Por Cira Rodríguez César
Jefa de la redacción de Ciencia y Técnica
Tal escenario es resultado del estancamiento, desde 2017, de los avances en la lucha contra esa enfermedad conocida también por malaria.
Factores como las crisis humanitarias, un acceso insuficiente a los servicios de salud y su mala calidad, el cambio climático, obstáculos relacionados con el género, la resistencia a los insecticidas y a los medicamentos y las crisis económicas que azotan a todo el planeta, condicionan que esa parte del mundo sea la más afectada por ese mal.
La fragilidad de los sistemas de salud y las deficiencias fundamentales en materia de datos y vigilancia han agravado la situación, a lo que se suma la insuficiente la financiación para controlar el paludismo en todo el mundo, en particular en África.
En 2022, la respuesta al paludismo dispuso de cuatro mil 100 millones de dólares, algo más de la mitad del presupuesto necesario de siete mil 800 millones de dólares para mantener el rumbo hacia los hitos mundiales de reducir la incidencia de casos y las tasas de mortalidad.
Por supuesto, una cifra insuficiente cuando ese año en todo el mundo el número de casos de paludismo fue superior a la cifra anterior a la pandemia de Covid-19, y pasaron de 233 millones en 2019 a 249 millones en 2022.
En ese mismo período, África experimentó un aumento, pasar de 218 millones a 230 millones, lo que hizo que ese concentrara el 94 por ciento de todos los casos y el 95 por ciento de las muertes a escala global.
Dichas defunciones se estimaron en 608 mil ese año, un aumento de casi seis por ciento desde 2019, el año previo a la pandemia de Covid-19.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) describe el paludismo como una enfermedad febril aguda provocada por parásitos del género Plasmodium, que se propagan a las personas por la picadura de mosquitos del género Anopheles hembra infectados.
Todos esos datos, contenidos en el Informe Mundial sobre el Paludismo 2023 muestran que, esta afección potencialmente mortal, sigue siendo un importante desafío para la salud pública, ya que tanto la incidencia como la mortalidad son más altas ahora que antes de dar inicio la pandemia en el continente africano.
Según el texto, los efectos del cambio climático y otras cuestiones suponen una amenaza para avanzar en la lucha contra el paludismo o malaria.
“La pandemia de Covid-19 y amenazas de larga data como la resistencia a los medicamentos y a los insecticidas nos han alejado todavía más de nuestro objetivo, y han menoscabado de manera considerable la financiación y el acceso a herramientas para prevenir, diagnosticar y tratar el paludismo”, declaró el director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus.
“El liderazgo político, el sentimiento de identificación nacional y el compromiso de una amplia coalición de socios pueden ayudarnos a cambiar esta historia, tanto para las familias como para las comunidades de toda África”, agregó.
La OMS asegura que en la actualidad están en marcha numerosas intervenciones para controlar el paludismo en muchos países africanos, pero los expertos señalan que el aumento de la incidencia de esta enfermedad mortal frena tales empeños.
Gran parte de los gobiernos africanos todavía tienen que aprender a movilizar recursos y garantizar que los programas cumplan los planes que ellos mismos han desarrollado, afirmó Dorothy Fosah-Achu, jefa de Enfermedades Tropicales y Transmitidas por Vectores de la oficina de la OMS en África.
Al respecto, está convencida de que la elevada proporción de población sin acceso a medicamentos de calidad es también otra causa, junto con la escasez de recursos humanos y tecnológicos y limitadas instalaciones sanitarias y hospitales que facilitan el acceso al tratamiento en el momento oportuno a la población de zonas remotas de África.
COMPROMISOS GUBERNAMENTALES PARA FRENAR EL PALUDISMO
Los ministros de Salud de África se comprometieron a acelerar las acciones para poner fin a las muertes por esta enfermedad y abordar de manera sostenible y equitativa su amenaza.
Reunidos el pasado mes en Yaundé, Camerún, firmaron una declaración que expresa la urgencia de ejercer un liderazgo más firme y aumentar la financiación destinada a los programas de lucha contra el paludismo, garantizar un aumento de la inversión en tecnología y aplicar las orientaciones técnicas más recientes en materia de control y eliminación.
Acordaron, además, incrementar las inversiones en el sector de la salud para reforzar la infraestructura, el personal y la ejecución de los programas, mejorar la colaboración multisectorial y establecer alianzas en pro de la financiación, la investigación y la innovación.
La conferencia de Yaundé, organizada por la OMS y el Gobierno de Camerún, reunió a ministros de Salud, asociados mundiales en la lucha contra esa enfermedad, organismos de financiación, científicos, organizaciones de la sociedad civil y otras partes interesadas importantes en la lucha para erradicarla.
“El paludismo sigue causando muertes prevenibles de niños y una gran devastación en familias de toda la región. Acogemos con beneplácito esta declaración ministerial, que demuestra una decidida voluntad política para reducir la carga de esta enfermedad mortal», afirmó la directora regional de la OMS para África, doctora Matshidiso Moeti.
Junto a esos compromisos, otro soplo de esperanza llegó con la reciente inclusión de la primera vacuna contra la malaria en los calendarios de inmunización de 12 naciones africanas.
Por primera vez en la historia se desarrolla una campaña de inmunización rutinaria infantil, que comenzó por Camerún, primera parada de un plan que se espera extender este año a una veintena de países de África, en un programa que podría cambiar la situación en lucha contra el paludismo y salvar decenas de miles de vidas cada año.
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