Por Joel Michel Varona
Corresponsal jefe en Haití
Haití fue el primer país en América Latina y el Caribe en independizarse del colonialismo europeo en 1804, tras una revolución liderada por esclavos. Sin embargo, esta independencia vino acompañada de una racista y pesada carga: en 1825, Francia impuso una indemnización de 150 millones de francos.
Tal castigo por su emancipación sumió a Haití en una deuda monumental que afectó el desarrollo económico durante más de un siglo. Fue un mecanismo de control que limitó la soberanía del país, y lo mantuvo en un estado de dependencia económica y política, según apuntes históricos.
La llamada Perla de las Antillas fue objeto de múltiples intervenciones extranjeras, especialmente por parte de Estados Unidos. La ocupación estadounidense de 1915 a 1934 fue un ejemplo claro de cómo las potencias entraron de lleno en la política haitiana para proteger sus intereses económicos.
Pasaron los años y desde afuera fue tramado un golpe de Estado contra el presidente Jean-Bertrand Aristide en 2004, un hecho que sin dudas también reflejó la continua injerencia de actores externos en la política haitiana.
El neocolonialismo tuvo efectos devastadores en Haití hasta hoy, lo que se evidencia en una crisis de gobernabilidad, y un aumento de la violencia y la criminalidad protagonizadas por las pandillas que controlan el 90 por ciento de Puerto Príncipe.
VECTUS GLOBAL
Agosto de 2025 marcó otra vez la conciencia colectiva de los habitantes de esta nación, al conocer que la compañía de seguridad Vectus Global de Estados Unidos anunció que ocuparía Haití por una década.
El dueño de la empresa, Erik Prince, explicó que una vez que los contratistas, conocidos en el mundo como mercenarios, estabilicen la nación caribeña, participarán en el diseño e implementación de un programa para gravar los bienes importados en la frontera entre Haití y República Dominicana.
Prince se mostró esperanzado en recuperar el control de las principales carreteras y el territorio de las pandillas dentro de aproximadamente un año.
“Para mí, uno de los principales indicadores de éxito será poder ir de Puerto Príncipe a Cabo Haitiano en un vehículo ligero sin ser detenido por las pandillas”, comentó Prince citado por el diario digital Gazette Haití News.
El también fundador de Blackwater Worldwide guardó silencio sobre cuánto le pagará el gobierno haitiano a Vectus Global.
Recuerda la fuente que Vectus Global comenzó a operar en Haití en marzo, desplegando principalmente drones en coordinación con un grupo de trabajo dirigido por el primer ministro, Alix Didier, pero su compromiso a largo plazo y su participación en la recaudación de impuestos siempre estuvo en secreto.
La fuerza mercenaria liderada por Estados Unidos, estará integrada también por europeos y salvadoreños, entrenados como francotiradores y especialistas en inteligencia, comunicaciones, además de contar con medios navales y helicópteros.
Las empresas de seguridad que trabajaron en Haití tuvieron problemas debido a los lazos que unen a las facciones gubernamentales y la Policía Nacional con las pandillas.
Con respecto al controvertido tema, el director del Centro de Análisis e Investigación sobre Derechos Humanos en Haití, Gedeón Jean, alertó que el uso de empresas militares privadas no puede ser considerado como una solución a la inseguridad, pues estas a menudo cometieron violaciones de los derechos humanos.
Calificó de significativos los gastos del país caribeño para que una empresa extranjera ayude a la policía a garantizar la seguridad, dejando entrever que el gobierno debiera dirigir esos recursos al cuerpo armado nacional que carece de equipamiento en plena lucha antipandillas.
Un artículo de la investigadora Nancy Roc en el diario Juno 7 recuerda que Prince es un ex Navy Seal de los Estados Unidos, y fundó la compañía de seguridad militar Blackwater en 1997.
Vendió la compañía en 2010, después de que los empleados de Blackwater fueran condenados por el asesinato ilegal de 14 civiles desarmados mientras escoltaban un convoy de la embajada de Estados Unidos a través de la Plaza Nisour de Bagdad.
Estos hombres fueron indultados por Trump durante su primer mandato en la Casa Blanca.
Más de 15 años después del escándalo de Blackwater en Iraq, Erik Prince está de vuelta con una nueva compañía militar privada: Vectus Global, de hecho, sus mercenarios ya están en acción en Haití y la República Democrática del Congo, con operación de drones y obtención de ganancias a través de minerales e impuestos. El credo de Vectus Global: llenar los vacíos dejados por Estados Unidos y ofrecer un servicio militar a la carta.
En pocas palabras, el modelo de negocio es una ecuación muy clara: menos diplomacia, más resultados rápidos, pues donde las misiones regionales o de la Organización de las Naciones Unidas se atascan, Prince promete resolver con una eficiencia formidable.
HACIA UNA NUEVA DEPENDENCIA
Al respecto, un ingeniero civil haitiano cuya identidad no será revelada declaró a Prensa Latina que todo este tiempo, toda esta destrucción, todo este derramamiento de sangre era para llegar a este punto.
Ninguno de nosotros lo había visto venir, ni siquiera cuando el presidente Donald Trump expresó: “Tendremos que usar nuestros sombreros de ocupantes y llegar a esos países donde nos parece que no pueden gobernarse a sí mismos”.
Esta violencia ciega, en realidad, tenía una visión clara y nunca careció de dirección: enfilaba sus objetivos. Y, sin embargo, a pesar de todos estos indicios, de todas estas advertencias, se optó por ignorar el peligro: el de perder la autonomía.
La llamada revolución de la que algunos hablaban no era más que un camino hacia una nueva dependencia, hoy a la puerta.
Para el sociólogo Frédéric Boisrond, el contrato con exmilitares asalariados ilustra el fracaso del Consejo Presidencial de Transición, así como de todas las personas y organizaciones que validaron este modelo defectuoso de gobernanza. “El uso de mercenarios hace añicos toda la vida nacional”, concluyó.
arb/JOE