Desde los inicios de la humanidad existen conocimientos y avances biológicos aplicados a procesos tecnológicos o de interés industrial.
Pero, como nunca antes, el ser humano empezó en la década de 1980 a utilizar la ciencia tradicional en la producción de alimentos y evolucionó con el surgimiento de la genética, que pasó a beneficiar a las personas directamente con el desarrollo de la medicina.
Trabajos en Brasil que pueden ser considerados como bases para la futura biotecnología agrícola fueron realizados en el Instituto Agronómico de la sureña ciudad de Campinas en la década de 1930, con el mejoramiento genético del café, el maíz y otras especies.
Bajo estos cánones el país emprende, durante largos periodos, la utilización de células vivas para la obtención y mejora de provisiones y remedios. Emerge así la aplicación de microorganismos, plantas y animales para obtener procesos y productos de interés para la sociedad.
REALES COMIENZOS
“Uno de los trabajos pioneros en biotecnología afloró en la Universidad de Brasilia (Unb) a finales de la década de 1980 y principios de la siguiente con el desarrollo de un método para producir insulina humana en bacterias”, reveló a Escáner de manera exclusiva el profesor titular e investigador Bergmann Morais.
Más recientemente, señaló, estudiosos de la Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria (Embrapa, Recursos Genéticos y Biotecnología) desarrollaron plantas de frijol transgénico resistente a un virus, que es comercializado en todo el país.
“Hoy, después de años de inversiones en posgrado por la agencia gubernamental Coordinación de Perfeccionamiento de Personal de Nivel Superior tenemos varios programas de posgrado en biotecnología y otros que forman, anualmente, cientos de maestros y doctores en el área”, refirió el científico.
De esta forma, prosiguió, “con el aumento del incentivo, parques tecnológicos surgieron en diferentes universidades del país (principalmente en el sudeste) y empresas de biotecnología incubadas en universidades aparecieron en los últimos años, ofreciendo nuevas soluciones a los diferentes problemas nacionales, especialmente en los campos de la salud y la agricultura”.
Para Morais, a pesar del aumento de recursos humanos en el sector, aún no existe una buena interacción entre las universidades y las compañías de biotecnología.
“Todavía no hemos absorbido la mayoría de los egresados de estos programas de posgrado y tenemos mucho por crecer. Existe mucha burocracia para realizar investigaciones aplicadas de interés de las empresas en las universidades públicas brasileñas”, razonó.
Respecto a las aplicaciones de la biotecnología en Brasil, el reputado investigador de la UnB aseguró que “son varias, pero como el país es un gran exportador de productos agrícolas, aconteció un aumento en la creación reciente de varias empresas de producción de biodefensivos, bioinoculantes y biocombustibles”.
Por ejemplo, exalumnos de la UnB laboran en empresas de producción de bioinsecticida para el control de plagas y bioinsumos para la agricultura.
Además del área agrícola, otra es la salud en la que desarrollan vacunas, pruebas de diagnóstico y medicamentos basados en investigaciones realizadas en el gigante sudamericano.
Según estudios, las cinco ramas en las que se divide la biotecnología moderna -humana, ambiental, industrial, animal y vegetal- ayudan a combatir el hambre y las enfermedades, producir de forma más segura, limpia y eficiente, reducir la huella ecológica y ahorrar energía.
En el caso de Brasil, precisó Morais a Escáner, ese revolucionario conjunto de procedimientos propicia el aumento de la productividad en la agricultura y ganadería, y una independencia en la generación de conocimiento y disminución de la dependencia de tecnologías de otros países.
Igualmente, favorece la generación de nuevos medicamentos y soluciones innovadoras a los problemas nacionales, crea empleos calificados, al absorber la mano de obra especializada formada en las universidades brasileñas.
IMPACTOS
La biotecnología genera una crecida de la productividad en el campo y una alternativa al uso de insecticidas y fertilizantes químicos que dañan el medio ambiente y la salud de las personas.
“El uso de la tecnología de plantas transgénicas para el control de plagas y el aumento en la producción agrícola recibió muchas críticas en el inicio de su aplicación en la década de 1990”, reconoció el profesor titular.
“Sabemos que esta tecnología ha venido a mejorar la producción agrícola y a disminuir el uso de químicos defensivos. Sin embargo, es necesario que cada aplicación de la biotecnología sea analizada con cuidado, teniendo en cuenta sus posibles efectos perjudiciales para el medio ambiente”, asentó.
En Brasil, indicó, eso lo hace la Comisión Técnica Nacional de Bioseguridad (CTNBio) que analiza cuestiones relativas a la bioseguridad de organismos genéticamente modificados.
Tal junta establece normas técnicas de seguridad y de asesoramiento técnico para la autorización de actividades que impliquen investigación y uso comercial de Organismos Modificados Genéticamente (OMG) y sus derivados, sobre la base de la evaluación del riesgo para la salud humana y animal, y el medio ambiente.
CTNBio está integrada por especialistas de diferentes áreas (salud humana, animal, área vegetal, medio ambiente, representantes de diferentes ministerios y de protección del consumidor).
En 1998, la comisión concedió la liberación de la comercialización de la Soja Roundup Ready, una tecnología de la empresa Monsanto, con la capacidad de tolerancia al herbicida glifosato.
A pesar de ello, no fue hasta 2003 que se puso en práctica el cultivo comercial, tras varias discusiones en la esfera pública con órganos como el Instituto Brasileño de Medio Ambiente y Recursos Naturales Renovables (Ibama) y entidades como la organización no gubernamental Greenpeace.
Tras otras regularizaciones, se creó el Consejo Nacional de Bioseguridad, responsable de la Política Nacional de Bioseguridad. Con ella, los procesos para los OMG fueron simplificados y Brasil entró en el listado de los mayores productores.
No por casualidad, actualmente el país es llamado el granero del mundo, por el trabajo de la biotecnología.
El OMG es un organismo que recibió un gen de otro donante. Esta alteración en su ADN le permite mostrar una característica que no tenía antes.
Con la biotecnología industrial será posible intensificar la producción de forma sostenible. La fabricación de combustibles renovables, por ejemplo, a partir de residuos agrícolas (bagazo de caña, semillas, entre otros) es un retrato de cómo podemos reducir la explotación de recursos naturales.
Al mismo tiempo, la biotecnología en salud aceleró el diagnóstico y tratamiento de enfermedades. Además de los productos disponibles, la biología sintética abrirá un nuevo mundo en el entendimiento de diferentes virus y producción de vacunas.
INVESTIGADOR/PROFESOR
La principal función de un investigador/profesor de una universidad pública es preparar profesionales aptos para las carreras de base intelectual, científica y tecnológica con vistas al desarrollo del país, detalló finalmente a Escáner el académico de la UnB, quien, rotuló, buscar nuevas formas de resolver los problemas nacionales.
“En ese sentido, desde 1993 desarrollé estudios básicos y aplicados envolviendo virus en la UnB”, certificó el catedrático.
Comentó que realizó el estudio del genoma y de la función de diferentes genes virales, además de la manipulación genética de virus para el uso en el control biológico de plagas agrícolas y la expresión de proteínas como insumos biotecnológicos.
“He estado investigando diferentes familias de virus, pero principalmente los de la familia Baculoviridae. Estos se utilizan como agentes de control de plagas en la agricultura y vectores de expresión”, manifestó.
Punteó que, en los últimos 10 años, publicó más de 100 trabajos en revistas científicas indexadas y de circulación internacional.
A lo largo de esos años, agregó, “obtuvimos las secuencias genómicas de más de dos decenas de virus derivados de humanos, plantas, insectos y bacterias, en estrecha cooperación con Embrapa y otras universidades”.
De acuerdo con el perseverante mentor, algunos de los virus de insectos caracterizados se utilizan como agentes de control biológico y otros tienen potencial para el control de insectos-plaga.
Por la experiencia en la secuenciación de genomas virales, el grupo que coordina secuenció más de 600 genomas de coronavirus (SARS-CoV-2) en el Distrito Federal entre 2020 y 2022, y ayudó en la vigilancia genómica de este virus.
Más recientemente, el acreditado investigador participó en un proyecto multidisciplinario sobre vigilancia genómica del virus de la fiebre amarilla en primates no humanos y mosquitos de diferentes regiones del país.
En esos territorios se secuenciaron decenas de virus de la fiebre amarilla. Con respecto a la expresión de proteínas recombinantes, se usó el sistema baculovirus y células de insecto para la expresión de diversas proteínas virales con el fin de desarrollar pruebas diagnósticas.
Como, por ejemplo, añadió, “expresamos proteínas de arbovirus (dengue, zika, fiebre amarilla, chikungunya, mayaro), virus de plantas, norovirus y más recientemente, SARS-CoV-2. Esas proteínas han sido y están siendo probadas como insumos para diagnóstico junto con socios de la propia UnB y de otras universidades”.
Presidente de la Sociedad Brasileña de Virología (2015-2016) y director de Posgrado de la UnB (2013-2016), Morais fue galardonado con el primer lugar en la categoría Investigador Destacado de Ciencias de la Vida en 2022 y exhibe cuatro patentes (una en el exterior y tres en el país) relacionadas con la expresión de proteínas como insumos biotecnológicos y agentes de control biológico de plagas.
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