Por Pedro Rioseco*
Colaborador de Prensa Latina
En el juicio que comenzó el 21 de septiembre de 1953 en el Palacio de Justicia de Oriente, Fidel Castro mostró a Cuba y el mundo que el asalto a la segunda fortaleza militar del país, el 26 de julio de 1953, no era sólo una acción militar para destituir un gobierno fraudulento.
Respondía a un programa político revolucionario encaminado a remover las estructuras de la nación, vulneradas por el artero golpe militar de Fulgencio Batista el 10 de marzo de 1952.
El máximo líder revolucionario cubano organizó y entrenó un contingente de aproximadamente mil 200 jóvenes obreros, empleados y estudiantes, que provenían la mayoría de las filas del partido ortodoxo. Con 160 de ellos comandó el asalto al cuartel Moncada en Santiago de Cuba y al cuartel de Bayamo, acciones concebidas como detonantes de la lucha armada contra el régimen de Batista.
Al fallar el factor sorpresa, no pudieron alcanzar el objetivo. Fidel fue hecho prisionero por las fuerzas represivas de la tiranía pocos días después del revés militar y se le mantuvo incomunicado durante 76 días. Fue sometido posteriormente a juicio y condenado a 15 años de prisión en Isla de Pinos.
La instrucción de la Causa 37 comenzó a ser confeccionada por la Sala de Vacaciones del Tribunal de Urgencia de Santiago de Cuba contra 122 encartados, mientras que el juicio se efectuaría en tres escenarios distintos:
El Palacio de Justicia, entre el 21 de septiembre y el 6 de diciembre de 1953, el hospital Saturnino Lora, donde fue juzgado Fidel Castro en una pequeña habitación luego de ser separado arbitrariamente de la Sala del Pleno, y el Centro Benéfico de la Colonia Española.
En el interrogatorio del Fiscal, Fidel asumió su responsabilidad y aún en su condición de acusado afirmó: “Nadie debe preocuparse de que lo acusen de ser autor intelectual de la Revolución, porque el único autor intelectual del asalto al Moncada es José Martí, Apóstol de la independencia cubana”, testimonio conocido gracias a la presencia allí de la periodista Marta Rojas.
Desde el primer momento, Fidel se declaró jefe del movimiento y de los asaltantes a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, en Bayamo, quienes se conocerían posteriormente como la Generación del Centenario.
Fidel exigió que, en su condición de abogado, se admitiera su propia defensa. El Tribunal tuvo que acceder pues antes a políticos de oposición no les fue negado ese derecho, aunque primeramente tendría que responder las preguntas del Fiscal y magistrados, luego de escuchar los cargos contra él.
Cuando finalmente pudo pronunciar su alegato comenzó denunciando los crímenes atroces cometidos por el ejército y la policía de la tiranía contra sus compañeros, torturados y masacrados después de ser prisioneros.
Expuso los lineamientos políticos que sostenían la acción, destacando la reivindicación de la memoria de José Martí en el año de su centenario, y mencionó elementos de su programa contenidos en el Manifiesto del Moncada a la Nación.
El alegato, improvisado y sin disponer, como está establecido, de acceso a los documentos del sumario y a los libros de consulta que considerara necesarios como abogado defensor, incluso a las obras de José Martí, mantuvo en vilo a toda la sala, los guardias bajaron sus amenazadoras armas y el tribunal acusador se convirtió en acusado ante los demoledores argumentos de Fidel.
Al comenzar a referirse al contenido del programa, el Fiscal lo interrumpió por considerar estaba haciendo política, pero el documento constaba en el Sumario y no pudieron impedírselo.
Destacó que, con esa acción se levantó el espíritu nacional desde lo más recóndito de las almas de los hombres libres para proseguir la revolución que iniciara Céspedes en 1868, continuó Martí en 1895 y luego Antonio Guiteras y Eduardo Chibás en la época republicana.
Y citó Fidel el Manifiesto donde postula que “la Revolución se declara libre de trabas con las naciones extranjeras y libre también de influencias y apetitos de políticos y personajes propios.
“La Revolución es una entidad viril y los hombres que la han organizado y que la representan pactan con la sagrada voluntad del pueblo para conquistar el porvenir que se merece. La Revolución es la decisiva lucha de un pueblo contra todos los que lo han engañado”, enfatizó.
Subrayó las bases jurídicas en las cuales sustentaba la defensa, a partir de las doctrinas más importante del derecho, esbozó en su alegato el programa de la futura Revolución en Cuba y terminó con la famosa frase: “Condenadme, no importa, la historia me absolverá”.
Desde la cárcel Fidel prosiguió su denuncia del régimen opresor, maduró sus planes revolucionarios y profundizó la preparación teórica e ideológica de sus compañeros. Como resultado de una fuerte presión y campañas populares, fue liberado en mayo de 1955.
En las semanas subsiguientes desplegó un intenso trabajo de agitación, denuncias, y fundó el “Movimiento 26 de Julio” (M-26-7) para proseguir la lucha revolucionaria.
En julio de 1955, mostrada la imposibilidad de proseguir la lucha contra la tiranía por medios legales, Fidel partió hacia México para organizar, desde el exilio, la insurrección armada y, con el desembarco del yate Granma el 2 de diciembre de 1956, nacería bajo su liderazgo el glorioso Ejército Rebelde.
arb/prl
*Fue corresponsal jefe de Prensa Latina en Nicaragua y concurrente en El Salvador, Guatemala y Honduras durante 10 años; corresponsal jefe en República Dominicana, Ecuador y Bolivia. Creó y dirigió la Editorial Génesis Multimedia que hizo la Enciclopedia Todo de Cuba y 136 títulos más. Anteriormente, director del periódico Sierra Maestra en la antigua provincia de Oriente, ayudante del ministro de Cultura Armando Hart; jefe de la Redacción Internacional de la revista Bohemia con coberturas internacionales en más de 30 países y es autor del libro Comercio Electrónico, la nueva conquista. Dirige la revista Visión de la UPEC y es presidente de su Grupo Asesor.