Víctor Ego Ducrot*, colaborador de Prensa Latina
Argentina viene habituada a ciclos de escándalos que son naturalizados… Hay un hábito de enfrentar lo inesperado, de que las cosas no sucedan como están previstas. Después de décadas de cleptocracia la capacidad de asombro disminuye.
Esa definición pertenece a la argentina Liliana de Riz, doctora en Sociología por la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de la Universidad de París e investigadora superior del Conicet (centro público de investigaciones científicas de este país).
Del presidente Javier Milei, quien a sus títulos de supino ignorante, psicópata y fascista sumó el de criptoestafador, la cientista social dijo: él cree que la libertad es hacer lo que uno quiere y se beneficia de un sistema político roto.
Y no vayan ustedes a pensar que semejantes afirmaciones las formuló en un ámbito académico ni mucho menos en un encuentro entre intelectuales democráticos.
Constan en una reciente entrevista que le hiciera el diario La Nación, histórico vocero de la derecha más recalcitrante, tribuna defensora de la dictadura genocida (1976-1983), de todos los regímenes oligárquicos y entusiasta defensor (hasta hace pocos días) del actual gobierno que se hace llamar “libertario”, pero representa la negación misma de toda libertad y derecho que no sea el de la lumpen y proxeneta burguesía local, a ganar dineros ilícitos o al borde de las leyes y funcionar como estructura mafiosa, amparada con un Estado que le responde a pie juntillas.
Lo afirmado hasta aquí suena a poco definitivo, casi un lugar común en la semántica política de nuestro tiempo. Pero el caso argentino, aunque se inscribe en el ascenso de las nuevas ultraderechas a nivel global, ofrece aristas propias.
Es difícil encontrar a un tiranuelo como Milei, que amparado en las formalidades constitucionales que él viola en forma sistemática, además padezca de idiocia, trastorno caracterizado por una deficiencia muy profunda de las facultades mentales, congénita o adquirida en las primeras edades de la vida, según define a esa patología el real diccionario y que, por supuesto, no lo exime de la responsabilidad por sus actos, privados y públicos.
Pero lo más grave es que el síndrome de la idiocia se registra también en el seno de la sociedad, reflejado ello en sus múltiples manifestaciones y conductas individuales y colectivas, inclusive en aquellos sectores que se perciben a sí mismos como opositores a este desquicio que se instaló en el país pero que, en los hechos, suelen ser sus cómplices activos, pues la mayor parte de la política profesionalizada es mandataria del mismo poder económico.
Definiciones
Sucede que la idiocia es la enfermedad que transforma a sus víctimas en idiotas. La palabra idiota proviene del griego ιδιωτης (idiotes). En la Grecia clásica designaba a quienes no se ocupaban de los asuntos públicos, que sólo le prestaba atención a sus intereses particulares. Y el ya citado real diccionario sostiene que idiota significa tonto o corto de entendimiento; engreído sin fundamento para ello; que carece de toda instrucción.
Al respecto de la historicidad del ser idiota quiero compartir y parafrasear algunos fragmentos de un artículo publicado por el periódico argentino La izquierda diario en 2016, del cual surge sin rebusques cientificistas la claridad de aquella Grecia.
Para los atenienses o los espartanos del siglo V a.C., idiota acabó siendo alguien tonto e ignorante, que renuncia, por voluntad propia o incapacidad personal, a ocuparse de la cosa pública, de la política que le afecta; idiota es quien solo se ocupa de sus intereses personales.
Y el mismo periódico trae a cuenta, con un salto en el tiempo, el poema El analfabeto político, de Bertolt Brecht.
El peor analfabeto / es el analfabeto político. / No oye, no habla, /ni participa en los acontecimientos políticos. /No sabe que el costo de la vida, / el precio del pan, del pescado, de la harina, / del alquiler, de los zapatos o las medicinas / dependen de las decisiones políticas. / El analfabeto político / es tan burro, que se enorgullece / e hincha el pecho diciendo / que odia la política. / No sabe, el imbécil, que, de su ignorancia política / nace la prostituta, /el menor abandonado, / y el peor de todos los bandidos, que es el político trapacero, /granuja, corrupto y servil/ de las empresas nacionales y multinacionales.
Tanto los atenienses y los espartanos como el gran dramaturgo alemán predecían a la actual Argentina.
Lo que sucede
Si observamos el comportamiento político y electoral de la sociedad argentina que llevó a Milei a la Rosada, los posteriores índices de aceptación que viene conservando el lunático y la anomia y complicidad con ese proceso de fascismo desquiciado, que se registra incluso entre los sectores que se definen como opositores y hasta progresistas o nacional y populares, es que casi podemos concluir en lo siguiente: Argentina se ve afectada en forma colectiva por una suerte de síndrome de Estocolmo; la respuesta sicopática en la que la víctima entabla un vínculo afectivo, amoroso, con su abusador.
A las especulaciones políticas tradicionales me permito añadir la siguiente: tal vez, la idiocia sea la patología de la época, de la actual etapa del sistema capitalista/imperialista que, potenciada por las tecnologías de la conectividad, verdaderas herramientas de disciplinamiento social, que nos ha conducido a la era de la mercancía absoluta.
Quizás desde esa perspectiva podamos entonces comprender lo que aquí está aconteciendo.
La sociedad en su conjunto tolera con anomia escandalosa que un lunático viole sistemáticamente la Constitución con la anuencia infame de “la política”, el Congreso, la Justicia y las Fiscalías.
Que encabece una estafa con criptomonedas en clara flagrancia y con repercusiones millonarias en varios países, sin que hasta el momento de esta redacción, a 15 días de registrados los hechos, las instituciones oficiales responsables de investigar y condenar hayan movido un dedo, cuando son incontables los testimonios y documentos incriminatorios que circulan en medios y redes sociales. Tolera también que las centrales obreras y organizaciones sociales no se movilicen contra las medidas de ajuste fondomonetaristas brutales y el empobrecimiento generalizado en el país, más allá de declaraciones en las redes y alguna que otras reacción esporádica.
La ignominia de semejante actitud es escandalosa. Los miércoles de cada semana la policía reprime con palos y gases a adultos mayores que reclaman por sus pensiones y jubilaciones de hambre, y tanto la oposición como el Congreso ni se mueven.
Sólo agrupaciones minoritarias de la izquierda tradicional, casi todas de extracción trotskista, acompañan esos reclamos, montan operativos sanitarios para proteger a las víctimas de la represión y se enfrentan a la barbarie fascista.
Las encuestas no gozan aquí de mucha credibilidad pero existe un sector social quizás en desarrollo pero no se sabe bien en qué medida, que rechaza al gobierno. Y ve con asombro que el peronismo- la única fuerza política con posibilidades reales de oposiciones, más allá de sus contradicciones y agachadas- no está a la altura de las circunstancias.
Sus dirigentes están más preocupados por ocupar lugares en las listas de las próximas elecciones parlamentarias de medio término e incluso de cara a las presidenciales de un lejano ’27, que por plantarse y enfrentar con los cuerpos y en las calles a un gobierno especializado en el sufrimiento ajeno.
A partir del estallido de la criptoestafa, el diario La Nación y los medios del Grupo Clarín (emblemas de la derecha mediática) comenzaron a tomar distancia crítica respecto del gobierno.
¿Mutaron genéticamente y se convirtieron en democráticos? De ninguna manera. Reflejan tres hechos insoslayables, que hablan del poder absoluto de las mafias antes una sociedad idiota. A saber:
Las señales judiciales que llegan desde Estados Unidos acerca de la estafa cometida por Milei parecen no favorecerlo, más allá de su romance con Donald Trump. Comenzaron a percibir ciertos malestares al interior de la mafia empresaria, el presidente se ve afectado en su credibilidad y hay que pensar en qué hacer (por ahora no quieren desalojarlo de la Rosada).
Quedó a la intemperie que esos medios del sistema de poder y uno de los principales referentes de la derecha, el empresario mafioso y ex presidente Mauricio Macri ya registran substanciales enfrentamientos económicos.
El Grupo Clarín acaba de concretar una operación por la cual se queda con la parte del león del negocio telefónico comunicacional, con socios diferentes a los que esperaba el presidente. Este por su parte, se enfrenta a Macri en una licitación para la explotación de la llamada Hidrovía (el río Paraná y sus puertos privatizados), por donde sale de país el grueso de su exportaciones sin control alguno de Estado, por lo cual se calcula que un 50 por ciento de las mismas evaden impuestos, sin hablar de otros contrabandos y de las operaciones de narcotráfico.
Podríamos seguir, pero lo escrito hasta aquí puede ser suficiente. Argentina está en terapia intensiva y con pronóstico reservado. Por ahora, la idiocia que la afecta parece incurable.
rmh/ved