miércoles 14 de mayo de 2025

ESCÁNER: Identidad, exclusión y esperanza en Brasil (+Audio +Fotos)

Brasilia (Prensa Latina) La presencia afrodescendiente en Brasil resulta esencial para entender su identidad nacional.
Por:
Osvaldo Cardosa
Corresponsal jefe en Brasil

Actualmente, más de 122 millones de brasileños, el 56 por ciento de una población de 218,5 millones de habitantes, se consideran negros o pardos (mestizos).  Con tal cifra, el país ostenta el mayor número de afrodescendientes fuera de África.

Su influencia atraviesa todos los aspectos de la vida social y cultural, moldeando lo que se reconoce como la esencia misma del Brasil moderno.

En la música, ritmos como la samba, la bossa nova, el maracatú, el axé y el funk tienen raíces profundamente afrobrasileñas. En la gastronomía, platos como el acarajé y la feijoada son testimonios vivos de la mezcla cultural que los pueblos africanos trajeron consigo.

Prácticas como el candomblé y la umbanda mantienen viva la espiritualidad ancestral en el ámbito religioso.

Incluso en el Carnaval, la fiesta más emblemática del gigante sudamericano, el protagonismo de las escuelas de samba afrobrasileñas es innegable.

Sin embargo, esta herencia de riqueza cultural convive con una historia de dolor. Brasil fue el destino de más de cuatro millones de africanos esclavizados, la mayor cifra en el continente americano.

Desde el siglo XVI hasta el XIX, hombres, mujeres y niños fueron arrancados por la fuerza de sus tierras para construir con  sangre y sudor la riqueza de una nación que, aún hoy, enfrenta las consecuencias de esa violencia fundacional.

Las marcas de esa historia están profundamente inscritas en la estructura social. Los afrodescendientes, pese a sus inmensos aportes, continúan enfrentando enormes desigualdades.

Persisten brechas significativas en el acceso a la educación, al mercado laboral y a los servicios de salud. El racismo estructural impregna todos los niveles de la sociedad y la violencia policial sigue teniendo como principales víctimas a los jóvenes negros.

En declaraciones exclusivas a Escáner, la reputada historiadora Ana Paula Vianna Zaquieu afirma que el reconocimiento de las contribuciones afrodescendientes y la denuncia de la discriminación racial son tareas urgentes.

Desde su cargo como responsable del Centro de Educación del Museo de la República, Vianna Zaquieu trabaja para insertar la narrativa negra en las memorias oficiales de Brasil.

Ubicada en el histórico Palacio de Catete en la ciudad de Río de Janeiro, la pinacoteca es un símbolo elocuente de la memoria selectiva que ha intentado borrar la presencia africana en la historia nacional.

Construido en 1857 por un barón del café enriquecido gracias a la trata de esclavos, el predio fue posteriormente la sede de la Presidencia de la República, entre 1897 y 1960.

Su arquitectura neoclásica refleja la fascinación de la élite brasileña por los valores europeos, considerados entonces el modelo a seguir para un país que aspiraba a ser reconocido como civilizado.

En su interior, la ausencia de representaciones de los pueblos negros e indígenas revela un proyecto consciente de blanqueamiento y de exclusión histórica.

Vianna Zaquieu señala que en el circuito expositivo de larga duración del museo se percibe con claridad este intento de borrar la memoria afrodescendiente.

Los objetos, las decoraciones, los retratos y los textos refuerzan la imagen de una nación blanca, moderna y europea, ocultando deliberadamente la diversidad racial que la constituye.

Esta estrategia, explica a Escáner, no fue casual ni inocente, sino parte de un sofisticado mecanismo de construcción de una identidad nacional que relegaba a los afrodescendientes a la invisibilidad.

Inspirándose en el pensamiento del psiquiatra y teórico anticolonial Frantz Fanon, refiere que este proceso no solo subordinó a los afrodescendientes en términos económicos o sociales, sino que operó a un nivel más profundo: el de la subjetividad.

Oriundo de Martinica, Fanon (1925-1961) analizó cómo el colonizador impone una imagen de inferioridad que los colonizados internalizan, llevándolos a negar su propia identidad y humanidad. Esta herida psíquica aún duele en Brasil, donde la deshumanización de los negros continúa manifestándose de múltiples maneras.

Declaraciones Ana Paula Vianna Zaquieu

 

REALIDAD DOLOROSA

El papel del Estado brasileño en la perpetuación del racismo es, para Vianna Zaquieu, innegable.

A través de sus instituciones, de sus políticas públicas (o falta de ellas), y de su aparato de seguridad, el Estado ha contribuido históricamente a reforzar las desigualdades raciales.

Esa perpetuación se expresa actualmente en formas de racismo religioso, ambiental e institucional. Pero entre todas las expresiones de violencia racial, la estudiosa destaca una especialmente dolorosa: el genocidio de la juventud negra.

Los datos son aterradores: cada 23 minutos, un joven negro es asesinado en Brasil. Esta realidad, que debería provocar una conmoción nacional, pasa casi inadvertida.

La naturalización de estas muertes evidencia el grado de deshumanización al que han sido sometidos los afrodescendientes.

Vianna Zaquieu, como madre de un joven negro, vive esta amenaza de manera personal y cotidiana.

Recuerda a Escáner, particularmente, el caso de João Pedro, un niño de 14 años asesinado en 2020 durante una operación policial en Río de Janeiro.

Pedro jugaba en su casa cuando fue alcanzado por un disparo en la espalda. Los agentes involucrados fueron absueltos en 2024 sin siquiera ser juzgados por un tribunal popular.

El episodio ilustra cómo el aparato judicial también contribuye a la impunidad y al mantenimiento del racismo estructural.

POLÍTICAS PÚBLICAS: AVANCES Y DESAFÍOS

Pese a la gravedad de la situación, Brasil intenta establecer políticas de reparación. Desde 2012, se implementaron cuotas raciales en universidades públicas, buscando ampliar el acceso de los afrodescendientes a la educación superior.

Asimismo, la legislación exige la inclusión de la historia y cultura africana y afrobrasileña en los currículos escolares.

Sin embargo, la ejecución y los resultados de estas políticas siguen siendo objeto de críticas y debates.

La resistencia de las comunidades afrobrasileñas continúa siendo vital para construir un país más justo y plural.

Mantener vivas las raíces africanas, los saberes ancestrales y las prácticas culturales no es solo una afirmación de identidad, sino también un acto político de resistencia frente a la opresión histórica.

Ser afrodescendiente en Brasil simboliza resistir, mantener la memoria viva, construir alternativas, exigir justicia.

También significa cargar el dolor de la pérdida y el miedo cotidiano, como describe Vianna Zaquieu: “Mientras los jóvenes blancos arriesgan perder su teléfono o sus zapatillas, los jóvenes negros, como mi hijo, corren el riesgo de perder la vida”.

arb/obf/ocs

Colaboraron en este trabajo:
Amelia Roque
Editora Especiales Prensa Latina
Oscar Bravo
Jefe de la Redacción África y Medio Oriente
Laura Esquivel
Editora Web Prensa Latina
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