Por Martha Sánchez
De la redacción de Asia y Oceanía
En las últimas décadas, Japón ha destacado por un sorprendente desarrollo tecnológico en trenes de alta velocidad, robótica, chips semiconductores, telecomunicaciones y tecnologías medioambientales, si bien resulta conocido por marcas como Toyota, Honda, Nissan, Lexus y Suzuki, también dejó a más de uno perplejo al batir el récord de país más anciano del mundo.
Los números recopilados en los períodos recientes reflejan un rápido envejecimiento y la disminución de la población con una caída abrupta de la tasa de natalidad. A la vez, constituyen el indicio de una profunda crisis económica nacional con repercusiones en la mano de obra y el tejido social.
A mediados de septiembre de 2024, el Ministerio de Asuntos Internos y Comunicaciones de Japón publicó cifras que sugieren un cambio demográfico sin precedentes en la historia.
Según la cartera, en el país del sol naciente viven 36,25 millones de personas con 65 años de edad o más, equivalente a 29,3 por ciento de la población total, lo cual representa un récord respecto al número de 2023, inferior en 20 mil ciudadanos.
Una encuesta distinta del mismo ministerio reflejó que la población activa de edad avanzada en Japón alcanzó un máximo histórico de 9,14 millones de personas el año pasado, es decir, que 25,2 por ciento de los adultos mayores tenía trabajo y ese grupo poblacional constituyó 13,5 por ciento de la fuerza laboral de la nación asiática.
A partir de tales datos, los analistas infieren que ahora uno de cada cuatro ancianos trabaja, mientras las tasas de empleos por grupos de edad exhiben máximos históricos.
Como detalle particular, la cartera reveló que la proporción para los japoneses de 65 a 69 años de edad era del 52 por ciento, mientras reconoció un aumento sustantivo de las mujeres de edad avanzada trabajando.
De acuerdo con los últimos datos del gobierno, la población continúa contrayéndose y las cifras exponen un empeoramiento de la crisis demográfica, con una fuerza laboral cada vez más pequeña y una comunidad anciana en aumento.
Al mismo tiempo, la tasa de nacimientos por mujer en Japón se calcula en 1,26, muy por debajo del 2,1 considerado necesario para mantener una población estable y ya cumplió medio siglo sin llegar a la proporción de fecundidad indispensable.
Ese país de 123,9 millones de habitantes registró solo 727 mil 277 nacimientos en 2023, puntualizó el Ministerio de Asuntos Internos y Comunicaciones, se trata de la cifra más baja desde que empezó a elaborar estadísticas, en 1899.
Por otra parte, el número de bodas descendió en los últimos años a menos de medio millón dentro de una sociedad predominantemente tradicional, en la cual los nacimientos fuera del matrimonio son poco frecuentes, pues el pueblo nipón pondera los valores familiares y este tipo de enlace es visto como un paso básico.
Dicho rasgo cultural sienta una presión social sobre el individuo que lo conduce a una búsqueda de pareja ideal para poder pensar en crear una familia, y el paso del tiempo o la carencia de este para socializar introduce nuevas complejidades.
Tampoco debemos obviar la percepción social dominante de responsabilizar con la crianza de los hijos principalmente a las mujeres, en tanto, los hombres son vistos como meros ayudantes, así que cierta cantidad de féminas lo piensa dos veces antes de decidir ampliar sus obligaciones.
Según expertos, la oportunidad de revertir la tendencia del envejecimiento poblacional en Japón expira en cualquier momento, otros menos optimistas califican de irreversible la situación y dibujan un futuro catastrófico casi seguro.
El periódico The Japan Times recién publicó un análisis de Hiroshi Yoshida, un experto en envejecimiento de la sociedad de la Universidad de Tohoku, quien advierte que de continuar la caída de la población infantil podría llegar a existir un solo niño en el territorio nacional, para el 5 de enero de 2720.
A criterio del catedrático, Japón puede convertirse en el primer país en extinguirse por baja tasa de natalidad.
De momento, las condiciones económicas no permiten avizorar cambio alguno inmediato en el horizonte, cuando muchos viven preocupados por el alto costo de la vida y parecen exiguos los incentivos gubernamentales para propiciar otro entorno.
En noviembre de 2024, el Gobierno de Japón procuró un aumento de los salarios base de los trabajadores, pero en términos reales reconoció que no fue apreciado, a causa de la inflación que merma cualquier ganancia.
Aunque el sueldo básico creció 2,7 por ciento a 265 mil 82 yenes, equivalente a unos mil 670 dólares, el mayor incremento en 32 años, la mayoría de los consumidores se quejaron de un rápido aumento del costo de vida.
El índice de precios al consumo (IPC) de Japón lleva más de tres años consecutivos en avance, en contraste con los salarios.
De manera particular, los gobiernos locales de varias ciudades han propuesto iniciativas en busca de despertar el interés por la natalidad, como ofrecer subsidios de vivienda a los padres e incluso pagar a las parejas para que tengan hijos.
A las autoridades de Tokio, la capital, se les ocurrió impulsar el matrimonio con el auxilio de la inteligencia artificial (IA) mediante una aplicación de citas, gestionada por el gobierno metropolitano.
El proyecto comenzó a implementarse hace semanas, los resultados están por verse. Todos los solteros, mayores de 18 años, con el deseo de casarse y vivir o trabajar en Tokio, pueden aplicar.
No pocos creen que la solución para el país asiático está en abrirse a la inmigración, sobre todo para rellenar de inmediato numerosos puestos de trabajo, sin embargo, esto contradice el fuerte deseo de preservar la homogeneidad étnica, valorada hasta como herramienta de unidad nacional y un rasgo que tributa a la seguridad.
Las marcas culturales vuelven a cobrar relevancia y aportan al diseño de una sociedad con credo propio, aunque todavía hay tiempo de ver si cuando la situación empeore, las creencias se adaptarán a los tiempos o la nación se empeñará en convertirse en un referente de museo.
De hecho, la mayoría de los sociólogos coinciden en un enfoque optimista y preconizan múltiples caminos distintos al del desastre.
Ahora, algunos cambios no vendrían mal, políticos, económicos y culturales, convendría no subvalorar esta última esfera, para comenzar a apreciar posibilidades, en lugar de lamentar un cataclismo.
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