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jueves 31 de octubre de 2024
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Comunidad friki en Cuba: soy diferente y me gusta serlo (+Fotos)

La Habana (Prensa Latina) Finaliza el mes de octubre y ante la llegada de Halloween, festividad importada que fue ganando espacios aquí en los últimos años, circulan en redes sociales anuncios promocionales de negocios y proyectos cubanos que organizan fiestas.

Por Verónica Núñez Lastres*

Colaboradora de Prensa Latina

Buena parte de los asistentes a estas celebraciones o ferias temáticas pertenecen a la comunidad friki de Cuba.

El sustantivo Friki proviene del término inglés Freak, usado inicialmente para referirse de forma peyorativa a personas que por sus diferencias físicas eran exhibidas en circos, según explica el artículo Tribus urbanas y salud, de la Universidad de Ciencias Médicas de La Habana.

Actualmente se emplea el término friki al hablar de alguien con un interés profundo y constante hacia un hobby específico, generalmente relacionado con la cultura popular, como por ejemplo, cómics, videojuegos, ciencia ficción, anime, cosplay, música rock/metal y similares.

Lejos de considerarlo un insulto, los miembros de esta “tribu urbana” se sienten orgullosos de pertenecer a ella y hasta se ha vuelto una moda.

Yoel Salazar, creador y director del primer proyecto friki con temática Steampunk en el país, junto al pedagogo Djamel Valdés Borbón -otro miembro de la directiva- concedieron una entrevista a Prensa Latina para conocer más sobre esta comunidad.

Salazar, conocido en el gremio como SteamLord, se considera “un friki de toda la vida, sin saberlo” pues se incorporó a la tribu urbana casi a los 35 años.

Una característica que comparten muchos miembros de la comunidad es sentirse diferentes en cuanto a gustos culturales con respecto a sus amigos o compañeros de aula.

Según contó Salazar, él leía y disfrutaba los relatos de ciencia ficción y fantasía como Stars Wars, El Señor de los Anillos, novelas de Julio Verne, incluso creaba sus propias historias.

“Cuando empiezo a relacionarme fuera del entorno laboral y escolar, me codeo con personas que me dijeron: sí, no eres el único, hay una comunidad”, rememoró.

Pensamos que muchas veces somos los raros y estamos solos, hasta que descubrimos la existencia de más personas como nosotros, desde los que simplemente lo disfrutan hasta los que organizan un evento, añadió.

Salazar viste usualmente con chalecos, relojes de bolsillo, gafas de sol vintage, botas y muñequeras de cuero adornadas con engranajes y cadenas, entre otros accesorios.

Luego incorporó a su vida el estilo Steampunk, conocido también como Arte chatarra, que surgió alrededor de 1970 y se basa en la estética y narrativa retrofuturista o anacrónica inspirada en la maquinaria del siglo XIX, principalmente de las épocas eduardiana y victoriana.

En 2018 creó el proyecto Echando Humo, primero de su tipo en Cuba, un país donde no existe una comunidad sólida de esta temática.

Sin embargo, Echando Humo ha logrado llegar a diferentes espacios culturales y mediáticos, y ha establecido contacto con personas de todas las provincias y con comunidades de otros países como Reino Unido, Francia, Argentina, Chile y, sobre todo, México.

Si bien el imaginario popular considera que los frikis son personas jóvenes, Salazar tiene 41 años y ha enfrentado no pocas críticas. A veces ha sido difícil, expresó, la primera crítica fue de mi madre.

“Ella no lo entendía. Me dijo que perdía mi tiempo y que trabajara, cuando ya yo lo hacía. Fui maestro de informática durante 12 años. Mis compañeros de trabajo me miraban raro porque tenía el pelo largo. Llega un momento que te acostumbras y no dejas que te afecte”.

Además, agregó, dentro del gremio muchas veces se critica a otros miembros por no ser “frikis puros”, sobre todo, si escuchas otros géneros musicales además del rock, el metal o similares, o si consumes series o películas que no se asocian habitualmente con el “frikismo”.

¿Por qué si eres marginado en la sociedad por ser diferente, vas y condenas a otras personas que son diferentes también, en una comunidad que supuestamente debería estar unida?, se cuestionó Salazar.

En tanto, Djamel Valdés Borbón, de 20 años y graduado de maestro de historia para la Enseñanza Secundaria Básica, reconoce que le han dicho que es “un joven con el alma de un viejo”.

Siempre me gustó lo vintage, lo clásico, lo de época. Me crié con mis abuelos y con mi tía abuela mientras mi madre trabajaba, así que recibí muchas influencias de antaño, explicó.

A su entender, a la comunidad friki le falta madurar mucho porque aún hay mucha desigualdad, riñas internas; un paralelismo irónico entre la hermandad y las críticas destructivas. “Por eso debemos trabajar en la aceptación, de la sociedad y entre nosotros mismos”.

Para mí, destacó Valdés, ser friki es visualizar e intentar materializar esos aspectos que, por ser extraños, las personas no suelen dejar que se conozcan. Experimentarlo fue una metamorfosis que me ha permitido transformarme y ser mejor.

Durante las primeras décadas de la Revolución, el movimiento friki en Cuba estuvo marcado por el prejuicio social a sus representantes. Escuchar determinada música o incorporar una estética atípica se consideraba diversionismo ideológico o peligrosidad social.

Estaba prohibido y era una práctica reprimida con dureza. María Gattorno, coordinadora durante largos años de las actividades de la Casa de la Cultura Roberto Branly del Vedado, comentó para el podcast de Radio Ambulante Cuando La Habana era friki, que ser rockero en aquellos años era estar loco, porque te enfrentabas a un mundo donde tenías todo en contra.

A partir del 2000, la sociedad comenzó a mirar con mejores ojos a los frikis, quienes han encontrado poco a poco apoyo de instituciones culturales estatales.

Según apuntó Salazar, al menos los organizadores de eventos “estamos enmendando el error de automarginarnos, a la vez que las instituciones se están abriendo a la idea de establecer vínculos”.

Por ejemplo, el proyecto Echando Humo se ha presentado tres veces en la pequeña pantalla y en otros medios. Hay programas televisivos sobre el anime, el mundo otaku y los comics, mientras instituciones estatales y privadas organizan y acogen eventos de temática friki.

En general, los medios de difusión y las instituciones deberían estar abiertos a escuchar, a estudiar y a comprender, indicaron ambos.

A juicio de Salazar, el reto principal es tener sus propios espacios: un lugar con labor comunitaria, donde ofrecerles a los muchachos un refugio en el cual ellos sepan que van poder reunirse con su tribu y que eso no va a ser condenable o un problema.

“Otro de los desafíos es que los que somos líderes u organizamos los proyectos y los eventos, debemos verlos con más responsabilidad. No solamente es cobrar porque viniste a reunirte con tus amigos. Los creadores de estos espacios deben ser responsables de su contenido, porque están formando y educando a esa generación”.

El friki cubano tiene la oportunidad hasta cierto punto de explotar su propia singularidad, recalcó; si me dicen por ser friki ¡raro!, no yo no soy raro, soy diferente.

“Me gusta ser diferente. Y el reto de cada friki es, desde su propia singularidad, también funcionar y aportarle a la sociedad”.

arb/vnl

*Estudiante de Periodismo.

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