páginas de documentos relativos al periodo comprendido entre 1953 y 1973 con información sobre intentos de asesinato al líder cubano.
Reportes del diario The Washington Post incluían datos que confirmaban lo que planteó el panel de la Cámara Alta, aunque la cifra quedó muy por debajo, como lo demostró la investigación del general Escalante.
Precisamente, en su diálogo con Escáner, el experto cubano mencionó que otros operativos importantes de la CIA ocurrieron durante la visita de Fidel a Chile cuando, por ejemplo, prepararon una cámara de cine con un revolver acoplado para ejecutar el magnicidio en una conferencia de prensa.
Fue impresionante -relató- la denuncia que hiciera el propio Fidel del plan de atentado en noviembre de 2000, en ocasión de la X Cumbre Iberoamericana en Panamá.
“Asesinar a un dirigente, como la vida lo ha demostrado, es muy complejo porque hay que tomar la decisión de morirse también. Es acercarse a un lugar determinado y lanzar una granada y dispararle. ¿Cuáles fueron los factores que influyeron en esos fracasos? Yo diría que hay varios importantes”, valoró Escalante.
En primer lugar, enumeró el apoyo popular del pueblo cubano que “ha sido el sustento de la seguridad cubana durante todos los años en la defensa de la Revolución”.
“En segundo lugar, el olfato de Fidel a quien no había manera de planificarle su vida o decir que iba a hacer tal actividad en un momento determinado, porque siempre fue un guerrillero, entonces él hacía lo que tenía en mente, cambiaba los planes con mucha rapidez teniendo en cuenta la prioridad y el desenvolvimiento de los acontecimientos”, recalcó.
Destacó que a diferencia de lo que caracteriza a muchos políticos, que tienen todo preparado y premeditado, Fidel era enemigo de todo eso unido a un sexto sentido para evitar las emboscadas o para conocer a los hombres.
Recordó que ese fue el caso del campesino que pretendió matarlo en la Sierra Maestra. Él mismo fue el que le dijo: “¿Qué haces aquí? ¿Vienes a asesinarme?”.
Un tercer factor -indicó Escalante- fue la eficiencia de los órganos de seguridad, que lo integraron gente muy joven, inexperta, con muy poca preparación, pero con un fervor revolucionario extraordinario y “éramos sobre todo fidelistas y seremos siempre fidelistas”.
El 25 de noviembre de 2016 partió a la inmortalidad y como afirmara el general Escalante: “Fidel murió cuando quiso, en el momento que quiso y vivió 90 años”, para disgusto y frustración de quienes por décadas trataron de eliminar físicamente al Comandante en Jefe de la Revolución cubana.
arb/dfm-isf