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viernes 22 de noviembre de 2024
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Vietnam: últimas horas del infierno en la tierra

Hanoi (Prensa Latina) Tristemente célebre por los espantosos castigos padecidos allí por más de 200 mil reclusos, disidentes políticos la mayoría, el sistema carcelario de la isla vietnamita de Con Dao resultó en su momento un auténtico infierno en la tierra.

Por Moisés Pérez Mok

Corresponsal jefe en Vietnam

Los 113 años de existencia del brutal régimen penitenciario, establecido en 1862 tras la ocupación francesa de las tres provincias del este de la nación Indochina, culminaron el 30 de abril de 1975, cuando tropas del Ejército de Liberación de Vietnam del Sur tomaron el Palacio de la Independencia en la entonces Saigón.

Y aunque ha transcurrido casi medio siglo desde entonces, la luchadora revolucionaria y prisionera en Con Dao durante siete largos años Hoang Thi Khanh recuerda con claridad las últimas horas en aquel detestable lugar.

Hasta un día antes de la victoria pudimos mantenernos informados sobre cómo avanzaba la ofensiva contra el régimen títere de Saigón y las fuerzas norteamericanas por dos pequeños radios portátiles que teníamos ocultos, uno en el área de las mujeres y otro en la de los hombres, relató a Prensa Latina la hoy septuagenaria excombatiente.

Pero el 29 de abril los carceleros hicieron una requisa, encontraron los transmisores y los destruyeron, rememoró. Al día siguiente, prosiguió, notamos algunos cambios en la actitud de los guardias que, además, minaron las áreas exteriores de las celdas.

Pensamos entonces que algo estaba por suceder (en la guerra) y pretendían matarnos a todos, por lo que decidimos ponernos las mejores ropas en la creencia de que si moríamos allí, o tirados en la playa, debíamos tener la mejor presencia posible para entrar bien vestidos a la nueva vida, relató sonriente.

El propio 30 de abril, detalló, un capitán del ejército del Sur que guardaba prisión en Con Dao por colaborar con las fuerzas revolucionarias, nos dijo de la rendición del régimen títere y poco después un carcelero nos confirmó la información y trajo un radio para que escucháramos las noticias.

“No puedo explicar lo que sentimos en ese momento”, afirmó emocionada Thi Khanh y añadió que el primero de mayo fue un día muy especial, pues recobraron la libertad y tomaron el control de la prisión a pedido de un sacerdote que oficiaba allí y se encargó de acelerar la negociación y rendición de los militares.

Ya liberados, rememora, los propios militares nos abrieron los almacenes del armamento para que tomáramos posesión de estos y tuvimos incluso que negociar también con algunos prisioneros comunes que conocíamos para sacarlos del encierro y que colaboraran con nosotros en tareas básicas como cocinar, limpiar y otras.

En dos días tomamos el control de toda la isla (el gobernador había huido apenas supo del triunfo insurreccional) y del aeropuerto, y finalmente el 4 de mayo llegó el barco que nos llevaría de regreso a Saigón.

LOS HORRORES DE CON DAO

La isla de Con Dao pertenece a la meridional provincia vietnamita de Ba Ria-Vung Tau. Allí los colonialistas franceses, primero, y las autoridades del gobierno títere pronorteamericano, con posterioridad, construyeron 127 celdas comunes y más de 500 aisladas, estas últimas también conocidas como jaulas de tigres.

El sitio, de apenas 52 kilómetros cuadrados de extensión, lo escogieron para establecer el sistema carcelario por encontrarse lejos del continente, lo cual aseguraba en primer término que los prisioneros no pudieran escapar fácilmente.

Según estadísticas conocidas, alrededor de 20 mil reos murieron allí, incapaces de resistir las terribles condiciones, los trabajos forzosos, las enfermedades tropicales, la falta de higiene, la escasez de alimentos y las constantes torturas que sufrieron.

Durante el dominio colonial francés los prisioneros en Con Dao “subsistían peor que muertos”. Las jaulas de tigres estaban techadas con barrotes para facilitar la vigilancia y quienes daban alguna muestra de resistencia recibìan golpizas y les esparcían sobre el cuerpo desnudo cal en polvo para torturarlos.

La propia excombatiente de la Ofensiva General y el levantamiento de la Primavera de Mau Than de 1968, Hoang Thi Khanh, en ese entonces de 17 años de edad, recuerda que la alimentación era pésima, pues sobre el arroz solían echar un poco de caldo de pescado fermentado que servía solo para atraer las moscas.

En la estación seca las moscas volaban en bandadas sobre la comida como aviones de reconocimiento. Cada una era del tamaño de un dedo meñique y cuando se posaban sobre el arroz parecían una capa de frijoles negros. “Pero si no comíamos, moriríamos y no tendríamos fuerzas para luchar”, enfatizó.

Relató también que cada día recibían una lata de agua de Guigoz (de unos 0,75 litros) por persona para beber, limpiar y bañarnos. Pero cuando alguna de las mujeres estaba en su ciclo menstrual, las otras cuatro que guardaban prisión con ella sólo podían utilizar un tercio del agua asignada para asegurarle a ella el aseo.

Tampoco se nos permitía salir en absoluto a tomar el sol, por lo que simplemente nos quedábamos tumbados tranquilamente y acurrucados en la jaula de tigre. Y cuando algunos pocos rayos de sol penetraban preferíamos dejar que fueran los niños y los ancianos quienes los recibieran.

Interrogada sobre cómo sobrevivir durante tantos años a esta dramática situación, Hoang Thi Khanh confesó que lo fundamental era mantener el indoblegable espíritu de lucha del pueblo vietnamita, manifiesto allí en la desobediencia, y en apoyarse unos a otros bajo cualquier circunstancia.

A resistir nos ayudaba tanto componer canciones, cantar, o dar clases a los niños aún sin cuadernos, libros, ni pizarrones, como la certeza de que la victoria final sería nuestra…y ese día, finalmente, llegó.

arc/mpm

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