Leonid Savin*, colaborador de Prensa Latina
Además de representantes del Emirato de Afganistán, participaron en ella 25 enviados especiales de diferentes países y funcionarios de la ONU. La delegación rusa estuvo encabezada por el Representante Especial del Presidente de Rusia para Afganistán, Zamir Kabulov.
Esta ha sido la tercera reunión de alto nivel sobre el arreglo en Afganistán, celebrada en Doha. Sin embargo, es la primera a la que asisten representantes oficiales de las autoridades afganas.
Éstas no fueron invitadas al primer evento, que en realidad fue supervisado por Estados Unidos. Washington probablemente pensó que después de que les echaran de Afganistán en 2021, el movimiento talibán no duraría mucho y era posible soñar y planear algo sin su participación (probablemente, los organizadores de las conferencias sobre Ucrania tenían los mismos motivos sin la participación de Rusia).
Pero, como ha ocurrido a menudo antes, tal plan no funcionó. Los talibanes no sólo permanecieron en el poder, sino que poco a poco empezaron a ganar legitimidad internacional y a establecer lazos.
En febrero de 2024, se convocó una segunda conferencia por iniciativa de las Naciones Unidas. Pero los talibanes la boicotearon porque no estaban de acuerdo con el orden del día, que incluía una interpretación occidental específica de la sociedad civil.
La elección de Doha como sede no fue casual. El hecho es que Qatar ha sido durante mucho tiempo mediador en las negociaciones entre los talibanes y funcionarios de Estados Unidos y, además, allí se encuentra la sede del movimiento palestino Hamás. Al parecer, la eficacia de este papel es reconocida no sólo en Occidente, sino también en Oriente.
Según el Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, el principal objetivo de la tercera ronda de negociaciones era ampliar la cooperación internacional con Afganistán de forma más coherente, coordinada y estructurada. Al parecer, esto se ha conseguido.
El primer día, los talibanes agradecieron a Rusia “su posición positiva y constructiva”. El jefe de la delegación de Afganistán, Zabihullah Mujahid, escribió al respecto en una red social. Lo importante es que Estados Unidos ha intentado en repetidas ocasiones impedir la mejora de los lazos entre el Emirato Islámico de Afganistán, como los talibanes llaman ahora oficialmente a su país, y la Federación Rusa. Esto no se ha conseguido. Y la confianza política entre Moscú y Kabul ha alcanzado un nuevo nivel.
También se sabe que el primer día, la delegación talibán mantuvo una reunión por separado con Kabulov, así como con representantes de India, Arabia Saudí y Uzbekistán.
En cuanto a los resultados, según fuentes oficiales afganas, “en la reunión se asumieron compromisos para levantar las restricciones económicas y bancarias”.
Los observadores señalan que probablemente se eliminarán pronto las sanciones contra Afganistán y se descongelarán las cuentas. Dado que Mujahid elogió las posiciones no sólo de Rusia, China, Irán, Pakistán, Kazajstán, Uzbekistán, Kirguistán, Turkmenistán y la Organización de Cooperación Islámica, sino también de Estados Unidos, se trata de una confirmación indirecta de la disposición de Washington a devolver activos a Afganistán.
No obstante, hay que subrayar que si Estados Unidos está en esta lista, más bien por su papel en la congelación (y potencialmente) descongelación de los activos bancarios afganos, entonces todos los demás países representan un no-Occidente colectivo, lo cual es un indicativo en el contexto de la creciente multipolaridad.
Por lo tanto, los beneficios del potencial en la cooperación con Afganistán los recibirán, en primer lugar, los países de Eurasia. Por cierto, los talibanes también han expresado su interés en participar en las obras del Corredor de Transporte Internacional Norte-Sur, en el que Rusia e Irán son actores clave. Es significativo que Pakistán mostrara el mismo interés el día anterior.
Y si durante la conferencia de Doha los talibanes encontraron más puntos en común con los países del Sur y del Este Global y se mostraron decididos a cooperar en diversos campos, inmediatamente surgieron diferencias a nivel de retórica diplomática con los representantes de Occidente.
Por ejemplo, la Secretaria General Adjunta de la ONU, Rosemary Di Carlo, volvió a plantear la cuestión de la igualdad de género, aunque previamente se había acordado no incluirla en el orden del día de la conferencia. Afirmó que se había dicho a “las autoridades talibanes” que las mujeres debían participar en la vida pública y que “las autoridades no se sentarán a la mesa con la sociedad civil afgana en este formato, pero han oído muy claramente la necesidad de incluir a las mujeres y a la sociedad civil en todos los aspectos de la vida pública”.
Al mismo tiempo, señaló que se planteó la cuestión de las sanciones, pero no se examinó en detalle, como insinuando que aún no se ha resuelto y que puede depender de la solución de la cuestión de género.
Agnes Callamard, directora de Amnistía Internacional, declaró antes de las conversaciones que “cumplir las condiciones de los talibanes para garantizar su participación en las negociaciones podría suponer la legitimación de su sistema institucionalizado de opresión basado en principios de género”.
La Agencia Canadiense de Asuntos Internacionales emitió un comunicado de prensa en el que expresaba su decepción por el hecho de que las mujeres de Afganistán no estuvieran representadas en la reunión.
En la inauguración de la cumbre, el representante talibán Zabihullah Mujahid señaló lacónicamente que los diplomáticos debían “encontrar vías de interacción y entendimiento mutuo, no de confrontación”, a pesar de las “naturales” diferencias políticas. “El Emirato Islámico de Afganistán también se esfuerza por lograr una cooperación constructiva con los países occidentales”, dijo, y añadió que “como cualquier Estado soberano, nos adherimos a ciertos valores religiosos y culturales y aspiraciones sociales que deben ser reconocidos.”
Cabe señalar que los representantes del movimiento talibán han declarado en repetidas ocasiones que los derechos de todos los ciudadanos están garantizados por la ley islámica.
Mas Occidente tiene su propio punto de vista e incluso acuñó el término “apartheid de género” en relación con la situación en Afganistán. Baste recordar que los mismos espabilados de Occidente inventaron el “fascismo islámico” para demonizar a la República Islámica de Irán y justificar después las intervenciones militares en Afganistán e Irak.
Pero ya se les está acabando el tiempo. Y ahora el propio Occidente se está convirtiendo en una congregación de Estados delincuentes. Y Afganistán, con su cultura específica y su ley islámica, se está uniendo a la mancomunidad de potencias soberanas.
Rmh/ls
* Investigador científico asociado de la Universidad de Rusia de la Amistad con los Pueblos (RUDN); miembro de la sociedad científica militar del Ministerio de Defensa de Rusia.