Por Pedro Rioseco*
Colaborador de Prensa Latina
Su carácter afable no restaba un ápice de su autoridad y pese a las múltiples obligaciones encontraba tiempo para escribir canciones, muchas de las cuales constituyeron símbolos de etapas del proceso revolucionario, como la dedicada a la mexicana Lupe cuando embarcó en el yate Granma para liberar a Cuba.
Santiagueros de la tercera edad recordarán seguramente cuando el Comandante Almeida, en la primera mitad de los años 70, pasaba algunas horas de sábados en la noche sentado en su jeep, sólo con su chofer, en los bajos del céntrico hotel Casa Granda, frente al Parque Céspedes, para conversar con todos quienes se acercaban a saludarle.
Con la puerta abierta del jeep y sentado hacia la calle, pasaban santiagueros a manifestarle el cariño que se supo ganar en los más de cinco años de esa década en que fue delegado del Buró Político del Partido Comunista de Cuba (PCC) en la antigua provincia de Oriente, formando una increíble dupla con Armando Hart Dávalos como primer secretario del Comité Provincial.
Pese a no ser santiaguero sino habanero, su origen humilde de constructor y el trato franco y abierto que le caracterizaba le permitió ganarse rápidamente el cariño de los orientales, sin contar que fueron las tropas del Tercer Frente Mario Muñoz del Ejército Rebelde, que él comandaba, las primeras que entraron para liberar la reconocida posteriormente como Ciudad Héroe de Cuba.
De su valentía personal es conocida la anécdota del penoso desembarco del Granma en una zona pantanosa del sur oriental, donde fueron sorprendidos por las fuerzas del ejército de Fulgencio Batista mientras descansaban un rato al borde de un cañaveral en la zona conocida como Alegría de Pío.
En el combate entablado contra fuerzas muy superiores en número, Almeida rescató a Ernesto Guevara, luego conocido como el Che, quien era el médico de la expedición y resultó herido en el cuello.
Al escuchar los gritos que les conminaban a la rendición, gritó: “¡Aquí no se rinde nadie, co..!!”, frase que pasó a la historia en años posteriores ante cada amenaza de Estados Unidos.
Su trayectoria después del triunfo es tan larga como lo fue desde que conoció a inicios de 1953, con 26 años, al líder histórico de la Revolución Cubana, Fidel Castro Ruz, en el balneario de la Universidad de La Habana donde trabajaba como taquillero, mozo de limpieza y albañil.
Hacía cualquier trabajo, por duro que fuera, para ayudar a su numerosa familia, su madre con 11 hermanos y su padre, un modesto periodista cuyo salario no alcanzaba para sustentarla.
Tras conocer a Fidel y entablar amistad con él, ya Almeida estaba en una célula clandestina junto a su vecino, el también albañil Armando Mestre, y con quien viajó a Santiago de Cuba para asaltar el cuartel Moncada.
Luego del triunfo del 1 de enero de 1959, el Comandante Almeida se convirtió desde mediados de junio de ese año en jefe de la Fuerza Aérea Revolucionaria al sustituir de forma interina al traidor Pedro Luis Díaz Lanz.
Asumió la jefatura del Estado Mayor del Ejército Rebelde al desaparecer físicamente el Comandante Camilo Cienfuegos y luego la del Ejército Central, del cual fue fundador.
Fue viceministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y ministro por sustitución reglamentaria en una corta etapa; integrante del Comité Central y del Buró Político del PCC desde su fundación en 1965 y ratificado en todos los Congresos.
También Almeida fue delegado de ese órgano partidista en Oriente, presidente de la Comisión de Revisión y Control del Comité Central, vicepresidente del Consejo de Estado hasta su desaparición física y presidente de la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana (ACRC) desde 1993 hasta su muerte el 11 de septiembre de 2009, siete meses después de cumplir 82 años.
Por sus muchos y relevantes méritos recibió múltiples condecoraciones y órdenes nacionales e internacionales, entre los que destaca el Título Honorífico de Héroe de la República de Cuba y la Orden Máximo Gómez de primer grado, otorgados el 27 de febrero de 1998, en ocasión del aniversario 40 de su ascenso a Comandante en la Sierra Maestra.
Su legado va más allá de la lucha revolucionaria. Acumuló una valiosa y prolija obra artística, la cual incluye la composición de más de 300 canciones y la autoría de una docena de libros que constituyen invaluable aporte al conocimiento de nuestra historia.
Con el libro “Contra el agua y el viento” obtuvo el premio Casa de las Américas en 1985, al narrar los hechos del paso del ciclón Flora por la Isla en octubre de 1963, y el rescate de los afectados.
Su intensa vida revolucionaria e intelectual al servicio del pueblo cubano lo hacen uno de esos hombres de los que nunca se podrá hablar en pasado.
arb/prl
*Fue corresponsal jefe de Prensa Latina en Nicaragua y concurrente en El Salvador, Guatemala y Honduras durante 10 años; corresponsal jefe en República Dominicana, Ecuador y Bolivia. Creó y dirigió la Editorial Génesis Multimedia que hizo la Enciclopedia Todo de Cuba y 136 títulos más. Anteriormente fue director del periódico Sierra Maestra en la antigua provincia de Oriente, ayudante del ministro de Cultura Armando Hart; jefe de la Redacción Internacional de la revista Bohemia con coberturas internacionales en más de 30 países y es autor del libro Comercio Electrónico, la nueva conquista. Dirige la revista Visión de la UPEC y es presidente de su Grupo Asesor.