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jueves 21 de noviembre de 2024
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ESCÁNER: Haití, entre magnicidios y caos (+Info +Audio)

Puerto Príncipe (Prensa Latina) El asesinato del presidente Jovenel Moïse en julio de 2021 fue un punto de inflexión para Haití que ya sufría una sostenida crisis política, económica, violencia de las pandillas y aumento de la pobreza, pero no fue un hecho aislado.
Por:
Anelí Ruiz García
Corresponsal jefa en Haití

Otros cuatro jefes de Estado corrieron la misma suerte desde los albores de la primera nación negra libre, entre ellos el libertador Jean Jacques Dessalines, una de las figuras más importantes de la historiografía nacional.

Mucho antes del magnicidio, Moïse era una figura profundamente impopular, acusado de corrupción y de comportamiento dictatorial y en una pugna abierta con el poderoso sector privado, el cual se especula lo colocó en el poder.

Decenas de miles de personas se manifestaron durante al menos tres años contra su gestión y cuando murió por 12 disparos en su residencia privada de Pelerin, en el sudeste de esta capital, tenía muy pocos aliados.

Su parricidio se inserta en una lista de actos similares en la empobrecida nación,  primera en alcanzar la independencia en América Latina y que está moldeada por  revoluciones, pugnas políticas, corrupción y desastres naturales, además de ostentar el triste récord de asesinar o derrocar a 22 gobernantes en siete décadas.

“Haití ha experimentado numerosos períodos de intenso desorden político y económico, algunos de ellos incluso sirvieron como excusa para la intervención militar de Estados Unidos”, dijo a Prensa Latina el analista político Frank Saint Jean.

Jean Jacques Dessalines, el libertador

En 1806, solo dos años después de la independencia de Haití, Jean Jacques Dessalines, considerado el padre de la nación, fue brutalmente asesinado en Pont Lanarge, hoy Pont Rouge, situado al norte de Puerto Príncipe.

Cayó en una emboscada cuando se dirigía a sofocar una rebelión en su contra y tras ganar el descontento por la serie de reformas que quería implementar en cuanto a la distribución de la riqueza.

Para el investigador, mediador social y cultural de la Organización de Gestión del Destino Norte de Haití, Yvon Charles, la política de justicia social que preconizaba Dessalines fue la principal causa de la conspiración de varios generales para el asesinato.

Entre las razones del desenlace fatal se enumeran la nacionalización de tierras, el control directo y estricto del comercio exterior, el corporativismo agrario y el nepotismo al designar a su primogénito como sucesor.

Para muchos, el asesinato de Dessalines marcó el destino trágico de Haití que se dividió en dos estados y en el norte instaló una corte al estilo europeo con reyes, palacios y nobles -en el corazón del Caribe-, e incluso no pocos dudan que el libertador profirió una maldición a la cual los haitianos atribuyen todos los males padecidos.

Sesenta y cuatro años después del primer magnicidio y tras la reunificación del país, el antiburgués Sylvain Salvane fue ejecutado en las ruinas del Palacio Nacional debido a una rebelión liderada por los rivales, que obligó al entonces presidente a atrincherarse en Puerto Príncipe.

Tras una serie de bombardeos, Salvane dio la orden de incendiar el Palacio Nacional y logró escapar hacia el sur de la capital junto a un millar de soldados para exiliarse en la vecina República Dominicana, pero fue entregado por el general José María Cabral, juzgado por un consejo de guerra por masacres y traición, y condenado a muerte.

Su ejecución tuvo lugar el 15 de enero de 1870, sobre las ruinas de la sede de Gobierno que ordenó quemar.

Cuatro décadas después Cincinnatus Leconte, quien fuera nieto de Dessalines, tuvo igual final cuando opositores políticos perpetraron un atentado en su contra y colocaron explosivos en el Palacio Nacional.

Leconte, cuyo verdadero nombre era Jean-Jacques Dessalines Michel Cincinnatus Leconte, se exilió en 1908 tras el derrocamiento de Tiresias Simon Sam y regresó en 1911 al frente de una gran fuerza militar.

Lanzó un ataque contra las fuerzas gubernamentales desde la ciudad de Ouanaminthe, en la frontera con República Dominicana, y luego fue recibido triunfalmente en Puerto Príncipe.

En agosto de 1912, tras apenas 11 meses de su llegada al poder, fue ejecutado en la explosión del Palacio Nacional y con él perecieron familiares y más de un centenar de soldados.

Vilbrun Guillaume Sam y la intervención de Estados Unidos

Guillaume Sam llegó a la presidencia en febrero de 1915 tras un convulso periodo en el que el país tuvo cinco presidentes en menos de cuatro años.

El alzamiento contra su predecesor Joseph Davilmar Théodore fue impulsado por el descontento contra el mandatario que incumplió sus promesas de pagarle a las milicias armadas en ese entonces conocidas como Cacos, las cuales lo ayudaron a alcanzar el poder.

Tras el exilio forzado de Théodore en Curazao, Sam fue reconocido como nuevo jefe del Poder Ejecutivo por el resto de generales revolucionarios, y electo presidente por el Congreso días después.

Pero su mandato duró apenas cinco meses, una muchedumbre iracunda sacó a la fuerza al presidente de la embajada de Francia, donde se refugió en medio de las rebeliones, desmembró su cuerpo y exhibió los restos en lanzas por toda la ciudad.

Los hechos abrieron las puertas a la intervención más larga de Estados Unidos hasta Afganistán.

Washington ocupó Haití durante 19 años, con el pretexto de impulsar “el orden, la democracia y la estabilidad”, y terminó con la destrucción de las instituciones estatales, el apoderamiento de las reservas de oro y la venta de tierras a los norteamericanos ricos.

“Las reservas forestales de Haití disminuyeron un 25 por ciento durante ese periodo, a lo que se sumó el saqueo de los recursos que caracterizó la orientación económica del país impuesta por los norteamericanos o por presidentes al servicio de los intereses de Estados Unidos”, explicó a Prensa Latina el analista y académico Camille Chalmers.

Más de un siglo después, el asesinato de Moïse el 7 de julio de 2021, del cual casi dos años después hay pocas respuestas, vuelve a poner al país ante la amenaza de una nueva ocupación, mientras se acentuó la crisis institucional sin Parlamento, con una justicia apenas funcional y sin funcionarios electos.

La sucesiva violencia e inestabilidad política desde el surgimiento del país que además sufrió una sangrienta dictadura, destruyó la institucionalidad y los recurrentes cambios de gobierno limitan tareas elementales como el manejo de los recursos fiscales, o de los cuerpos de seguridad.

Además, la constante tutela de la comunidad internacional desde 1915 hasta ahora solo fortaleció la dependencia y contribuyó al desmantelamiento de las instituciones republicanas, asegura Chalmers.

A fin de que la historia no se repita Haití necesita recomponerse como Estado y ahora enfrenta un enorme desafío con las pandillas ligadas al narcotráfico y el comercio ilegal de armas que dispararon los casos de secuestros, asesinatos y extorsión en los últimos años y que el Gobierno admitió no contar con recursos para detener.

Ante el caos inminente, el primer ministro, Ariel Henry, llamó a mediados de marzo a volver a la esencia como nación, a lo que permitió llevar adelante una de las mayores revoluciones de la historia. “Aquella que creó nuestra República”, dijo el jefe de Gobierno que salió ileso de al menos dos atentados.

arb/dfm/ane

Colaboraron en este trabajo:
Amelia Roque
Editora Especiales Prensa Latina
Deisy Francis Mexidor
Jefa Redacción Norteamérica
Ivette Fernandez
Redacción Norteamérica
Laura Esquivel
Editora Web Prensa Latina
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