Por Enrique González
Colaborador de Prensa Latina
Monseñor Cesare Zacchi fue un prelado de la Iglesia católica que desarrolló una destacada labor diplomática como representante del Vaticano, especialmente en Cuba, durante momentos de una cierta tensión político-religiosa.
Nació el 28 de noviembre de 1914 en Ortignano Raggiolo, Italia, y fue ordenado sacerdote el 17 de octubre de 1937.
Ingresó años después (1949) en la Academia Pontificia Eclesiástica, y preparó así su carrera en el servicio diplomático de la Santa Sede; no podía imaginar en ese entonces que años después, en 1975, sería nombrado presidente de la misma.
Antes de su llegada a Cuba el 22 de enero de 1961, desarrolló su labor como diplomático en nunciaturas de Viena, Belgrado y Bogotá.
Como diplomático del Vaticano en Cuba desde comienzos de los años 60 y oficialmente Encargado de Negocios Ad interim a partir de 1967, jugó un papel fundamental en mantener abiertas las líneas de comunicación entre ambas partes.
A su llegada a La Habana convivió por muy poco tiempo con un nuncio de 79 años, monseñor Centoz, del que fue su mano derecha hasta julio de 1962, fecha en que el mismo le confió la Nunciatura.
Zacchi había llegado a Cuba en medio de un cierto ambiente de tensión entre la Iglesia y el Estado, a pocos meses de la invasión norteamericana de Playa Girón. En poco tiempo debió enfrentar varios asuntos de carácter delicado. En este contexto, su presencia contribuyó sensiblemente a evitar un conflicto mayor.
Logró establecer un canal de diálogo con Fidel Castro; el líder histórico de la Revolución cubana lo reconoció como “una figura muy capaz y constructiva”, al demostrar en la historia su especial habilidad para encontrar fórmulas de coexistencia entre la Iglesia y la Revolución.
En 1967, con una gradual mejoría de la situación, el papa Pablo VI elevó al episcopado al encargado de negocios interino de la Nunciatura Apostólica. El 12 de diciembre de 1967, en la Catedral de La Habana, monseñor Zacchi fue consagrado obispo de manera solemne.
La decisión de recibir la consagración episcopal en tierra cubana no fue algo casual. Monseñor Zacchi así lo explicaba en una carta al entonces párroco de la Catedral de Arezzo, monseñor Francesco Bordoni, fechada el 17 de septiembre de 1967:
“Por el bien de la Iglesia en Cuba (sé que este gesto será muy apreciado tanto por la Iglesia como por el Estado cubanos), y (se espera que contribuya a un mayor acercamiento entre ambas partes), he solicitado a la Santa Sede permiso para ser consagrado en La Habana.
“Esto le privará a usted y a las muchas personas que me honran y me consuelan con su afecto, amistad y benevolencia, así como a mí, de la alegría de celebrar juntos una fecha significativa y hermosa, pero, en vista del logro de objetivos más elevados, me parece la manera más sabia e inteligente de proceder…”.
Durante la consagración episcopal de Zacchi en La Habana, Fidel Castro asistió personalmente a la recepción en la Nunciatura Apostólica, hecho que marcó el inicio de una etapa mucho más cordial entre el Gobierno y la Iglesia católica cubana.
Los encuentros personales entre Fidel Castro y Cesare Zacchi fueron frecuentes, discretos y orientados a construir una confianza política y humana entre la Iglesia y el Estado cubano, más que a grandes gestos públicos.
Se combinaban reuniones formales en la Nunciatura o sedes oficiales con una serie de contactos más informales que poco a poco alimentaron una relación de amistad personal reconocida tanto por fuentes eclesiales como cubanas.
En sus conversaciones llegó a establecerse un trato cordial y directo, al borrarse la desconfianza mutua.
El 25 de mayo de 1974, el papa Pablo VI nombró a Zacchi Nuncio Apostólico y lo elevó al rango de arzobispo. Con esta decisión se restablecía la plena normalidad en las relaciones diplomáticas entre Cuba y la Santa Sede.
Ambas quedaban representadas, respectivamente, a nivel diplomático, por dos embajadores. Valga significar que monseñor Zacchi, a partir de méritos adquiridos, se convirtió en decano del cuerpo diplomático presente en Cuba. Ciertamente había representado al Papa por varios años difíciles en La Habana. Su lema episcopal fue: “Veritas in caritate” (“Verdad en la caridad”).
En 1975, la Pontificia Academia Eclesiástica, institución romana que durante más de 300 años ha formado sacerdotes destinados al servicio diplomático de la Santa Sede, había quedado sin presidente.
Así las cosas, el 31 de mayo de 1975, durante el Año Santo, el papa Pablo VI convocó a Zacchi, designándolo como nuevo presidente de esa institución. Regresaba a Italia luego de 25 años de servicio exterior y con una edad de 61 años.
Trabajó en la Academia por una década, desarrolló una excelente obra de formación y dejó discípulos excelentes. A los 70 años, Juan Pablo II lo nombró canónigo de la Basílica de San Pedro en el Vaticano.
Falleció el 24 de agosto de 1991, rodeado de afecto y cariño. Quienes lo acompañaron en sus meses finales refieren que en los momentos de su enfermedad aceptó la muerte inminente, demostrando así su fuerte personalidad como hombre y sacerdote.
Murió rodeado de respeto y admiración, incluso de laicos y no creyentes. Entre las coronas de flores recibidas en el Vaticano se encontraba una enviada personalmente por el entonces presidente cubano Fidel Castro.
Este hecho marcó una especie de tradición, pues por varios años distintos embajadores cubanos ante la Santa Sede continuaron depositando una ofrenda floral en la tumba del difunto arzobispo, situada en la Capilla de los Canónicos de San Pedro en el Cementerio de Campo Verano, en la ciudad de Roma.
En 1996, durante su viaje a Italia y al Vaticano, Fidel mandó a colocar una corona de flores en la tumba de Zacchi, y, respondiendo a una pregunta que le realizaran sobre el arzobispo dijo:
“Recuerdo mucho, mucho, mucho a Zacchi. Fue el gran luchador, el gran cruzado, el gran campeón de las relaciones entre el Estado y la Iglesia en los difíciles primeros tiempos de la Revolución. Lo recuerdo con mucho cariño. Siento una gran admiración por él”.
Zacchi supo interpretar los códigos del proceso político cubano. Gracias a su vínculo personal con Fidel Castro, mantuvo abierto el canal Iglesia-Estado en tiempos difíciles. Su gestión permitió que la Iglesia recuperara cierto espacio institucional y social en Cuba, al disminuir la confrontación entre los años ‘60 y ‘70. Esto sentó precedentes para posteriores encuentros y la consecuente evolución positiva de las relaciones diplomáticas entre Cuba y la Santa Sede.
Sin lugar a dudas, la relación entre Fidel Castro y monseñor Cesare Zacchi fue de fina diplomacia, diálogo pragmático y mutuo respeto.
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