Por Luis Beatón
Corresponsal jefe en El Salvador
El llamado Pulgarcito de América muestra hoy un escenario donde concurren las políticas de Washington y Beijing. Hay competencia entre las dos potencias mundiales que se disputan a través de diferentes formas el control sobre los mercados latinoamericanos, el primero combinando lo militar con la presión económica y el segundo con grandes inversiones económicas de bien social.
Mientras los chinos financian la construcción de obras de beneficio social como la recién inaugurada Biblioteca Nacional, el Estadio Nacional, un pequeño puerto para pesca artesanal en el Pacífico e infraestructuras en el lago Ilopango para suministrar agua a la capital, entre otras, los estadounidenses combinan ayudas económicas con regalías al aparato militar del país.
Esto es un ejemplo de la rivalidad geopolítica entre Estados Unidos y China en América Latina, y que tiene una llamativa demostración en el accionar de la generala Laura J. Richardson, actualmente la 32ª Comandante del Comando Sur de los Estados Unidos, el cual despliega su poder e influencia sobre la región latinoamericana.
Además de militar, es una funcionaria bien preparada que entre otros títulos posee un máster en Estrategia de Recursos Nacionales por la Escuela Dwight D. Eisenhower de Seguridad Nacional, y Estrategia de Recursos de la Universidad Nacional de Defensa, que la hacen una punta de lanza para retomar posiciones en América Latina.
Es dolorosamente irónico escuchar a una comandante militar estadounidense hablar de la necesidad de la buena vecindad con América Latina, una región que Washington pasó la mayor parte de los últimos 200 años invadiendo, ocupando, saqueando y, cuando es necesario, derrocando gobiernos, según críticos.
Washington todavía hoy se inmiscuye regularmente en los asuntos de otros países americanos, incluido México, su vecino directo al sur, además de Venezuela, Bolivia y Argentina, entre otras naciones.
Richardson no oculta que una de las principales razones por las que su país está mostrando un renovado interés en América Latina es debido a los abundantes recursos naturales de la región, incluyendo el crudo pesado y ligero, la Amazonía con el 31 por ciento del agua dulce del mundo, el 60 por ciento del litio, oro, cobre, el 50 por ciento de la soja mundial, más del 30 por ciento del azúcar y maíz.
En una entrevista el año pasado con el Atlantic Council, un tanque pensante neoconservador, la militar explicó que una de las principales misiones del Comando Sur que dirige es encontrar formas para evitar que los principales adversarios de su país, China y Rusia, puedan comprar recursos estratégicos en América Latina y el Caribe.
Cualquier intervención en los asuntos políticos de las Américas por parte de potencias extranjeras era un acto potencialmente hostil contra los Estados Unidos. Ahora está aplicando esa doctrina a China y Rusia.
En su confrontación con China y Rusia en menor medida, la Casa Blanca pulsa los escenarios latinoamericanos. Así, el gobierno de Javier Milei en Argentina anunció planes para que el Comando Sur despliegue personal militar en una base ubicada en Tierra del Fuego, cerca de la Antártida.
También firmó un acuerdo, a través de la Autoridad Portuaria General, para que el Cuerpo de Ingenieros del Ejército de los Estados Unidos tenga presencia a lo largo de la vía navegable y cumpla con las tareas de asesoramiento sobre la gestión de puertos y rutas.
Esto pudiera ser una repuesta de fuerza cuando China construye en Chancay, Perú, un puerto que disminuye los tiempos de sus navíos en 10 de los 45 días actuales, lo cual le permitirá a sus barcos el desplazamiento de cerca 18 mil contenedores. Sería una explosión comercial.
Otro ejemplo es Ecuador, convertido en una base gigante de Estados Unidos con la presencia de miles de militares presuntamente ayudando a combatir el narcotráfico y el terrorismo, aunque muchos sostienen que el objetivo principal es dominar regiones ricas en recursos, en América Latina.
Analistas estudian las proyecciones de ambas potencias. El accionar de Estados Unidos y China como modelos de las relaciones internacionales en los recientes años da forma a debates estratégicos sobre las dinámicas políticas, militares y económicas reales, con alta probabilidad que esta situación continúe durante algún tiempo.
Dicha situación se convierte, cada vez con mayor frecuencia, en el lente a través del cual actores ven y predicen acontecimientos importantes de la geopolítica mundial.
Así lo entiende la investigadora Yamileth Arteaga Alcívar, del Instituto Superior Universitario Japón-Quito, en un análisis que publicó la Revista Multidisciplinaria Desarrollo Agropecuario, Tecnológico, Empresarial y Humanista (Dateh).
La apertura económica de China propició un cambio en la dinámica del comercio internacional. Es una de las razones por la cual Estados Unidos etiquetó a Beijing como un competidor estratégico.
Las relaciones chino-estadounidenses pasaron de la cooperación a la confrontación, especialmente cuando Beijing comenzó a invertir más en infraestructura física a través del Brics, señaló.
En América Latina, Estados Unidos y China son considerados los actores económicos externos más destacados de la región, debido a intereses y objetivos geopolíticos superpuestos que giran en torno a aspectos de la competencia entre grandes potencias.
Entre los propósitos figuran contrarrestar la influencia de sus rivales, proyectar poder en el área y, especialmente, intereses económicos variados, explicó Arteaga.
Ello no quiere decir que la competencia entre ambas naciones o incluso la rivalidad entre las grandes potencias en general determine todos los demás problemas y conflictos internacionales, aclaró.
Si bien ambas potencias son consideradas los actores económicos externos más destacados de la región, Estados Unidos es el único que tiene intereses relacionados con la protección de la seguridad interna debido a la proximidad geográfica con América Latina; entonces se puede considerar que este posee el conjunto de intereses más amplio en la zona.
Por otra parte, la influencia de China en América Latina está remodelando la dinámica comercial, en lo que se destaca Brasil con su comercio en la agroindustria y el mineral de hierro, en el cual el gigante asiático constituye el principal mercado.
La relación económica de Brasil con China se magnificó en los últimos años; las exportaciones del país sudamericano al gigante asiático llegaron a alcanzar en 2022 la cifra de 90 mil millones de dólares, convirtiéndose en un proveedor clave de productos agrícolas para Beijing, incluida la carne vacuna.
Ese patrón comercial ilustra la cada vez mayor influencia del país asiático en América Latina, lo que refleja la dinámica comercial actual y las políticas económicas.
Retornando al Pulgarcito de América, hay una evidencia papable. El Salvador experimentó una caída en sus exportaciones de 13.7 por ciento interanual en el primer trimestre de 2024, profundizando la contracción con relación al promedio de 2023 (–8.7 por ciento), explicado principalmente por el menor comercio con Estados Unidos y Canadá, detalló el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
Mientras se vislumbra una caída de las ventas salvadoreñas hacia algunos mercados, el informe observó un incremento de los envíos a China, aunque las exportaciones a la región asiática en su conjunto disminuyeron un 49.8 por ciento en un año.
Sin dudas, China toca a las puertas de las naciones de América Latina con el comercio y abre su mercado a los productos de la región, algo preocupante para Washington que busca mantener hegemonías con componentes militares como los que despliega la generala Richardson.
arb/lb