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miércoles 13 de noviembre de 2024
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Los recodos turísticos de Hemingway en Cuba

La Habana (Prensa Latina) Atrapados por el embrujo de su excelencia literaria, muchos viajeros buscan los sitios que el escritor estadounidense Ernest Hemingway escogió en Cuba para descansar o donde su huella aún está presente.

Por Roberto F. Campos

De la redacción de Economía

El narrador gustaba tanto de pasar tiempo en la nación antillana que hay quien lo considera tan cubano como estadounidense. Esa afirmación la sustentan los rincones donde el premio Nobel dejó una huella en el llamado Caimán caribeño, en el cual vivió durante más de 20 años.

En Cuba, se reunía con sus amigos, conversaba, bebía y escribía el Dios de Bronce de la Literatura norteamericana y también seleccionó corrientes marinas para faenas de pesca o en la persecución de submarinos alemanes.

Por tales motivos, Hemingway es un hombre del turismo cubano, así se le consideró en vida y ahora aún está presente su estirpe de aventurero o de simple ser humano capaz de escoger los mejores lugares.

Nacido el 21 de julio de 1899 en Oak Park, Chicago, llegó por primera vez a Cuba el 1 de abril de 1928, a las 22:50, hora local, durante una noche nublada y de horizonte brumoso, como rezan notas de la época.

Los especialistas afirman que arribó en el vapor Orita de bandera británica como consta la entrada de esa embarcación en los libros del Castillo del Morro, la fortaleza más emblemática de La Habana, la capital.

Llegó acompañado de su segunda esposa, Pauline Pfaiffer, en un viaje desde Francia hacia Key West, con escala en La Habana. Ella mostraba cinco meses de embarazo. Un año después, el joven reportero se acerca a las aguas cubanas en el barco Anita para pescar agujas. A partir de esos encuentros amó entrañablemente a Cuba.

Sin embargo, otros autores consideran que su interés por Cuba consistió en la atracción de una tormentosa mujer, nombrada Jane Mason. Para esta versión, transcurría 1929 cuando el multimillonario estadounidense George Grant Mason – representante de la Pan American Airways – se trasladó a la capital cubana con su esposa, una turbulenta dama que se aburría.

En el radio de acción de la mujer apareció Hemingway (29 años), quien cayó ante sus encantos. Durante sus primeras visitas, se hospedó en el hotel Ambos Mundos, de la parte vieja capitalina, en la habitación 511 que hoy se muestra como una reliquia, aunque carece de objetos verdaderamente históricos.

Desde allí, el escritor disfrutó de una imagen bastante completa de la urbe y terminó algunos de sus textos. De 1929 a 1936, Hemingway participó de una activa vida en La Habana, que lo hizo socio de bares como El Floridita, un sitio donde se refugiaba y hasta acuñó un trago con su nombre.

Se trata del Papa Doble o Hemingway Special, una variante del cóctel Daiquirí, a base de ron blanco cubano, limón, hierba buena y azúcar, pero el escritor suprimió el azúcar y recargó la mano en el alcohol.

De esos preparados se bebía hasta 12 vasos grandes y se llevaba par de ellos para el camino, de regreso a su Finca Vigía, mansión de las alturas de San Francisco de Paula, alquilada en 1939 por su tercera esposa, Martha Gellhorn, y que compró en 1940.

En esa residencia campestre, con una vista maravillosa, desecharía la torre que su mujer le construyera para escribir, pues prefería hacerlo de pie en su cuarto. Allí todas sus cosas están al igual que como cuando habitaba la morada, hoy Museo Hemingway.

Relativamente cerca del lugar, se encuentra Cojímar, un poblado de pescadores de la zona este, donde atracaba su yate Pilar, y donde vivió por mucho tiempo (hasta 104 años), su patrón Gregorio Fuentes (1897-2002). Ese lugar cuenta con el restaurante La Terraza, especializado en mariscos y pescados, que consumía con gusto el escritor.

En 1930, Hemingway navegó por la cayería centro-norte cubana, por los cayos Guillermo, Coco y Romano y el Faro Maternillos. También visitó Camagüey, en la región oriental, sobre todo poblados como Palm City, una curiosa ciudad fundada por alemanes, según atestiguan algunos investigadores, entre ellos el escritor Enrique Cirules (1938-2016).

Son esos años en los cuales se radica el mito Hemingway, antes de su instalación definitiva en Cuba en 1940. Después viajó por Cayo Confites y Cayo Lobo, tras ocurrir el hundimiento de dos barcos norteamericanos por submarinos alemanes.

Entonces comenzó su aventura en busca de esas naves nazis, jamás combatió contra alguna (parece que sólo avistó un submarino alemán en la superficie, pero cuando se dispuso a atacarlo este se marchó).

En tales periplos, quedó prendado de las bellezas de esos lugares; en la actualidad, Cayo Coco, en la provincia de Ciego de Ávila, es uno de los polos de desarrollo turístico más importante del país.

Ese islote de unos 370 kilómetros cuadrados de extensión, con aeropuerto y 22 kilómetros de playas virginales se muestra ante los viajeros como un paradisíaco entorno. Entre Coco y Guillermo existen varios hoteles de lujo.

Hacia el extremo oeste, en el norte de la provincia de Pinar del Río, se encuentra Cayo Mégano de Casiguas, bautizado por Hemingway como Paraíso, y ese nombre se le quedó. Allí iba a descansar, lo llevaba su patrón Gregorio en el Pilar, desembarcaba en bote y luego leía, dormía o hacía el amor con Mary Welsh, su cuarta y última esposa.

Otro hecho relevante en la trayectoria de Hemingway en Cuba incluye al salón de fiestas de la cervecería Hatuey, en la capital, en tanto el 13 de agosto de 1956 el novelista entregó a los cubanos su medalla como Premio Nobel de Literatura (1954), relató el periodista cubano Fernando G. Campoamor (1914-2001).

Más de 20 instituciones culturales de ese entonces se sumaron al agasajo, pero en la presidencia Hemingway hizo que se sentaran sus amigos pescadores de Cojímar, por considerarlos la mejor gente de Cuba. Hoy, ese valioso objeto se encuentra en el Arzobispado de la oriental Santiago de Cuba.

En realidad, el escritor donó el galardón a la Virgen de la Caridad del Cobre, la Patrona de Cuba, cuyo altar se halla en la oriental provincia de Santiago de Cuba, por ser esta -a su vez- patrona de los pescadores, sus entrañables. La medalla se conservó en la basílica de El Cobre, pero luego fue trasladada al Arzobispado, tras un fallido intento de robo.

Uno de los lugares por los cuales pasó Hemingway, aunque con menos frecuencia, resultó la dársena de Barlovento, en la periferia oeste capitalina, donde hoy se encuentra la marina más importante del país, Marina Hemingway.

Allí funcionan más de 100 atracaderos con vida a bordo, es decir, con servicio de agua y electricidad para yates, y 800 espacios para amarrar embarcación.

Esa instalación organiza cada año y desde 1950, en vida el escritor, un torneo de pesca de la aguja caracterizado como el más viejo de su tipo en el mundo. Precisamente, en los años 60, Hemingway se entrevistó por única vez con el líder de Revolución Cubana, Fidel Castro (1926-2016) donde hoy se encuentra el Restaurante Papa’s.

Un complejo turístico de hoteles, servicios náuticos y recreativos ofrece en estos momentos una refinada gastronomía y hotelería acorde con los navegantes que por meses repletan los canales del lugar.

arc/rfc

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