Por Roberto F. Campos
De la redacción de Economía
Fotos del autor
Todo un año de celebraciones para sus seguidores de antes y de ahora justifican la relevancia de la instalación, un bohemio bar habanero que el próximo 31 de agosto cumplirá años cargados de anécdotas y musicalidad.
Ese establecimiento, muy demandado por los turistas extranjeros, (en las calles O entre 17 y 19, en el barrio del Vedado) constituye el resguardo, por decirlo de alguna manera, de un estilo de recreación que une a lo mejor de la canción cubana con la poesía y la pintura.
Tan es así, que presentadores de tv e historiadores comentaron en su momento, que en los inicios la vajilla del lugar estaba totalmente confeccionada por la pintora Amelia Peláez (1896-1968), una de las más significativas de su tipo y de su época.
Este lugar de dos pisos y un portalón de entrada, tuvo como visitantes asiduos al dramaturgo Virgilio Piñera, al poeta Nacional Nicolás Guillen, y sobre todo a muchos cantantes de bolero y feeling como Moraima Secada, Elena Burke o la visita de pintores como Wilfredo Lam, muchos ya fallecidos, o la excéntrica musical Juana Bacallao.
La gerencia del café concert recuerda que su local incluye restaurante en el piso superior y bar de conciertos en la planta baja, y cierra sus puertas al amanecer, sitio ideal para pasarla bien.
Por épocas ofrece desayuno los viernes, para los trasnochadores que lleguen hasta esa hora. Pero, no se trata de un lugar solo para beber, sino que incansablemente hasta el cierre tiene la presencia de cantantes, los mejores de sus estilos.
Por ese motivo, sus programas incluyeron un concierto de celebridad cada mes, por donde pasaron, por ejemplo, el pianista Chucho Valdés, ganador de cuatro Grammy Latino, exposiciones de pinturas y hasta el secreto de la actuación de alguna que otra figura extranjera.
Como novedad, el trago de la casa –de siempre- tiene el nombre de El orgasmo del gato, a base de whisky, cremas y cacao.
Y para ciertas jornadas de celebración aparecieron el español Joan Sardá, dueño de las bodegas Sardá, quien aportó sus vinos y mostró satisfacción por acudir a lugar tan renombrado.
UN LUGAR CON MUCHO QUE CONTAR
El Gato Tuerto abrió sus puertas en 1960 por iniciativa de Felito Ayón, un animador y fundador de la también famosa Bodeguita del Medio, restaurante emblemático del país, ubicado en La Habana Vieja.
Como objetivo estaba crear una tertulia de amor y dicha, y por ello en un inicio leían y vendían libros, discos, obras de arte y de paso se comía bien.
La planta baja estaba dedicada a trovadores, pianistas y cantantes, que en un rincón, al extremo de la barra, deleitaban a los noctámbulos. Para ese caso el restaurante estaba en la planta alta para no molestar a los comensales.
Sus paredes se ambientaron con obras de pintores cubanos como Amelia Peláez, Raúl Acosta, Mariano Rodríguez, Luis Mariano Pedro, Alberto Falcón, Tomas Marai y Raúl Tapia, con diseños de Evelia Piña y Frank Olorticochea, comentan los administrativos.
Un periodista local, Rafael Lam, estudioso de la farándula y el arte, señaló en un artículo que las descargas comenzaban al caer la tarde, e incluso se presentó en el lugar el primer disco de poemas de Nicolás Guillen (1902-1989), Poeta Nacional de Cuba.
En el Gato actuaron casi todos los artistas vinculados con el Feeling, un estilo de canción que como dice su palabra recarga la mano sobre el sentimiento con representantes tan sobresalientes como Elena Burke, Omara Portuondo, Moraima Secada, Lino Borges, César Portillo de la Luz, José Antonio Méndez y Frank Emilio, entre otros.
Para los años 70 del pasado siglo, el local fue cerrado y reabrió de 1980 hasta 1985. Luego volvió a ser remodelado y después se completó el Bolero más largo del mundo (76 horas) con la participación de 498 cantantes y dos mil 175 canciones del 21 al 25 de junio de 2001, recuerda Lam.
Y entre las ilustres figuras que lo visitaron figuran el escritor colombiano Gabriel García Márquez, Cheo Feliciano, y los poetas cubanos Miguel Barnet y Pablo Armando Fernández.
El dramaturgo y poeta Virgilio Piñera (1912-1979) dedicó un poema al café concert (En el Gato Tuerto hay una noche dentro de la noche…). Se trata de un lugar muy especial del turismo cubano y de lo mejor de la cultura y la canción nacional.
Para quienes estuvieron en sus salones, se trata de un escenario turístico-cultural que nunca pasa de moda, en el cual se respira el sentimiento de las mejores canciones, los poemas de amor y las historias de los enamorados.
En un lugar muy llamativo, a unos pasos del Hotel Nacional de Cuba y del Malecón de La Habana que se mantiene en el recuerdo de muchas personas y en la vida cotidiana de quienes son eternos jóvenes, sean cubanos o extranjeros.
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