La leyenda oral cuenta que las almas malas invadían los cementerios en la víspera de esta fecha y perturbaban las de los difuntos, por lo cual era necesario un riguroso ritual para propiciar la visita con libertad de estos últimos.
Desde hace siglos, antes de la salida del sol de cada 1 de noviembre, los habitantes de esos pueblos esparcen flores de muerto en el umbral de la puerta principal de sus casas y cuelgan ramos en los marcos de las ventanas.
En un altar por separado encienden velas, colocan frutas y legumbres frescas, un vaso de cristal con agua y una botella de aguardiente blanco, todo para guiar a la visita, indicar que no se le olvidó y darle la bienvenida a su antigua morada.
De no hacerse, aseguran los más ancianos de tales zonas del departamento de Sacatepéquez, los espíritus son capaces de causar daños a las cosechas, enfermedades y atentar contra la existencia de los vivos.
Dentro de tanto, sobresalió la técnica de elaboración de los coloridos papalotes (cometas) gigantes, presentada por las autoridades de la tierra del quetzal y declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad en la más reciente reunión de la Unesco en Paraguay.
COLORES AL CIELO
Los pobladores de Santiago Sacatepéquez y Sumpango desde temprano decoran las tumbas de sus seres queridos en el campo santo local, donde los barriletes serán expuestos, lo cual genera luego un espectáculo visual impresionante.
A diferencia de los de menor escala -que vuelan y requieren máximo dos personas para confeccionarlos-, los gigantes (de exhibición mayormente) devienen tradición colectiva de al menos entre 10-15 jóvenes.
Si bien la edad no es un requisito estricto, según los organizadores, realizan una aproximación a los 20 años debido a la habilidad motriz y fuerza para levantar estas piezas de arte hechas de bambú, cordel y papel de china.
En Sumpango, por ejemplo, intervienen agrupaciones como Corazón de la Tierra, Gorrión Chupaflor, JADE, Los Patojos y Palot Espanta Espíritu, entre otras.
Historia, arte y colorido se integran en este evento con el que esas comunidades “se identifican, vinculando este mundo con el otro, a través del vuelo de los barriletes”, subrayó el cronista de la Ciudad de Guatemala Miguel Alfredo Álvarez.
PRIMERA EXPERIENCIA DE ALDEA PACHALÍ
La aldea Pachalí participó en 2024 por primera vez con una obra en el Festival “porque la Asociación de Barrileteros de Santiago Sacatepéquez (Asbadec) tiene la intención de que la tradición no muera”, explicó su representante, Aníbal Guamuch.
Vimos en la invitación algo interesante, de provecho, 100 por ciento cultural, y decidimos apoyar, añadió el igualmente alcalde auxiliar en declaraciones a Prensa Latina.
Propusieron a las tres reinas de la localidad ser parte del grupo de barrileteros junto a Asbadec y se sumaron solamente con un mes de antelación.
El problema es que como estábamos quizás un tanto apurados nuestro barrilete tuvo un tamaño de seis metros y lo elaboramos casi toda la noche durante tres semanas aproximadamente, remarcó la autoridad local.
Tenemos conocimientos básicos, pero la propia Asbadec nos envió a su presidente Santos Castillo para enseñarnos a preparar los moldes, lienzos, y en la obra en total pusieron su impronta 15 personas entre niños y adultos, describió.
Entonces, queríamos aprovechar la oportunidad de pertenecer y segundo, que nuestros jóvenes sean protagonistas, crear un hábito que ojalá perdure por años, remarcó Guamuch.
A su juicio, la Asbadec se adelantó al reconocimiento de la Unesco, “algo que le agradecemos y que le admiramos, está viendo más allá de sus fronteras”.
Técnicamente -profundizó- esta es una costumbre tal vez no limitada al pueblo, pero muy específicamente del casco urbano, y fue hace ocho años que invitaron al primer grupo barriletero de una aldea.
Ahora nos aceptan, en una demostración de que no es una entidad de puertas cerradas, sino que tienen una visión, y su apuesta e inversión en la cultura está muy bien, insistió el entrevistado.
MEZCLA DE ARTESANÍA Y DISTINCIÓN
Cada pieza es única, pueden llegar a alcanzar más de 20 metros de altura, y reflejan la creatividad y el cariño de sus creadores, quienes se esfuerzan por hacer que cada diseño transmita un mensaje de amor y respeto hacia sus ancestros.
Algunas de esas increíbles elaboraciones tardan más de seis meses desde que se hace a pequeña escala el boceto de los complejos diseños hasta que se arma la estructura.
El joven de 21 años Héctor Tejeda, de Sumpango, confesó a esta agencia que comienza el proceso por el centro, dobla un papel de cualquier color, el que quiera predomine en el barrilete, y en lo adelante saca las plantillas o solo cuadros.
En realidad, resumió sobre el largo y meticuloso trabajo, somos personas que tenemos destreza para hacer estas cosas, la mayoría porque la heredamos, de abuelos y padres, acotó.
A inicios de la década de los 90 del pasado siglo -de acuerdo con la literatura- el tamaño no era motivo de importancia; sin embargo, crecieron de a poco sobre los seis metros y en temas: ambientalistas, políticos o de convivencia.
La técnica de elaboración va “más allá de la expresión material que el barrilete representa, pues engloba una serie de procesos y significados enmarcados en el contexto social y cultural de las comunidades”, expuso hace unos meses la cartera rectora.
La administración anterior del expresidente Alejandro Giammattei (2020-2024) promovió al segundo año de su mandato el expediente de tales obras ante la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).
La gestión actual lo retomó en julio pasado y la entidad especializada decidió en la decimonovena sesión de su Comité Intergubernamental incluir a los Barriletes Gigantes como Patrimonio Cultural de la Humanidad.
Al dar a conocer la noticia al país, el mandatario Bernardo Arévalo consideró que estos diligentes mensajeros representan la riqueza de la cultura chapina y el reconocimiento un homenaje a la creatividad, la resiliencia y la cosmovisión de los pueblos indígenas.
Edwin Sepéz, representante de la Asbadec y quien viajara a Montevideo junto a la comitiva nacional para defender la propuesta, manifestó a Prensa Latina la enorme emoción que sintieron en el momento de la distinción.
“Ahí sí que ya se destacó lo que tantas veces, pues nuestros abuelos, los que crearon este arte, merecían, la práctica llegó a dar un fruto”, reflexionó.
Un momento mágico, justo homenaje a los 125 años cumplidos en 2024 por el Festival de Santiago Sacatepéquez, afirmó Sepéz, parte del grupo de barrileteros llamado Jóvenes Pioneros, con dos décadas de creado.
Esta vez al cierre del evento contamos 30 colectivos vinculados a la elaboración, comentó. En nuestro pueblo no hay ganadores, no nos vamos por un concurso, sino que ya es pura la costumbre que traemos, acentuó.
La crónica “Viajes de Tomás Gage a la Nueva España y Guatemala entre 1625 y 1637” reflejó que en varias zonas de esta capital (Valles de las Vacas y Rodeo, Pinula, Mixco, Amatitlán y Petapa) volaban un tipo de cometa llamado “barrilete”.
Dada la relevancia de varios siglos, en octubre de 1998 por acuerdo ministerial, el Gobierno calificó de Patrimonio Cultural a los Festivales de Santiago Sacatepéquez y Sumpango.
Cientos de personas acuden cada año a presenciar un espectáculo de gigantes, fruto de paciencia, dedicación, imaginación, delicadeza, laborioso trabajo de meses, mezcla de artesanía, color, costumbre y magia.
Cada pieza, aparte de la conexión entre el inframundo y el supramundo, de espantar malos espíritus, conectar con raíces profundas, también tiene el sudor, las ganas de muchas manos, y pedazos de almas.
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