Por Fausto Triana
Corresponsal jefe en España
Está situada en la comarca de Bajo Maestrazgo, en la costa norte de la provincia de Castellón, Comunidad Valenciana, y con solo contemplar el espectáculo de playa, ciudad amurallada y el Parque natural Sierra de Irta, confirma su exuberancia.
Joya del Mediterráneo, la frase tal vez manida pero justa, para definir al centro urbano de unos ocho mil habitantes, también conocida como Peníscola en valenciano, poblada por ibéricos, fenicios, griegos, cartagineses, romanos, bizantinos y árabes, en los siglos VII y VI Antes de Cristo.
Colonizada por helénicos y romanos, aunque fueron estos últimos al traducir el nombre griego de la ciudad al latín en la forma vulgar paene + insula, (casi+isla), quienes sellaron su origen al topónimo actual de Peníscola o Peñíscola.
Los pasajes históricos reúnen una serie de elementos sorprendentes para un lugar, en realidad, pequeño y alejado de los canales de comunicación más expeditos de la región. Y sin embargo, de piratas conoció bastante, lo mismo que de los Caballeros Templarios y la existencia de la tercera sede pontificia del mundo.
OPERA EN MI BEMOL
Dicen los musicólogos que Mi Bemol de la octava 8, es la nota más alta. Un comentario quizás traído por los pelos, para colocar en un sitio privilegiado a Peñíscola.
Al final, como la ópera, que es la síntesis del canto, música instrumental, actuación, vestuario y escenografía, un hotel de la ciudad ofrece en sus habitaciones más altas unos prismáticos que invitan a una suerte de palco en la ópera.
La verdad es que los binoculares son bastante sugerentes, pero mejor asistir a las Fiestas en honor a la Virgen de la Ermitana, una tradición con más de cuatro siglos de existencia. Y alternar con la playa.
El Castillo del Papa Luna, el balneario y los fuegos de artificio, son regalos que atraen cada mes de septiembre a más de 200 mil turistas, de los dos millones anuales que recibe la ciudad.
Algunas de estas premisas servirán para profundizar con Chema Rabasa, guía-intérprete de Patrimonio en Peñíscola.
“Desde varios puntos de vista es importante y es única. En primer lugar, porque se trata de una ciudad metida en el mar, de origen medieval, ubicada en un tómbolo, península calcárea y eso la hace, paisajísticamente hablando muy original”, comentó a Prensa Latina.
Rabasa destacó que a Peñíscola la puedes ver desde el sur, el norte y siempre saliendo al Mediterráneo, con el Castillo del Papa Luna como punto referencia. “Por eso la llaman la ciudad en el mar, habitada en épocas muy antiguas antes del periodo romano, y también por los musulmanes”.
Sobresale por el hecho de haber sido sede papal, una de las tres en la historia de la humanidad (junto con Avignon, Francia, y Roma, Italia), y de los Caballeros Templarios, además de la presencia de Pedro Martínez de Luna, devenido Benedicto XIII, Sumo Pontífice y protagonista del Cisma de Occidente, explicó Rabasa.
Luego, están los festejos en tributo a la Virgen de la Ermitana, una tradición que tiene testimonios escritos del jolgorio desde el siglo XVII y que comprende verbenas, conciertos, encierros taurinos, pasacalles con charangas y actos religiosos.
Su primera referencia data del 3 de agosto de 1664 y recuerda igualmente pasajes de la conquista y reconquista entre moros y cristianos; danzas en las que los caballeros llevan faldas por carecer de ropas adecuadas tras las guerras y se realizan las “torres humanas de la loa” (en honor a la Patrona), al estilo de los castellers, precisó el experto.
Peñíscola ha sido además escenario de filmaciones para cine y televisión, como capítulos de la serie Juego de Tronos, y la película El Cid, de 1961, su momento más emblemático.
La curiosidad, relató Chema Rabasa, es que las preferencias del productor Samuel Bronston por Carmen Sevilla para el papel de Jimena Díaz en El Cid, desató una polémica ante el rechazo de Sara Montiel, esposa del director Anthony Mann.
Al final, se eligió a la italiana Sofía Loren, cuentan que tan deslumbrante en su momento por su belleza, que llegó a incomodar al protagonista Charlton Heston, completó Rabasa.
TRADICIONES
Una tradición que tiene testimonios escritos del jolgorio desde el siglo XVII y que comprende verbenas, conciertos, encierros taurinos, pasacalles con charangas y actos religiosos.
Se trata del tributo a la Virgen de la Ermitana, sin desdorar al Castillo-Palacio del controvertido Papa Luna, imponente mole que sirvió de residencia a su escurridísima Santidad.
La caprichosa orografía ya es un regalo de la naturaleza y la mística religiosa abrazada con la historia, hace hoy de Peñíscola uno de los sitios indispensables a visitar en España.
El alcalde de Peñíscola, Andrés Martinez, destacó a Prensa Latina la entrega y devoción de todas las generaciones en apego a sus tradiciones.
“La virgen de la Ermitana nos acompaña en cada celebración, en cada anhelo o incertidumbres. Nuestro punto de inflexión que nos llega en septiembre desde hace más de 400 años”, reflexionó.
Queremos convertirla en Bien de Interés Turístico Internacional, con una afluencia de visitantes en pleno ascenso, añadió Martínez.
Preguntado acerca de los sellos de identidad de esta joya del Mediterráneo, detalló que su ubicación privilegiada, encima de una roca, una fortaleza perimetral que la convierte en un istmo o un peñón.
Laura Hidalgo, jefa de prensa del Ayuntamiento de Peñíscola, explicó a Prensa Latina que los festejos tienen un arraigo muy notable.
“En realidad, esta tradición tiene más de cinco siglos de historia; ya desde el XVI hay referencias de los desfiles en la Plaza de Armas, a un costado del castillo donde ejerció su pontificado el Papa Luna”, comentó Hidalgo.
Cuentan con bailes folclóricos que homenajean a la Virgen de la Ermitana, cuyo ermitorio (iglesia) comparte muros de piedra con el Castillo del Papa Luna.
Jugamos un papel determinante en el llamado Cisma de Occidente de la iglesia católica, porque aquí hubo un pontífice (Papa Luna) de forma paralela a uno (o más) que se proclamaban en Roma. Entre los siglos XIV y XV, podemos decir que Peñíscola fue la capital del mundo de la cristiandad”, concluyó.
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