Gustavo Espinoza M.*, colaborador de Prensa Latina
(“Estados Unidos parece destinado por la providencia a plagar América de hambre y de miseria en nombre de la libertad”. Simón Bolívar)
En esa circunstancia, como se recuerda, la mayoría de los gobiernos de América Latina aprobaron el acto, unos por su veneración al amo del norte; y otros, intimidados ante la eventualidad de verse comprometidos en “un caso así”; Vale decir, protegiendo supuestamente al Narcotráfico.
La presión imperialista contra gobiernos y pueblos de América Latina no constituye novedad alguna. En la primera parte del siglo XX, lo usual era que Washington enviara a sus “Infantes de Marina” para “poner orden” en las republiquetas que se soliviantaban o que se resistían al dominio de las dictaduras habituales o las camarillas de Poder entonces imperantes. Esa “política” rindió sus frutos, hasta que apareció Sandino, en La Segovia, y los hizo correr.
La Revolución Cubana cambió las cosas. La Casa Blanca se fue dando cuenta que ya no podía intervenir directamente ni atacar a gobiernos ni a países. Ideó, entonces, otra táctica: los Golpes de Estado de corte fascista. Para ejecutarlos, se valió de las instituciones armadas a las que controlaba de manera permanente.
El antecedente histórico fue impuesto por los militares brasileños de la Escuelas Superior de Guerra, que derrocaron a Joao Goulart, en marzo del 64. Después vendría Hugo Banzer, en Bolivia, en 1971. Luego, Uruguay, en junio del 73; y, más adelante, Chile, con Pinochet; hasta casi cerrarse el ciclo con la dictadura de Carlos Rafael Videla, en la Argentina del 76. Ya en los años 80, en el Perú se instauró un proceso de fascistización de la Fuerza Armada para impedir la reedición de un fenómeno como el de Velasco Alvarado. De todos modos, fue posible registrar en nuestro continente, episodios recogidos del pasado: Grenada, el 83; y Panamá, el 89.
Ahora, en el siglo XXI, cuando Estados Unidos afronta una seria crisis y asesta golpes por doquier para mantener su presencia dominante; pareciera combinar uno y otro elemento, modernizado con la tecnología de nuestro tiempo. Por eso asoma ahora en las aguas del Caribe y frente a las costas de Venezuela, en poderosos destructores de combate, submarinos de ataque y aviones espía; a los que adiciona, por si fuere necesario, cuatro mil infantes diestramente preparados.
Objetivamente, lo que busca el gobierno yanqui con todo esto es una incursión militar en Venezuela para derrocar al gobierno de Nicolás Maduro.
El argumento, es el mismo que se usó contra Panamá en 1989, pero esa es una frase tras la cual se camufla una clara intención política y económica: imponer un gobierno afín en el Palacio de Miraflores, y apoderarse del Petróleo, que le hace tanta falta en estos tiempos.
Por lo pronto, cabe recordar que Estados Unidos es el primer país consumidor de droga en el planeta. Si hipotéticamente no se produjera droga en el mundo, o si no se enviara ella a los Estados Unidos, el gobierno yanqui tendría algo así como una rebelión incontrolada en demanda de atención a lo prohibido.
Eso explica un hecho adicional: nunca nadie ha visto que en Estados Unidos se haya capturado a una banda de narco traficantes, a un cartel de la droga, o que la DEA haya servido para algo. Más allá de todas las ofertas, lo real es que en todos los países en los que “opera” esta entidad, el narcotráfico ha crecido y se ha desarrollado. El mismo caso del Perú, lo prueba.
Por lo demás, Estados Unidos perdió ya el sitial de “primera potencia” en un mundo unipolar. Ya no tiene el monopolio de las bombas ni de los misiles, Tampoco es la potencia económica capaz de manejar todo. Objetivamente, sufre los efectos de la crisis del sistema de dominación capitalista y ve con angustia e impotencia como surgen otras fuerzas que le disputan el rango.
Hoy, parodiando a Ciro Alegría, podríamos decir que el mundo es ancho, pero no es ajeno. La multipolaridad se ha convertido en la realidad de nuestro tiempo.
Se ha dicho- y es verdad- que la desesperación ciega a las personas. Y es curioso: mientras más elevado sea el sitial en el que se encuentren, mayor será su ceguera. Donald Trump es hoy la viva encarnación de ese drama. Está convencido de un “Poder” que ya no tiene. Se cree el “rey del mundo”, pero en mundo no es una monarquía,
Estados Unidos tuvo el Poder en sus manos cuando convenció a buena parte del planeta que Irak tenía “armas de destrucción masiva”. Y por eso invadió el país del Medio Oriente. Por eso su propio secretario de Estado en ese entonces, debió admitir en Naciones Unidas que Irak nunca tuvo dichas armas. Aunque siguió invadiendo, cada vez se fue quedando más sólo el país del norte. Hoy, en la ONU, su único aliado “hasta la muerte” es Israel. Ambos, como dos rufianes, se dan la mano y se ayudan, pero no convencen a nadie. Podrían ser galardonados, sin embargo, con el Premio Nobel de la Guerra. No tendrían competencia.
Estados Unidos se equivoca si cree que invadir Venezuela es darse un paseo por el bosque. Es enfrentarse a un país. Y aún más, a un continente. En el hemisferio sur de América apenas si podrá contar con el apoyo de Milei y de Noboa. Ni siquiera de Argentina y Ecuador. Porque por encima de esos gobernantes, los pueblos de esos países combatirán en las calles contra la prepotencia del Imperio.
Atacar a Venezuela es generar en América Latina una guerra de vastas proporciones. La Casa Blanca sabrá dónde y cuándo comienza ese hecho siniestro; poro nunca sabrá dónde ni cuándo termine. Por lo pronto, Caracas ya movilizó sus primeros efectivos: cuatro millones y medio de combatientes “con fusiles y misiles”. Y todo el pueblo vendrá después, si es necesario.
América Latina es un continente de paz, pero sus gentes saben defender esa paz incluso con las armas. Y ahora en diversos países hay gobiernos dispuestos a no agachar la cabeza. Las primeras palabras de Claudia Sheinbaum, de Gustavo Petro y de Luiz Inacio Lula Da Silva lo han confirmado, Y claro que Cuba y Nicaragua lo han dicho también en voz alta. El continente arderá como una llama viva si el Imperio nos ataca,
La “Prensa Grande”, siempre al servicio de las peores causas, hace mucho tiempo inició una campaña destinada a desprestigiar al gobierno de Venezuela. Hoy continúa en ese trajín, pero ahora convence menos.
Objetivamente Venezuela ha resistido todos los ataques de las oligarquías locales y el Imperio, Ha logrado salir de la crisis que enfrentó años atrás y vive un claro y rotundo proceso de recuperación. Ha logrado equilibrar su economía, contener la inflación, recuperar la capacidad adquisitiva de su signo monetario, incrementar su productividad y garantizar la tranquilidad ciudadana. Hoy Caracas es, objetivamente, una de las ciudades más seguras de América Latina. Y nade de eso se puede ocultar tras falacias y mentiras.
Mal hace el Imperio promoviendo incursiones o alentando ataques. Ningún país de América Latina está dispuesto a permitir que se toque un centímetro de su suelo. Y, como dicen los cubanos, quien lo intente, morderá el polvo de su suelo anegado en sangre, sino perece en el intento.
rmh/gem
* Periodista y profesor peruano. Presidente de la Asociación de Amigos de Mariátegui y director colegiado de Nuestra Bandera. Excongresista y ex secretario general de la Confederación General de Trabajadores del Perú.