domingo 26 de octubre de 2025

El Malecón habanero, el de los sueños de Cuba

La Habana (Prensa Latina) Tal vez uno de los lugares más turísticos de Cuba es su Malecón capitalino, rodeado de los sueños de los lugareños y del espectáculo del mar y sus amaneceres y atardeceres.

Por Roberto F. Campos

De la redacción de Economía

Un sitio recurrente, tanto en la literatura, el cine, y la cosmovisión de los seres humanos que viven en este archipiélago, cargado de contradicciones, problemas y esperanzas.

Sin embargo, se trata de uno de los espacios más fotografiados por los visitantes, tanto nacionales como extranjeros e incluso por sus cercdanos moradores.

El Malecón habanero comprende una amplia avenida de seis carriles y un larguísimo muro que se extiende sobre toda la costa norte de la capital cubana a lo largo de ocho kilómetros.

Mucho antes de empezar a construirse ese extenso muro de hormigón armado, comenzaron a colocarse sus primeras piedras -desde 1819- en el tramo conocido como Avenida del Puerto.

Ello se debió al ensanche de extramuros dado por la utilización más óptima del espacio y por la necesidad de los capitalinos por expandirse.

La costa era un lugar de arrecifes donde tomaban baños los habaneros y los pescadores anclaban sus embarcaciones. En ese lugar radicaban viviendas, tabernas situadas entre el mar y el muro en el cual se disfrutaba del ocaso.

A finales del siglo XIX, Cuba era la última colonia española en América, aunque los productos estadounidenses se apoderaban de La Habana.

La ciudad era una urbe que demandaba cambios en su infraestructura por la necesidad de saneamiento lo que propició, entre otras cosas, el avance del Malecón.

En 1870, La Habana llegaba a la calzada de Belascoaín y en los inicios del siglo XX la vía de marras alcanzaba Infanta y para 1901 se alarga el tramo desde Paseo del Prado y la calle Crespo.

El posterior crecimiento de la avenida dejó a un lado el hasta entonces impenetrable monte Vedado y propició la demolición de muchas edificaciones como el antiguo Palacio de Convenciones y Deportes.

UN MALECÓN PARA CADA MOMENTO

Su último tramo quedó construido en 1958 por el Ministerio Obras Públicas, en tanto que el proyecto creció hacia el norte y ganó terreno al mar para desarrollar la majestuosa avenida.

Para esto, se tuvo que fundir con concreto, anclar muchos bloques para rellenar los espacios robados al dios Neptuno con el material de la demolición de las edificaciones y garantizar un firme sobre el cual desplegar la vía.

Volvamos a la historia, pues su construcción abarcó etapas sucesivas y duró unos 50 años.

El primer trayecto 1901-1902 cubrió desde el Paseo del Prado hasta la calle Crespo, el segundo de 1902-1921 hasta el Monumento al Maine y el tercero, hasta los años 30, terminaba en la Avenida de los Presidentes, mientras el cuarto y final de 1948–1958 que finalizó en la desembocadura del río Almendares.

Importantes monumentos se alzan a lo largo de su trayecto, como el del Generalísimo Máximo Gómez, el del mayor general Antonio Maceo y el del General Calixto García.

Además, importantes avenidas de la capital desembocan en el malecón como la calle 23, la avenida de los Presidentes y la avenida Paseo.

Otros edificios y monumentos representativos también bordean todo lo largo de la avenida malecón, como el Castillo de la Real Fuerza de La Habana, el Castillo de San Salvador de la Punta, el Torreón de San Lázaro, la entrada al Túnel de La Habana y el Hotel Nacional de Cuba.

Además, se ubican la embajada estadounidense, el Torreón de la Chorrera y el edificio Malecón 17 Las Cariátides antiguo Unión Club, diseñado y construido en 1924 por la reconocida firma de arquitectos Govantes y Cabarrocas, posteriormente Centro Cultural en 1998.

Un lugar único, con siete mil metros de un ancho muro de cemento convierten al malecón habanero en el lugar de encuentro más visitado de la capital.

Su función principal, además de ser una obra estratégica para detener el agua, es ser un centro de atención turística y local.

En varias ocasiones, el periodista, escritor e historiador cubano Ciro Bianchi Ross menciona este espacio e indicó que El Malecón es la primera avenida que merece tal nombre en La Habana.

Su construcción no obedeció a la intención de mejorar el tránsito, sino a razones de salubridad y ornato.

Bianchi apuntó que sus ocho kilómetros de extensión comenzaron a construirse en los días de la primera intervención militar norteamericana, bajo el mando del gobernador Leonardo Wood.

También recordó que cuando el ciclón del 9 de septiembre de 1919, el mar levantó en peso un tramo y arrojó enormes piedras y trozos de concreto a bastante distancia, con daños e inundaciones nunca vistos ni recordados por la ciudadanía, situación que no pocos ingenieros atribuyeron a la construcción del Malecón.

Malecón es un nombre genérico, sinónimo de dique, aunque los cubanos le dan categoría de nombre propio por lo que se escribe con letra inicial mayúscula, indicó Bianchi.

Sobre el lugar también hablaron y escribieron muchas voces de relieve como Juan de las Cuevas Toraya (La Habana, 1933-2013), economista, ensayista, historiador e ingeniero cubano.

O Emilio Roig de Leuchsenring (1889-1964), historiador, etnólogo, periodista y patriota cubano. Fue el primer Historiador de La Habana. Existe una Cátedra Emilio Roig en el Instituto de Historia de Cuba dedicada al debate de estudios históricos.

Pero al margen de las versiones científicas, de los argumentos de ingenieros y de las aguas pasadas, el Malecón es turismo, sueños, romances y todo lo que en materia de esperanzas pueda arropar al cubano y a quienes visiten este país lleno de contradicciones y bellezas.

arc/rfc

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