Por Deisy Francis Mexidor
Corresponsal jefa en Estados Unidos
Seguidora en lo poético y admiradora también del Poeta Nacional Nicolás Guillén (1902-1989), Morejón enriqueció la llamada poesía negra, aunque su obra va más allá.
Los versos suyos escudriñan la vida cotidiana de esa Habana en la que abrió los ojos el 7 de agosto de 1944 y en el proyecto social de su país, sin olvidar la fusión de la poesía con otras artes.
#Especial✍️|| Nexos entre las culturas de Estados Unidos🇺🇲 y Cuba🇨🇺 y adelanto de sus memorias, son temas que abordó la poetisa y escritora Nancy Morejón en conversación exclusiva con #PrensaLatina
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🔗https://t.co/jkbeNwP2Wn— Prensa Latina (@PrensaLatina_cu) May 12, 2024
Licenciada en Lengua y Literatura Francesas por la Universidad de La Habana en 1966, y miembro de número de la Academia Cubana de la Lengua desde 1999, Morejón conversó en exclusiva con Prensa Latina sobre “aquella niña que nació en un barrio de La Habana” y sigue amando la ciudad “hasta el sol de hoy”.
También la Premio Nacional de Literatura 2001 se refirió a este momento del reencuentro, aquí en Estados Unidos, con “tantos amigos de siempre” que tuvieron “el gran instinto de reconfirmar su amor por Cuba” y anticipó ideas acerca de “esas memorias que estoy escribiendo”.
Su obra, llevada al inglés, francés, alemán, portugués, italiano, ruso, polaco y holandés, es especialmente apreciada en Estados Unidos.
Mucha agua corrió desde que a los 17 años publicó Mutismos (1962), su primer poemario, al que le siguieron Amor, ciudad atribuida (1964), y Richard trajo su flauta y otros argumentos (1967), Parajes de una época (1979), por solo mencionar algunos de sus más de 15 títulos de poesía.
Dentro de sus traducciones al español destacan las realizadas a la obra de escritores e intelectuales del Caribe francófono del siglo XX como Aimé Césaire (Martinica, 1903-2008), Jacques Roumain (Haití, 1907-1944) o Édouard Glissant (Martinica, 1928-2011).
Durante su estancia en Washington D.C., Nancy sostuvo encuentros con intelectuales, visitó las universidades de Howard y fue a la Morgan State, en Baltimore, Maryland.
Además, grabaron en su voz 12 poemas ahora sumados a los 21 ya existentes desde el 2 de julio de 1979 en el Archivo de Literatura Hispánica en Cinta de la biblioteca del Congreso de Estados Unidos.
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-La escritora Alice Walker opina que usted está en paz con su país, ¿por qué?
-Así lo considera ella, incluso recientemente lo reiteró cuando viajó a La Habana, cuando coincidimos en una zona histórica de la ciudad en la develación de un busto de Langston Hughes (1901-1967), uno de los más importantes poetas del siglo XX en Estados Unidos y figura primordial del Renacimiento de Harlem.
Ese verso mío que es título de uno de mis libros: Donde duerme la isla como un ala, reflejaba en mí una identidad en favor de la mejor historia de mi país y era lo que ella trataba de explicar con esa frase.
-¿Y usted se siente así?
-Yo me siento así. Nací y me crié en La Habana y ahí pervivo.
-¿Podría establecer el vínculo entre las culturas de Estados Unidos y Cuba?, ¿cuánto puede servir en el camino de los puentes?
-Tendría que mencionar a grandes novelistas desde Ernest Hemingway hasta Truman Capote; a muchos poetas cuyas obras se publicaron en Cuba.
Cuál es la lección, que la cultura siempre se salvó y siempre el pueblo cubano diferenció los horrores de las administraciones de Estados Unidos con los verdaderos valores de la cultura en Norteamérica.
Entonces yo pienso que eso es una cosa a reverenciar, a estudiar, para saber por qué.
Nosotros no podemos borrar los vínculos entre Langston Hughes, gran neoyorkino, gran poeta negro de América, de todos los continentes, y de nuestro Nicolás Guillén (1902-1989), eso realmente es una escuela y algo sobre lo que nosotros tenemos que volver y volver.
Pienso que eso está vigente y siempre será algo que nos va a alimentar y nos pondrá sobre un sendero justo de nuestra identidad. Nosotros formamos parte del mundo occidental y tenemos que respetar esa historia.
Mira, la primera parte de Cecilia Valdés, la gran novela cubana de Cirilo Villaverde, fue publicada originalmente a mediados de 1839, pero la obra completa se publicaría en Nueva York en 1879, y, ya en su versión definitiva, en la misma ciudad en 1882.
Hay una tarja lindísima cuando uno va a China Town y cuando la vi me quedé muy impresionada allí, a la entrada del barrio chino.
Debemos tener una visión en favor de la cultura y en contra de ciertas miradas pequeñas que no ven lo fundamental, que siempre difunde la cultura.
-¿Qué la trajo a Estados Unidos en esta ocasión?
-Una conferencia internacional que auspició la Universidad de Misuri en Columbia, coordinada por la profesora, investigadora y traductora Juanamaria Cordones-Cook, quien ha venido haciendo un trabajo de primera, pues armó prácticamente una enciclopedia de cultura cubana, en especial de las artes plásticas cubanas de hoy.
El simposio fue alrededor del antecedente africano de la cultura cubana. En el centro de esa actividad estuvieron las obras de Juan Roberto Diago y René Peña, un gran fotógrafo que trabaja básicamente con el cuerpo de los negros.
Diago pertenece a una familia de grandes músicos, de grandes artistas y bueno, él heredó ahí como un instinto ancestral y tuvo dos exposiciones en ese campus.
Escuchamos puntos de vista muy diversos, pero todos observando el decursar del fenómeno de la cultura africana de Cuba. Fue un gran éxito porque aun existiendo controversia, no hubo enfrentamiento que son dos cosas muy diferentes.
Después me invitaron al Festival Poesía en Abril de Chicago, que cumplía 16 años. Los festivales son una cosa muy bella, para leer y volver a leer y reunirse los poetas.
El evento tuvo, pienso yo, una sensibilidad muy especial contra la guerra. Algunos poetas se mostraron muy airados por supuesto contra la situación en Gaza.
Luego viajé a San Francisco, en lo que se conoce como el Área de la Bahía, donde nació mi primera antología bilingüe, español-inglés, que publicó The Black Scholar, era una revista y todavía una editorial.
Fue allí donde apareció mi primer libro traducido que contó con opiniones muy destacadas del gran chileno Fernando Alegría (1918-2005), que era profesor de la Universidad de Stanford en esa época.
Ese regreso mío a San Francisco fue revitalizador. Vi a grandes amigos. Además, está visita a la capital y finalmente Nueva York.
-¿Para usted, qué valor tienen las palabras?
-La expresión en la lengua escrita es muy importante, no debemos hablar mal ni con faltas de ortografía por supuesto, ni tampoco con imperfecciones innecesarias y hay que abogar por eso siempre, por eso trato de incitar a los jóvenes a la lectura.
Nuestros ancestros decían ‘no es tanto creer, sino leer’ y son más o menos los principios que han regido mi trabajo literario, porque escribir es un trabajo.
Por cierto, hay que erradicar la idea de que los poetas estamos en la luna y no trabajamos. Mi trabajo son las palabras, tengo que reunirlas como es debido, ellas deben de expresar un sentimiento en favor de causas nobles, así que hay que tener mucho cuidado. Y sí, a una palabra hay que tratarla como si fuera terciopelo.
-¿Por qué defiende las publicaciones periódicas?
-Yo nací en el esplendor de las revistas, de las publicaciones periódicas cubanas, y eso conformó movimientos literarios de los que hicieron parte Samuel Feijóo, José Lezama Lima, José Rodríguez Feo, Cintio Vitier, Fina García Marruz, incluso Mirtha Aguirre, Nicolás Guillén, José Antonio Portuondo. No se puede explicar un movimiento sin revistas.
Hoy en día tenemos el mundo abierto digital, una revista puede existir online y hay que mantener eso, y hay que trabajar en favor de eso, en favor de que la experiencia literaria pase por todos esos avatares, por todos esos capítulos y mantener ese espíritu.
Las publicaciones periódicas son espacios de tiempo en donde la gente polemiza. Es muy importante respetar la preferencia de criterio en relación con la vida literaria, eso enriquece mucho cualquier movimiento literario y a los escritores que forman parte de él.
-Tras su regreso a Cuba, ¿qué sucederá? ¿Las neuronas van a descansar?
-No. Las neuronas, no. Enseguida tendré que acabar de terminar mis memorias, se supone que la Editorial del Icaic va a publicarlas, ya está establecido y yo soy la que tengo que terminarlas.
-Entonces, ¿esas memorias deben tener como 500 páginas?
-Por ahí. Hay que reducirlas, quizás (sonríe).
-¿Tienen nombre preliminar?
-Sí, como no, la primera parte se llamará Alambre dulce.
-¿Por qué Alambre dulce?
-Porque es un tema de la música cubana, de Félix Chappottin (1907-1983), que concretamente estaba en el aire del barrio donde yo nací: Los Sitios, y esa es la esencia de esa primera parte.
Después vienen otras cosas, cuando yo entro a estudiar a la Universidad de La Habana en el mundo intelectual de los años ’60 y otros muchos detalles de la vida civil nuestra que son interesantes.
-¿Y una segunda parte?
-La segunda parte sería justamente más allá de mis raíces, toda la vida universitaria y el mundo del aprendizaje literario de la lengua francesa, de mi especialización con la lengua francesa y de cómo Cuba se asoma a lo que se conoce hoy como el balcón afroasiático.
-¿También tiene nombre?
-Sí, se llama Gallo pinto. Tiene que ver con el Gallo pinto nuestro y con el plato nicaragüense, que es la versión nuestra del congrí que nace en Alicante y después se convierte de verdad en parte de la identidad cubana. No hay mejor congrí que el congrí oriental.
-¿Son primicias?
-Sí. Lo que estoy adelantando ahora, nunca lo he hablado en La Habana ni en ningún sitio, ni en San Francisco, ni en Chicago, solo ahora, aquí.
-¿Una tercera parte de las Memorias?
-No creo. Serán solo dos, son los mundos fundamentales de Nancy Morejón. Ya después con mis años 70 hay cosas que sí se recogen, pero no todo, porque todo está escrito ya.
-¿Cuál es el color que le seduce?
-El azul.
-¿Por qué?
-Por el mar que me rodea, porque siempre mis abuelas, que no conocí, mis tías y todo ese mundo de la mujer negra de barrio sintieron ese color, que es el de la Virgen de Regla y menciono Regla con toda la intención.
Regla y Guanabacoa son una sola cosa y todo el mundo sabe que ahí están grandes emporios, grandes raíces de nuestro carácter y de nuestra historia.
-Y con ese énfasis en la Virgen de Regla que es Yemayá, le pregunto: ¿tiene alguna creencia religiosa?
-Yo creo en los seres humanos. Creo en los dioses de la Ilíada, dioses de La Odisea, por qué no voy a creer en los míos como una prueba de cultura.
La religión es un tema muy conflictivo en nuestra época, muy complicado y como diría yo a una señora que me encontré en la calle Zulueta saliendo de una casa del Instituto de La Habana cuando ella me llamó y me preguntó: ‘Usted cree?’ y yo le respondí ‘No, pero oigo, así que me dice lo que quiera’. Me predijo mi vida en 15 minutos.
-¿Y acertó?
-Sí. Me dijo muchas cosas que me pasaron años después, décadas después, así que esas cosas hay que tenerlas en cuenta y respetarlas.
-¿Es Nancy Morejón una mujer feliz?
-¡No, que va!, eso es muy aburrido. No se sabe si existe la felicidad, si no existe. Hay momentos de gran felicidad, por supuesto, pero en general la vida lo pone a uno en situaciones infelices.
Pensar ahora, por ejemplo, que escuches o leas en las noticias que hay una abuela y su nieto balaceados en su camino a la escuela es una cosa que impide mi felicidad totalmente y aunque ese disparo no lo oiga, esa sangre uno la ve correr, así que no cabe la felicidad.
-¿Amor?
-Es lo que engendra la maravilla, como decía José Martí y citó el trovador Silvio Rodríguez.
-¿Meta?
-Seguir escribiendo y estar en la lucha por la creación de un mundo mejor contra la guerra y más las guerras de rapiña, y contra el genocidio como ocurre a los palestinos hoy por hoy, algo que es la vergüenza de la humanidad.
-¿Cuba?
-¡Qué linda es!, quien la defiende la quiere más.
-¿En agosto es su cumpleaños?
-Sí, el 7. Llego a mis primeros 80.
arb/dfm