domingo 3 de agosto de 2025

Narcotráfico: buen negocio. Evasivos: necesidad humana (II fin)

Ciudad de Guatemala (Prensa Latina) Si se observa la magnitud descomunal del negocio de las drogas ilícitas, se comienza a tener una dimensión distinta del problema.

Marcelo Colussi*, colaborador de Prensa Latina

¿A quién beneficia?

Todo el circuito de los estupefacientes mueve no menos de 400 mil millones de dólares anuales, quizá más- uno de los grandes negocios de la humanidad, de los más redituables, no tan lejos de las estratosféricas ganancias del negocio de las armas, de las tecnológicas, del petróleo-. Obviamente todo eso constituye algo más, infinitamente mucho más que un problema sanitario. Sabemos que esa monumental cifra de dinero se traduce en poder y, por tanto, en influencia política, lo que implica niveles de corrupción y se asocia inexorablemente con violencia. Las secuelas físicas y psicológicas del consumo de tóxicos- que afectan al consumidor individual- empalidecen así ante las consecuencias de esta faceta mercantil del fenómeno con implicancias sociopolíticas tan profundas, de impacto social, masivo.

¿Qué pasaría si se despenalizara el consumo de estas sustancias? El hecho de vetar el acceso legal a las sustancias psicoactivas, en vez de promover su rechazo, alienta un mayor consumo (irrefutable verdad de la psicología humana: lo prohibido atrae, fascina). Por lo pronto, como un esfuerzo digno de ser mencionado y totalmente silenciado por la prensa capitalista comercial, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia- FARC- produjeron un documento en marzo del 2000, donde expresaban:

“Legalizar el consumo de la droga, única alternativa seria para eliminar el narcotráfico. El narcotráfico es un fenómeno del capitalismo globalizado y de los gringos en primer lugar. No es el problema de las FARC. Nosotros rechazamos el narcotráfico. Pero como el gobierno norteamericano pretexta su criminal acción contra el pueblo colombiano en la existencia del narcotráfico lo exhortamos a legalizar el consumo de narcóticos. Así se suprimen de raíz las altas rentas producidas por la ilegalidad de este comercio, así se controla el consumo, se atienden clínicamente a los fármaco- dependientes y liquidan definitivamente este cáncer. A grandes enfermedades grandes remedios”.

Por supuesto que el discurso oficial jamás tomó en cuenta esto; por el contrario, continuó acusando a las fuerzas insurgentes de “narcotraficantes”, las “narcoguerrillas”.

Hoy día mucho se hace en torno al combate del consumo de drogas ilícitas; pero curiosamente el consumo propiamente dicho no baja. ¿No puede esto llevar a pensar, quizá con cierta malicia, pero tratando de entender en definitiva el porqué de esta tendencia, que hay “agendas ocultas” en todo esto? A los factores de poder, a aquellos que desde el capitalismo global fijan en muy buena medida la marcha del mundo, no pareciera- fuera de pomposos discursos altisonantes- que realmente les interesara la desaparición de este flagelo.

¿Por qué no se despenaliza entonces el consumo, o se lo reglamenta, de tal forma de aminorar los riesgos para la salud, transformando el negocio en algo lícito y controlado bajo ciertos rigurosos parámetros, pagando impuestos, por ejemplo, como se hace con el alcohol? Esa maniobra, sin dudas, traería aparejado el fin de innumerables penurias que se dan en torno a este ámbito: bajaría la criminalidad, la violencia que acompaña a cualquier actividad prohibida; incluso hasta podría bajar el volumen mismo de consumo, al dejar de presentar el atractivo de lo vedado, de la “fruta prohibida” tentadora. Pero contrariando las tendencias más racionales, estamos lejos de ver una despenalización. Por el contrario, cada vez más crece el perfil de lo punitivo: el combate al narcotráfico pasó a ser prioridad de las agendas políticas de los Estados. Eso se anota hoy como uno de los grandes problemas de la humanidad; y ahí están a la orden ejércitos completos para intervenir en su contra. Repitamos: ejércitos con el armamento más sofisticado, no con acciones de salud, preventivas, médico-psicológicas…

Quizá el modo de producción y consumo que el capitalismo trae aparejado, con una infernal apología del individualismo consumista y el hedonismo inmediato, inexorablemente conduce a ese goce enfermizo de la autodestrucción. ¿Por qué, si no, ese aumento exponencial de estos nuevos tóxicos químicos tan sumamente letales que hoy se vive ya como epidemia? No está de más recordar lo dicho al respecto por Shannon Monnat, de la Universidad de Siracusa, de Nueva York, comentando las causas de ese descomunal crecimiento del consumo:

“El aumento de los trastornos por consumo de drogas en los últimos 20 a 30 años es un síntoma de problemas sociales y económicos mucho mayores (…) Las soluciones para combatir nuestra crisis de sobredosis de drogas solo serán efectivas si abordan los determinantes sociales y económicos a largo plazo que están en la base”.

¿Qué hacer entonces?

Ante este panorama, y desde una lectura marxista del fenómeno, es pertinente abrir algunas preguntas/ reflexiones. Terminada la Guerra Fría con la desaparición del bloque socialista europeo y la desintegración de la Unión Soviética, el imperialismo estadounidense trocó su presencia militar global, desplegada entonces para enfrentar el “comunismo internacional”, persiguiendo ahora a estos nuevos “demonios” que conspiran contra “la paz” y la “sana convivencia democrática”. El poder hegemónico de Washington, más aún en décadas pasadas, cuando se erigía en presunto centro del mundo sin rivales geopolíticos a la vista- ahora apareció la República Popular China con su proyecto de “socialismo a la china”, que lo tiene muy nervioso- encontró en este nuevo campo de batalla un terreno fértil para prolongar/ readecuar su estrategia de control universal, con el negocio de los armamentos siempre en el horizonte. En Latinoamérica al menos, según consta en los ultrarreaccionarios Documentos de Santa Fe, esa parece haber sido la estrategia. Tal como encontró también- o lo fabricó a su medida- una posibilidad de expansión militar sin límites con el llamado “terrorismo islámico”, nueva “plaga bíblica” que le ha permitido su estrategia imperial de dominación militar unipolar con su iniciativa de guerras preventivas en el momento que se sintió dominador absoluto, en los 90 del pasado siglo.

Hoy la dinámica geopolítica ha cambiado, y Estados Unidos, que no ha dejado de ser una superpotencia, ve que lenta, pero irremediablemente va perdiendo su cetro de hegemón mundial. De todos modos, la guerra contra el narcotráfico no la ha abandonado, y en Latinoamérica le sigue siendo muy funcional.

La DEA- de dudosa reputación en esta supuesta lucha, cuestionada en su presunta función de combatir el “flagelo” que acecha en las sombras- le es operativa en su tarea de asegurar su “patio trasero”. La tristemente célebre Doctrina Monroe (“América para los americanos”… del Norte) sigue vigente. En vez de atacar el consumo en su país, Washington pone el acento en la intervención fuera de sus fronteras.

El mundo de las drogas ilegales es un fenómeno tan particular que tiene una lógica propia inhallable en otros ámbitos: por un lado, se mantiene y perpetúa como negocio del que se benefician muchos; por otro se sostiene de fabulosas fuerzas políticas que no pueden ni quieren prescindir de él en tanto coartada y espacio que facilita el ejercicio del poder. Al mismo tiempo existen dinámicas psicosociales (consumismo, modas, valores de la sociedad competitiva y burdamente materialista, la angustia de sociedades basadas en el primado de lo individual sobre lo colectivo, la inducida sed de novedades y nuevas mercaderías a consumir- las drogas son una de ellas-) que llevan a enormes cantidades de individuos, jóvenes fundamentalmente, a la búsqueda de identidades y reafirmaciones personales a través del acceso a los tóxicos prohibidos, lo cual se enlaza y articula con los factores anteriores. Este negocio es, en otros términos- siguiendo lo expresado por la citada catedrática de la Universidad de Siracusa –, un síntoma de los tiempos actuales: el capitalismo hiperconsumista centrado en la adoración de la tecnología y en el fetiche de la mercancía, que ha dejado de lado lo humano en tanto tal, todo lo cual no puede dar otro resultado que un negocio sucio pero tolerado- ¿alentado?- que, bajo cierto control, sigue haciendo mover buena parte del aparato de la sociedad. El costo de todo ello: algunos sujetos quedan en el camino, se tornan tóxicodependientes y pueden morir de sobredosis, pero eso no desestabiliza especialmente el orden instituido. Y ahí están las comunidades de rehabilitación para dar algunas respuestas cuando ello es necesario. Respuestas puntuales, por cierto, que no tocan las raíces mismas del problema.

Junto a este doble discurso hipócrita, es de destacarse la política seguida en los países socialistas respecto al narcotráfico: China mantiene una tolerancia cero para el mismo, con una rigurosa condena a muerte en caso de trasiego en grandes cantidades. Y en Cuba fue emblemático el tratamiento dado a un otrora héroe nacional, como el general Arnaldo Ochoa, quien se dedicó a este negocio colaborando con el cartel de Medellín en el tráfico de cocaína rumbo a Estados Unidos, por lo que fue condenado a muerte junto a otros tres oficiales. Como se dijo muy acertadamente: “En Cuba puede haber corrupción, pero no hay impunidad”.

Justamente en orden a ese hipócrita y cínico doble discurso que nos presenta a diario el capitalismo, es de destacarse que son esos mismos factores de poder que mueven la maquinaria social del sistema global los que han puesto en marcha el mecanismo del hiper consumo que ahora se constata: crearon la oferta, generaron la demanda con sutiles mecanismos de mercadotecnia, y sobre la base de ese circuito tejieron el mito de unas maléficas mafias superpoderosas enfrentadas con la humanidad, causa de las angustias y zozobras de los “honestos ciudadanos”, motivo por el que está justificado una intervención policíaco- militar a escala planetaria.

Lo curioso es que de la tonelada y media de sustancias que llega a las fronteras estadounidenses cada día, procedente de Latinoamérica o del Asia, nunca se dice nada de quién las comercializa en su territorio. Obviamente, habrá redes encargadas de ello. De eso no se habla una palabra. El enemigo, para esta interesada visión imperial, está en las montañas del Asia central o de América Latina; o en mafias tenebrosas que atentan desde las sombras. De todos modos, es más que evidente que quemar sembradíos en esas regiones o “bombardear” México, como ahora impulsa el presidente Trump, no detiene el consumo de los jóvenes estadounidenses, muchos de los cuales terminan siendo lamentables piltrafas humanas.

El narcotráfico al que hoy asistimos no es sino una expresión más de la lucha de clases a nivel global, donde el país hegemónico del capitalismo, Estados Unidos, busca por todos los medios continuar con su posición de dominante, aplastando al resto del mundo, y básicamente, a la gran masa trabajadora.

Quizá la evasión del malestar humano sea algo que jamás vaya a terminar; el mismo está indisolublemente articulado en nuestra dinámica. Valga agregar que una obra fundamental de Sigmund Freud en cuanto a la lectura social propuesta desde el psicoanálisis lleva por título, justamente, “El malestar en la cultura”.

De todos modos, la implementación de este abominable recurso de la promoción artificial del consumo de evasivos como forma de control social debe terminar. Que el emblemático “Caso Ochoa” de Cuba revolucionaria y socialista marque el camino.

rmh/mc

* Politólogo, catedrático universitario e investigador social. Nacido en Argentina estudió Psicología y Filosofía en su país natal y actualmente reside en Guatemala. Escribe regularmente en medios electrónicos alternativos. Es autor de varios textos en el área de ciencias sociales y la literatura.

Bibliografía

Borón, A., Amadeo, J. y González, S. (2006). La teoría marxista hoy. Problemas y perspectivas. Buenos Aires: CLACSO.

Brzezinsky, Z. (1998). El gran tablero mundial: la supremacía estadounidense y sus imperativos geoestratégicos. Buenos Aires: Paidós.

Castillo, F. (1988). Los jinetes de la cocaína. Santafé de Bogotá: Editorial Documentos Periodísticos.

Colussi, M. (2012). El narcotráfico: un arma del imperio. Buenos Aires: Ed. Argenpress.

_____. (2013). Despenalización de las drogas: realidades y perspectivas en Guatemala. Guatemala: Universidad de San Carlos.

Chomsky, N. (2006). Hegemonía o supervivencia. El dominio mundial de Estados Unidos. Santafé de Bogotá: Editorial Norma.

Demoscopía (2007) Maras y pandillas, comunidad y policía en Centroamérica. Hallazgos de un estudio integral. Guatemala: Demoscopía S.A. / ASDI/ BCIE.

Domosławski, A. (2012). Políticas sobre drogas en Portugal. Beneficios de la Descriminalización del Consumo de Drogas. Varsovia: Open Society Foundation.

Enríquez Pérez, I. (2021). El crimen organizado como engranaje del capitalismo. Disponible en: rebelion.org

Foucault, M. (1975). Vigilar y Castigar. Madrid: Editorial Siglo XXI.

Fumeta, A. (2014). Afganistán: Guerra por el control de la heroína. Disponible en: alf.trota-mundos.com

Garay, L. y Salcedo, E. (2012). Narcotráfico, corrupción y Estados. Cómo las redes ilícitas han reconfigurado las instituciones en Colombia, Guatemala y México. México: Random House Mondadori.

-Han, Byung-Chul. (2012). La sociedad del cansancio. Barcelona: Herder.

-Kohan, N. (2016) Marx en clave latinoamericana. Guatemala: Universidad de San Carlos de Guatemala.

-Labrouse, A. (1993). La droga, el dinero y las armas. México: Editorial Siglo XXI.

-Lucier, J. (2000). Documento Santa Fe IV: El futuro de las Américas. Temas para el nuevo milenio. Disponible en: docs.google.com

-Lyotard, J-F. (2006). La condición postmoderna. Informe sobre el saber. Madrid: Edit. Cátedra.

-Monnat, Sh. (2021). Estados Unidos registra el mayor número de fallecidos por sobredosis de drogas de su historia. Disponible en: bbc.com/mundo/noticias-internacional

-Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito -UNODC-. (2012). Delincuencia organizada transnacional en Centroamérica y el Caribe. Una evaluación de las amenazas. San José: UNODC.

_____ (2023). Informe mundial sobre las drogas 2023. Disponible en: unodc.org

-Panneta, L. (2008). Plan Colombia, plan de muerte. Disponible en:visionesalternativas.com/militarizacion/artículos

-Pegoraro, J. (2001). Inseguridad y violencia en el marco del control social. Maracaibo. Espacio Abierto. Vol. 10. Nº 3. Cuaderno Venezolano de Sociología, Universidad del Zulia.

-Presidencia de la República de Bolivia. (2006). Narcotráfico y Revalorización de la Hoja de Coca. La Paz: Editorial presidencial.

-Presidencia de la República de Colombia. (1999). Plan Colombia. Disponible en: bogota.usembassy.gov -Samper, E. (2013). Drogas. Prohibición o legalización. Una nueva propuesta. Bogotá: Random House Mondadori.

-Urresti, M. (2008). Ciberculturas juveniles. Buenos Aires. La Crujía Ediciones.

-Yaría, J. A. (1993). La existencia tóxica. Manual Preventivo de las Adicciones y el Sida. Buenos Aires: Editorial Lumen.

RELACIONADOS