Los indios celebran con mucho júbilo, canciones y bailes su festividad más importante del año antes del comienzo del invierno, iluminando sus casas, templos y lugares públicos mientras rinden ceremonias de culto y adoración a Lakshmi, una de las principales deidades del hinduismo y diosa de la fortuna, el poder, la belleza y la prosperidad.
Muchas tradiciones regionales la relacionan con otras deidades como Sita y Rama, Vishnu, Krishna, Yama, Yami, Durga, Kali, Hanuman, Ganesha, Kubera, Dhanvantari o Vishvakarman.
La antigua celebración transcurre en medio de rezos, banquetes, lanzamientos de fuegos artificiales, y las familias se reúnen a fin de compartir mithai o dulces y regalos; para muchos la fecha también marca el comienzo del nuevo año, en medio de un espectáculo de ruido y luz para ahuyentar -según dicen- a los malos espíritus.
En los días previos al festival, la gente limpia, renueva y engalana sus casas y lugares de trabajo con diyas o lámparas de aceite y decoraciones de rangolis o dibujos artísticos de colores.
Recibe su nombre al parecer de la combinación de las palabras del sánscrito deepa y avali, designa a la hilera (avali) de lámparas de arcilla (deepa), las cuales los indios encienden fuera de sus hogares para figurar la luz interior que los protege de la oscuridad espiritual durante esta fiesta, cuya fecha responde al calendario lunar hindú, que marca cada mes según el tiempo que tarda la Luna en orbitar alrededor de la Tierra.
La tradicional festividad comienza justo antes de la llegada de una luna nueva entre los meses de asvina y kartika, que en el calendario gregoriano coincide con una fecha entre mediados de octubre y de noviembre.
Conocido como Diwali, Divali, Deepavali y Deepawali, este festejo religioso es importante tanto para los hindúes como para los jainistas, los sijes y los budistas, y su origen obedece a varias historias, cuyas narrativas representan en común la victoria del bien sobre el mal.
En el hinduismo, considerada la religión más antigua del mundo, existen varias leyendas del Diwali que varían entre las comunidades según su geografía. Son cuentos épicos acerca de una victoria lograda por hombres considerados la encarnación del dios hindú Vishnu, quien sustenta el universo y cuyo papel es restaurar el equilibrio entre el bien y el mal en tiempos difíciles.
Para los seguidores del sijismo, la sexta doctrina del mundo de acuerdo con el número de creyentes -que surgió a finales del siglo XV-, el Diwali conmemora la liberación del gurú Hargobind, tras pasar 12 años encarcelado por el emperador mogol Jahangir.
Los jainistas, devotos de una antigua fe que se remonta a mediados del siglo I antes de nuestra era (ANE), también comparten muchos dogmas con el hinduismo, y celebran el Diwali como el día en que Mahavira, el último de los grandes maestros jainistas, alcanzó el nirvana o paraíso.
Y los budistas, cuyo culto surgió a finales del siglo VI ANE y está centrado en buscar la paz, la armonía, la tranquilidad y el equilibrio, lo festejan como el día en que el emperador hindú Ashoka, que reinó en el siglo III a.C., se convirtió al budismo.
POR LA BUENA SUERTE
La adoración a la diosa hindú de la riqueza y la buena suerte, Lakshmi, que coincide con la última cosecha antes del invierno, es tomada como fecha del primer día del nuevo año fiscal por las empresas indias.
Los indios interpretan la popular fábula según el lugar de residencia y del mismo modo que las leyendas y los rituales del Diwali difieren entre las regiones; tienen en común la abundancia de dulces, las reuniones familiares y el encendido de las lámparas de arcilla.
En el norte de la India, el Diwali conmemora el regreso triunfal del príncipe Rama a la ciudad de Ayodhya tras 14 años de exilio debido a las conspiraciones de su malvada madrastra y tras el rescate heroico de su mujer Sita, una encarnación de la diosa Lakshmi.
Había sido secuestrada por el rey rival Ravana, pero los aldeanos iluminaron sus casas para que Rama encontrara el camino de regreso en una de las principales historias de la mitología hindú.
Por su parte, en el sur del país se conmemora la victoria de Krishna sobre el rey demonio Narakasura, quien había apresado a 16 mil mujeres en su palacio e infligía castigos muy duros a cualquier súbdito que se le enfrentara.
Mientras, en el oeste de la India la tradicional festividad celebra el destierro al inframundo del rey Bali -cuyo inmenso poder se convirtió en una amenaza para los dioses- por parte de Visnhu.
Las actividades comienzan con el habitual baño matutino Abhyang Snan, con Ubtan y aceite perfumado, y luego se da paso el encendido de petardos por jóvenes y niños, así como el intercambio de regalos y dulces, mientras mucha gente asiste a conciertos de música o visitan los templos para pedir sus bendiciones.
En el Festival de las Luces, la gente celebra a Lakshmi, diosa de la prosperidad, la riqueza y la fertilidad, cuya romántica historia cuenta que eligió a Vishnu, una de las deidades más importantes del hinduismo, como esposo en la noche de Diwali.
Diwali es también un momento para saldar deudas y hacer las paces, y es habitual que la gente se ponga en contacto con sus seres queridos y organice reuniones familiares donde la tradición más deliciosa es regalar mithai (dulces).
Amigos y familiares intercambian coloridas cajas de delicias indias, como pedas, ladoos, jalebis, barfis, frutos secos y bombones.
Las frutas frescas, secas o desecadas, el azúcar y las pastas de harina de trigo o maida untadas con mantequilla o ghee son la base de la repostería que endulza durante esos días de jolgorio el paladar de mil 400 millones de indios.
arb/abm